1. Me enamoré de ti como del Rock

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Me enamoré de ti como del rock, al principio solo atraías, algunas de tus facciones y movimientos sutiles, alguno de tus comentarios impertintes, alguno de tus giros involuntarios. Y es que al principio solo atraías, como la miel a las avispas, como la carne al lobo, como el placer a tu entrepierna. Y a la mía. Y es que el simple roce hacía que la imaginación nos juegase malas pasadas y haga apretar las manos hasta decir "basta". Porque no hemos llegado a nada físico, pero más allá de la frontera llamada piel... si solo el roce de tus dedos, largos e infinitos, hacen que se me ahogue la voz, y solo pueda apretarte y morderte la boca. Porque me paso las horas de la madrugada contando los minutos que faltan para poder destrozarte lo prohibido, no tan prohibido. Que se me seca la boca y se me encharcan los labios. Y cuánto atrae, que tientes a lo prohibido sabiendo que la respuesta será un no. Pero cuanto juego y acortando el tiempo a cambiar esa respuesta a un sí. Que mi entrepierna es ahora la que quema. Y la tuya apagando fuegos inexorables. Y me convertí en alguien que casi no era yo, para ser un poco tú y tú ser un poco yo. Porque éramos piezas rotas de un rompecabezas que encajaban a la perfección. Como tus manos y las mías, con tus dedos y los míos, entrelazados, hechos a medida. Y tus labios, cómo se amueblaban a mi boca, haciendo perder el control del resto de mis sentidos, poniendo alerta mi piel, para ver quién atravesaba las líneas intraspasables, permitidas a tus dedos o a tu boca, recorridiendo las curvas con las manos a toda velocidad, estrellándose en el fondo de mis caderas y acabando al final de mi espalda, donde pierdo la noción del tiempo a cada centímetro, que, otra vez, tus manos suicidas recorren ahora más despacio, disfrutando del trayecto. Y acabando en el pozo de tus ojos, donde el agua era tan clara que me reflejaba en ellos y me enamoraba un poco más de ti. Y porque a altas horas de la madrugada tu pelo se acaba revolviendo con mis manos, dormidas en tu cuello, posadas en cualquier lugar sin interrogar de tu cuerpo, donde soy capaz de adivinar el mayor de tus secretos. Pero atento, que todavía no he tenido el placer de quitarte la ropa, arte de desvestiese que suena a poesía en tus ojos, que recorren cada milímetro, fotografiando cada poro para disfrutar de él cuando no esté en tu cama a media noche y te haga ilusión recordar qué te hizo sentir tanto placer la noche anterior entre sábanas sudadas o un chorro de agua fría. Porque saborearé cada gota que recorrió de punta a punta tu cuerpo desnudo, acabando en mi boca. Porque no puedo luchar en tus propias guerras, pero cada vez que caigas rendido estaré yo aquí para curar las heridas de bala de un corazón que estalló y rompió en mil espinas, bombardeándote sin tener culpa de nada. Y si no puedes yo libraré tus batallas, no tus guerras. Y te daré motivos para seguir vivo. Y como ya te he dicho, amor, me enamoré de ti como del rock, convirtiéndote en mi debilidad y en lo único que calma mis nervios en tormentas donde llueven pianos.

Versos hechos de InsonmnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora