Capitulo 8

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El día estaba bastante agradable, lo cual alegraba a cierto agente. Erwin Smith había sido agente especial del FBI desde hace ya varios años y no esperaba encontrarse en esta situación en estos momentos. Subió los escalones lentamente, para luego comprobar los nombres que habían en varios timbres del edificio. Pasó por alto varios, hasta detenerse en el que decía "Leonhardt-Hoover" para luego tocarlo. Le respondió por medio del comunicador la voz de una jovencita, casi inmediatamente como si hubiera esperado ansiosamente por él.

-¿Señor Smith?

-Sí, ¿Es usted la señorita Annie?

-Si, así es. Espere un momento, ya le abro. – contestó, para que luego se escuchara el sonido de un botón ser presionado, acompañado de un zumbido fuerte.

Erwin empujó fuertemente la puerta, pudiendo así entrar al edificio. Cuando la señorita le había llamado el día anterior, le dijo que se encontraran en su edificio, ya que le costaría salir en su estado. El accedió y le pidió una descripción del mismo así no habría posibilidad de perderse. Comprobó, en efecto que la chica tenía razón. Era un edificio que asemejaba ser bastante moderno, pero que por dentro se veía bastante deteriorado. Le había advertido que no tenían asesor, que con perdón de ella, debía de usar las escaleras. Amablemente le dijo que no había problema con ello, pero internamente agradecía que viviera en el segundo piso y no en el cuarto. Al subir por ellas y llegar al segundo piso, la pudo ver. Ahí estaba la señorita, era tal como recordaba: rubia con el cabello recogido en un rodete, de ojos celestes, bastante seria, joven y pequeña; aunque con un pequeño detalle, un gran y abultado bulto en su vientre. Con treinta y pocos años, Annie seguía siendo una mujer bastante atractiva. Vestía con una camisa grande, pareciera que era de su esposo por el diseño poco femenino junto con unas calzas especiales para embarazadas. Ella dejó ver una pequeña sonrisa, y toco suavemente su estomago.

-No ha cambiado nada, señor Smith

-No puedo decir lo mismo de usted – Dijo él con una gran sonrisa

-Bueno, es cierto- exclamó, dando un par de golpecitos en su vientre. Miro a Erwin y le tendió su mano derecha, para estrecharla con la suya. Luego del saludo, se dirigió hacia adentro, dejando que él pasara después de ella y cerrara la puerta tras de sí. El departamento era pequeño, bastante acogedor. Tenía una sala con un sofá de dos cuerpos y a juego dos individuales con una pequeña mesita en medio de ellos. Sobre las paredes habían colgados algunos cuadros, algunas obras de arte y otras eran fotografias de ella y su marido, así como sus amistades y familiares, según recordaba. También había un gran mirador con vista a la calle, el cual dejaba entrar el sol, inundando toda la habitación con su luz.

-Gracias por llamarme. Siempre dejamos nuestras tarjetas a la gente, pero no suelen llamarnos muy seguido. Menos aún después de tanto tiempo.

-Sí, cuatro años si no llevo mal la cuenta.

Se habían conocido por esa época, luego de haber ocurrido aquel horrible suceso. La masacre de Shiganshina se había producido hace cuatro años. El se había encargado de ello y le había interrogado dos meses después de haber ocurrido. Luego de aquello, no habían vuelto a saber el uno del otro, hasta que ella le había llamado el día anterior.

-Siéntese, por favor. – Le dijo, señalándole el sofá más grande de la sala. El asintió y tomo asiento para luego mirarle - ¿Le apetece tomar algo?

-No, gracias. Bonito edificio

- Mi marido lo heredó de su abuela, vivió por más de cuarenta años, así que tuvimos que modernizarlo un poco. La cocina y los baños eran bastante antiguos, tomaron bastante tiempo. Lo mejor fue descubrir que tenía una habitación libre, lo cual es perfecto para nosotros por el bebé.

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