45. Con cierta inmadutez

47 2 0
                                    

Me desnudaba el alma con cierta inmadurez, como si cada vez que la mirase fuese la primera vez. Tenía mucha facilidad para arrancar y deshilachar toda la tristeza que llevo en el pecho en forma de nudo, tirando cuidadosamente de cada hebra hasta dejarme vacía de cualquier tipo de sufrimiento innecesario. Tal vez me quería demasiado. Tal vez le quería más de lo necesario. Me limpiaba las lágrimas con los dedos, haciendo brillar mis pestañas, sonriéndome y, aún llorando, haciéndome sonreír. Me gustaba ver cómo, a veces, me miraba ladeando la cabeza a un lado, tratando de descubrir algo nuevo en las profundidades de mis pupilas, o si tal vez, me había nacido alguna nueva estrella en la piel, si algún mechón de pelo rebelde había salido de su curso, o si había envejecido un poco más junto a él. Porque me perdía en el rumor del vaivén de sus caderas, de los surcos perfectos que dibujaban sus piernas, el ángulo perfecto entre mi espalda y la arena, sus manos deslumbrando con velocidades extremas. Y cómo inevitable no iba a ser morir, si cada vez que volvía me decía, "bésame despacio, que tengo prisa" y yo sin embargo, no dejaba de morir. Porque morir a veces era la mejor opción, sobre todo en el colchón, sin ningún pudor, de taquicardia al corazón. Porque así era como a veces destruía cada tramo de seguridad en mí misma que poseía, se acercaba al pecho y oía, "te noto nerviosa", decía. Como si fuese un experto en desenvolverme, con ligereza, como una pluma en manos de Julio Verne, con sutileza, escribiendo con saliva parrafazos en mi espalda, dejando descubiertos algunos enigmas.

Versos hechos de InsonmnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora