Capítulo 1

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-¿Duele tanto cómo aquí?- el Doctor Eren Jeager señaló la imagen de un niño con lágrimas en los ojos -¿O cómo aquí?- señaló la imagen contigua, la cual contenía la imagen de un niño enfadado.

El pequeño señaló el peor de ambos casos.

-Lo siento cariño- exclamó el profesional mientras proseguía con la inspección de ambos oídos del niño que chillaba de dolor. -Ambos estan infectados- informó a la agotada madre. -Debería llevarlo a un otorrino pediátrico.

-Ya lo he intentado, ninguno acepta clientes nuevos.

-En ese caso, los recomendaré a uno de los mejores- Eren no presumía en vano, sabía que su colega aceptaría cualquier cliente recomendado por el. -Esperaremos seis semanas para que la infección se cure, luego pediré cita para él. Por el momento le recetaré un antibiótico, ademas de un antihistamínico para limpiar el fluido del tímpano. Puede darle un analgésico infantil, pero en cuanto la infección disminuya, el dolor se irá. No lo obligue a comer, pero debe estar bien hidratado. Si no mejora en unos días o la fiebre vuelve, llame al doctor de esa tarjeta. Estaré fuera el fin de semana, pero me sustituirá otro médico. No creo que vaya a necesitarlo, pero de hacerlo, se que estará en buenas manos.

-Gracias, Doctor Jeager. Espero que disfrute su fin de semana.

-Voy a correr treinta kilómetros.

-Eso suena a tortura.

-De eso se trata- respondió el joven doctor con una sonrisa.

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Al terminar con la consulta, Eren entregó la receta y terminó de completar el historial del pequeño.

-Esa era su última visita- exclamó el auxiliar, el cual acababa de despedir a la madre y a su hijo, mientras le extendía los últimos papeles.

-Esta bien, entonces ya me voy. ¿Aun siguen atendiendo los doctores Arlet y Reiss?

-Si, y ambos tienen pacientes en la lista de espera. Oh si, el doctor Arlet le ha dejado una nota.

"Mucha mierda. ¿O no se le puede decir eso a un corredor de maratón?".
Eren río mientras doblaba la nota y se la guardaba en el bolsillo de la bata.

-La Doctora Reiss ha dicho que tenga cuidado con los osos.

-¿Saben sus pacientes que son un par de payasos?- dijo Eren entre risas. -¿Puede enviarle adiós de mi parte?

-Lo haré. Que tenga una buena carrera.

-Gracias. Nos vemos el lunes.

-Oh, casi lo olvidaba. Ha llamado su marido, dijo que saldría temprano de su trabajo para despedirse.

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-¿Eren?

-Estoy aquí - cuando Jean entró al dormitorio, Eren terminaba de cerrar la cremallera de su bolso y con un movimiento lo cargó encima de su hombro.

-¿Has recibido mi mensaje? No quería que te fueras sin poder despedirme.

-Quería salir temprano para evitar el tráfico de la tarde del viernes.

-Buena idea- Jean lo observó por un momento. Sus ojos solo marcaban decisión y aun había una pizca de enojo por la pelea que habían tenido la noche anterior. -¿Sigues enojado?.

-¿Y tu no? A puesto que si... Y mucho.- Eren no se equivocaba, Jean aún seguía con el mismo o peor enojo que en la noche.

Aquella pelea era el resultado de la tensión que habían estado acumulando hace tiempo. Aun se sentían vivas las maldiciones y los gritos dichos por ambos, por la noche el único contacto que tuvieron en la cama, fue el leve calor que emitían las espaldas de ambos hombres.

-¿No gano puntos por despedirme de ti?- Preguntó Jean con galantería.

-Depende.

-¿Depende de que?

-De que intentes convencerme para que me quede aquí.

Jean solo pudo exclamar un chasquido con su lengua por hastío, seguido de un sonoro suspiro.

-Ya lo sabía... No te gastes 'Cara de Caballo'. Deberías haberte quedado en la oficina; me voy y aunque no tuviera esta carrera, me iría para tener un tiempo a solas. Una noche separados nos ayudará a ambos. Y no te preocupes, en caso de que la carrera me canse demasiado, puede que duerma allí mañana por la noche.

-Una noche o dos no harán que cambie de opinión. Esa obsesión tuya...

-No empieces otra vez, ayer comenzamos así. - La fuente de aquella discusión no solo había sido la carrera. De hecho, eso fue la gota que colmó el vaso. El problema radica desde antes. Era un problema dentro de su matrimonio.

Y Eren estaba impaciente por irse de la vista de su esposo. Deseaba poder conducir en la carretera por un largo rato, sin  importarle cuánto tráfico hubiera.

-Te anoté el nombre del hotel donde dormiré esta noche- dijo Eren mientras cargaba su bolso, señalando con su cabeza hacia la nota que estaba sobre el desayunador.

-Llámame cuando llegues. Quiero estar seguro de que hayas llegado bien.

-Claro- Eren se colocó sus gafas de sol y abrió la puerta de atrás.

-¿Eren?

El se detuvo en el umbral de la puerta y se dio la vuelta. Jean se acercó y lo besó con un sutil roce de labios.

-Ten cuidado.

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-¿Jean? Acabo de llegar al hotel.

Eren se encontraba fatigado debido al estrés. El tráfico se había reducido considerablemente llegando al norte, al igual que la temperatura, la cual comenzaba a reducirse a medida que llegaba al hotel. Se debatió unos minutos entre llamar o no a Jean, pero se decidió a hacerlo. Él sabía que si el contrario fuera el que se hubiera ido, él también se preocuparía. Se recostó en la cama y comenzó la llamada.
Había sido corta y banal. Jean había intentado hacer algún que otro chiste, pero Eren no reía con ellos, por no que cambiaron de tema hasta llegar al tema del pleito.

-Realmente opinó que estas cometiendo una locura.

-Tengo la ruta estudiada Jean. Todo estará bien. Hasta estoy ansioso por recorrerla.

Hacía más frío del que había previsto. Lo notó en cuanto bajó del coche. Por supuesto, era predecible debido a la zona montañosa que había en el pueblo. Ya había salido el sol, pero estaba cubierto por las nubes que disminuían aún más la visión del lugar.

Una carrera por allí arriba era exactamente lo que Eren deseaba en ese momento. Un completo desafío.

Evaluó las condiciones meteorológicas mientras realizaba los estiramientos necesarios. El dia era perfecto para correr, a pesar de la temperatura. Apenas soplaba el viento y en el bosque circundante el viento apenas llegaba a las ramas más altas de los árboles.

El aparcamiento donde se había estacionado estaba destinado para turistas que acudían al mirador cercano. También servía como punto de partida para los numerosos senderos de montaña que partían allí que luego se bifurcaban en la cima de la montaña. Los nombres de los senderos se encontraban identificados por nombres en flechas indicadoras de madera.

Localizó el sendero que había escogido luego de la exhaustiva búsqueda por internet. Le gustaban los retos, pero aun así no era imprudente. Si no estaba seguro de que podría ir y volver por el mismo camino, ni siquiera lo intentaría. Aún así, estaba ansioso por recorrer ese sinuoso sendero.

Guardó la bolsa en el maletero del coche y se colocó la riñonera. Luego se ajustó la cinta en la cabeza, colocó el cronómetro del reloj de su muñeca en cero, se enfundó los guantes y emprendió la marcha.

Maldad LatenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora