Canciones, anhelos y más gordos, capítulo 6

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Ambas chicas avanzaban por el sendero imaginario que Juliana había aprendido de memoria, el calor del sol que salía de entre las montañas era reconfortante, el rostro de la escritora con la luz reflejada en él. El sol calienta, pero hay una barrera de hielo entre ambas, es tan delgada, pero eso no la hace frágil, quizá es consecuencia del frío de sus congelados corazones

El ambiente se llena de una densa melancolía, evitando ver lo baches de las memorias en el camino, las hojas colgando de los árboles evitando caer, incapaz de terminar el ciclo, aferrándose a lo poco que las sostiene, de la misma forma que Valentina se aferra a los hombros de Juliana. El norte se pierde y por un momento ambos corazones sienten algo que había quedado hace mucho tiempo enterrado en la desesperanza, anhelo.

Anhelaban fingir, aunque sea por un segundo que el pasado no existía y aún eran esas dos niñas que se amaban como nadie.

Anhelaban escuchar una vez más los latidos de la otra y sonreír en los labios de su contraria para después perderse en el mar de sus miradas, el café siendo las rocas donde las olas azules azotan con fuerza.

Los pájaros cantaban melodías con letras que solo ellos entendían, quizá eran sonetos de amor dedicados al su prójimo, a su amante, al hogar o la libertad. Tenían la felicidad, estaban tan cerca de ella, pero cegadas en buscarla solo se perdían más en el bosque del rencor y la memoria, necesitaban dejar de correr para poder caminar y en el andar poder olvidar. Decepcionante es que el ser humano es tan incapaz de entenderlo hasta que es muy tarde. Más decepcionante es que ni siquiera la autora de este melodrama sea capaz de avisarles. La brisa hacia sus vientos volar ligeramente y casi podían escucharla susurrar dulces palabras de cariño.

Era una lucha continua entre la belleza y la tristeza, no porque la belleza no pueda estar triste, sino porque es como si sus almas se empeñaran en no querer salir de su estado de nostalgia mientras a su alrededor la naturaleza las empujara hacia el lado cálido de la vida.


Espero gane la naturaleza.


El viaje se mantuvo silencioso hasta que una pequeña melodía empezó a sonar, esta no era nada que un pájaro pudiera hacer, esta tenía un tempo bastante energético y con ese ritmo latino que escuchaban de pequeñas.

Valentina estaba tarareando.

Juliana se pasaba el día entero escuchando a la rubia cantar, incluso le cantaba en vivo las canciones que le recordaban a ella. La primera vez fue la primera vez que fue a la casa de Valentina y le cantó "Just the way you are" de Bruno Mars, al final le grabó un disco con todas las canciones que le dedico, que eran bastantes y se lo regaló en su primer aniversario de un mes. Las que se fueron acumulando después de ello se quedaron en una playlist que hizo Juliana. Valentina hacía que el mundo fuera más armonioso y menos ruidoso.

El tarareo pasó a ser un canto en voz baja que aumentaba cada cierto tiempo. Escuchar de nuevo su voz era agradable, no era muy aguda, ni muy ronca, era energética y profunda al mismo tiempo.

-I'm on tonight, you know my hips don't lie and I'm starting to feel it's right. - Cantaba cada vez más alto y de manera inesperada la menor se unió a ella convirtiendo lo que al inicio fue algo suave en gritos un desafinados.

- All the attraction, the tension. Don't you see, baby? This is perfection. -Gritaban al unísono para después acabar explotando en carcajadas.

-Me encanta esa canción. - Decía Valentina entre risas.

"Su encantadora risa." Pensaba Juliana, era delicada y llena de latente alegría, seguramente era de los tesoros más preciosos que alguna vez poseyó.

You're My Robin HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora