Capítulo 3

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Vivir.

El hombre no se mostraba demasiado elocuente y Eren tuvo la sensación de que no iba a explicarse. Él le sostuvo la mirada por unos instantes, pero luego se levantó y comenzó a llevar los utensilios utilizados para la comida al fregadero, dejando a Eren con un refresco en sus manos. Luego de preguntar cortésmente si quería mas galletas, recibió una negativa por respuesta de parte del doctor.

Mientras él se disponía a fregar, Eren se excusó para pasar al baño, caminando despacio para evitar marearse y que le fuera aun más imposible de realizar aquella tarea. Había un viejo calefactor encendido, el cual le recordó a Eren uno que tenía su bisabuela.

Se lavó la cara y las manos y se enjugó la boca con algo de pasta de dientes que logro encontrar sobre el botiquín que se encontraba encima del lavabo. Dentro de este también había una botella de agua oxigenada, unas maquinillas con espuma de afeitar, una caja de banditas, un frasco de vitaminas y un cepillo para el pelo.

El compartimiento de la ducha era de estaño, en el cual se encontraban, en un pequeño soporte, una pastilla de jabón corporal y un bote de champú. Se moría de ganas de limpiarse la sangre del cabello, pero se abstuvo para evitar volver abrirse el corte en su cabeza. El chichón no había aumentado de tamaño, pero aun así sentía intensas punzadas de dolor sobre la herida.

No pudo con su curiosidad, el pequeño armario que se encontraba en la habitación lo hacia tener grandes impulsos de abrirlo. En los estantes encontró cosas normales: toallas grandes y pequeñas, pulcramente apiladas, rollos de papel higiénico, pastillas de jabón y varios productos de limpieza.
Las cajas de munición ya no eran tan normales.

Se encontraban en el estante superior, todas etiquetadas según el calibre de las mismas. Al sacar una caja y examinar el interior, se dio cuenta de que todas eran municiones reales, se le hicieron muy similares a las de las películas de accion: amenazantes y mortíferas.
Cerró la caja y la guardo, procurando dejarla en el mismo estado en la que la encontró, preguntándose donde se encontrarían todas las armas correspondientes a las mismas.
Salió del cuarto, encontrándose completamente a oscuras, exceptuando el continuo fuego de la chimenea y la del aplique que de encontraba sobre el fregadero de la cocina, mismo lugar donde se encontraba el hombre. Este, al oírlo salir, se giró para hablarle por sobre su hombro.

-He supuesto que querría acostarse

Eren examinó la cama en la que antes se había encontrado acostado. Estaba completamente estirada, contrastando con las arrugas que había dejado en ella anteriormente; ademas esta contenía un doblez perfecto en un ángulo de noventa grados y la almohada ensangrentada había sido reemplazada por una nueva.

-Yo dormire en el sillón reclinable

-Dormirá en la cama- replicó el hombre, apagando el aplique del fregadero, dando por terminada la discusión.

Eren se sentó en el borde de la cama, percatándose de la incomodidad que le producía su ropa. Llevaba todo el dia con sus mallas deportivas, las cuales eran muy ceñidas y le ajustaban demasiado. Al igual que su musculosa, la cual estaba sucia y tenia rastros de que se habían secado de forma incorrecta al estar mojada. Pero a pesar de todo aquello, Eren estaba reticente a quitarse alguna de las prendas y si el tipo pretendía desnudarlo, le caería una buena pelea.
Contuvo la respiración cuando él se acerco hacia donde estaba, pero se tranquilizó cuando dejo otra botella de refresco y una pastilla analgésica. Luego se dirigió al baño, de donde salio con una botella de agua oxigenada y con pequeños retazos de papel higiénico doblados en cuadro.

-No tengo algodón ni gasas.- explicó mientras colocaba el liquido sobre el papel, teniendo la intención de desinfectarle la herida.

-Yo lo hago.

-No puede ver la herida y si comienza a palpar para encontrarla, podría reabrir el corte. - Eren sabía que tenia razón, por lo que se dejó hacer. -Vuelva la cabeza...-le movió el mentón con el dorso de la mano, él le obedeció, quedándose sentado, tenso y nervioso mientras él se encargaba de limpiar la herida. -¿Duele?

Maldad LatenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora