Capítulo VIII: Noche de cita

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—Voy a invitarla a salir mañana —Sirius declaró en voz alta desde la entrada, despertando el retrato de Walburga Black. 

Harry suspiró desde la cocina mientras ella comenzaba a chillar sobre «¡Traidor de sangre! ¡Toda la inmundicia de mis entrañas!» Como solía hacer las pocas veces que Sirius accidentalmente la despertaba.

—¡Piérdete, vieja vaca! —gruñó Sirius, tirando de las mantas sobre su retrato, cerrándolo.

Entró en la cocina y le sonrió a Harry. —Voy a invitarla a salir mañana —repitió.

Harry sonrió. —Felicitaciones. Te deseo la mejor de las suertes —dijo de manera sincera.

Sirius resopló. —¿Quién necesita suerte ? ¡Tengo buen aspecto y rezumo encanto! ¡Ella no podrá resistirse! —aseguró

—Entonces, ¿cómo se llama? —preguntó Harry—. Ya lo has descubierto, ¿verdad? Dime que en realidad hablaste con ella, al menos una vez.

Sirius sonrió. —Sí, he conversado un poco con ella hoy. Su nombre es Ruby. Realmente me gusta, tiene una gran sonrisa, un cuerpo curvilíneo en todos los lugares correctos, ¡y huele a cielo! —suspiró, hundiéndose en una silla—. Creo que puedo estar enamorado.

Harry levantó una ceja. —Vaya, Remus tenía razón —comentó.

Sirius entrecerró sus ojos hacia Harry. —¿Sobre qué? —preguntó sospechosamente.

—Tú talento para lo dramático —dijo Harry, riendo y esquivando cuando Sirius trató de agarrarlo. Se levantó de un salto, subió las escaleras y corrió a su habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Sirius lo había perseguido a su habitación. —¡Mocoso! ¡Tienes suerte de que respete una puerta cerrada! ¡Pero tienes que salir en algún momento! —exclamó la voz de Sirius detrás de la puerta.

Harry sonrió. —¡Espero que ya lo hayas superado! —regresó juguetonamente.

Sirius se rió entre dientes. —¡Tendremos que verlo! —le dijo al chico.

Harry escuchó sus pasos alejarse de la puerta y se deslizó hacia abajo, riendo sin poder hacer nada. Realmente le empezaba a gustar Sirius. El hombre era muy divertido, y era agradable tener un adulto que todavía supiera cómo jugar. Harry estaba disfrutando la oportunidad de recuperar su infancia perdida.

 

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Harry entró por la puerta y miró a su alrededor. Vacío. Se arrastró hacia las escaleras y tropezó con nada, luego fue izado en el aire antes de caer al suelo, tendido en el techo, mirando al suelo.

—Está bien, Sirius, ¡tú ganas! ¿Puedes venir a liberarme ahora? —gritó lo más alto que pudo

Sirius salió de su habitación con una cámara y le tomó algunas fotos a Harry, riéndose.

—Oh, vamos, ¿necesitas evidencia fotográfica ? —preguntó Harry malhumorado.

—¿De qué otra forma se supone que debo demostrarle a Remus lo ridículamente susceptible que eres ante las bromas? —le preguntó el hombre. Bajó la cámara y sacó su varita, deshaciendo los hechizos que había usado y gentilmente dejó a Harry en el piso.

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