Capitulo 7

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-Esta horrible fuera...

Eren dejó caer la cortina de la ventana. El tiempo había empeorado muchísimo desde la noche, había nevado, tal como el hombre le había dicho. Pensó que tal vez solo le había dicho eso para sugestionar, para que olvide la idea de irse de la cabaña, pero había sido completamente sincero. Mientras él veía por la ventana, lamentando su suerte, el hombre se la había pasado arreglando la tostadora que se había arruinado en el desayuno. Las tostadas no habían saltado como deberían y solo había salido un horrible olor a quemado del aparato.

-¿Qué tan vieja es esa tostadora? – Pregunto Eren con el ceño fruncido y con una voz que denotaba su enfado y malhumor. No sabía si lamentarse de sí mismo o frustrarse.

-Oh, así que me habla a mi por fin. No sabría decirle, vino con la casa.

-¿Por qué no se compra una nueva? No debió aceptarla como así, quien sabe en qué situación habrá estado.

- La he limpiado antes de comenzar a usarla, no se preocupe porque no se ha envenenado con las tostadas. Además, puede arreglarse y prefiero hacerlo por mi mismo antes que comprar una nueva y que salga defectuosa.

Eren solo guardo silencio y pensó en sus palabras. Tal vez era ese tipo de hombres que preferían hacer todo ellos mismos. Anteriormente, ya había arreglado sus gafas de sol pegándole la patilla que se había roto. Tenía sentido que el hombre fuera de esa forma, después de todo, vivía en un lugar alejado de la ciudad, solo y sin ninguna compañía, a excepción de él, sin ningún modo de comunicación, internet o algún objeto electrónico que no fuere la tostadora y la laptop. Además de que, según parecía, no confiaba en nadie y sus vecinos no estaban tan cerca como los suyos. Pensó en su casa, en sus vecinos y en su compañero de casa. Jean no sabría siquiera usar una tostadora, no sabía conectarla y aún menos arreglarla. Pensó que era un inútil, pero luego recordó que él jamás se lo había pedido, y de hacerlo, solo se habría frustrado con sus fracasos y hubieran terminado discutiendo. Eren jamás le había pedido algo relacionado con su casa, siempre lo había hecho el mismo. Siempre fue independiente y autosuficiente a su modo, dejando a su marido de lado, incrementando la lejanía entre ambos. Tal vez, si le hubiera pedido ayuda, su matrimonio sería más alegre y tendrían más cariño por el otro. Recordó cuando habían comenzado a alejarse. Sucedió cuando Jean no había logrado ser ascendido en la compañía de inversiones donde trabajaba, se había vuelto indiferente y siempre denotaba la decepción y la frustración, al menos para Eren. Para poder hacer algo para animarle, Eren le llamaba varias veces al día, aunque fuera por alguna tontería para demostrarle que siempre estaba pensando en el. Pensaba que eso los acercaría aún más, pero los resultados habían sido todo lo contrario a lo que esperaba. Jean lo veía como molesto, lo notaba demasiado irritado cuando contestaba sus llamadas, como si su voz le molestara. Cierta vez, incluso, le había dicho fríamente que dejara de actuar de esa forma, que dejará de tenerle lastima. Eren se disculpó una y otra vez, trato de explicarse, pero solo había recibido silencios, por lo que decidió cambiar de estrategia, sugería salidas románticas, viajes para los dos a lugares que en internet recomendaban para parejas, lo que fuere que le sonara atractivo para ambos. Por supuesto, todo terminó en respuestas negativas por parte de Jean o solo le ignoraba para seguir con su trabajo o con cualquier cosa que le resultara más interesante que la voz de Eren.

Su vida sexual había disminuido en demasía, hasta que Jean se quejo por la baja frecuencia, pero cuando lo intentaban, se terminaba todo antes de siquiera comenzar. El orgullo de Eren le impidió tentarle, no podía cambiar su actitud o actuar como él esperaba solo por un momento se sexo. Todo ello, solo acabó en frustración por parte de ambos y en incrementar de tamaño la lejanía entre ambos. Las peleas eran mayores, los enojos quedaban como enojos y con las lejanas reconciliaciones que terminaban en un fin de semana de ellos solos entre sus sábanas. Lo último había sido la discusión por la indiferencia de Jean por el hobbie de Eren, las maratones. Se trataba de un evento para beneficencia con el cual había colaborado con su clínica, se necesitaban fondos para un estudio infantil y el estaba dispuesto a participar, no solo para ayudar, sino también por gusto. Jean le había dicho que estaba obsesionado con las carreras, que no tenían sentido y que se aburriría si debía asistir como apoyo. Sabía que la distancia entre ambos era inmensa, pero la forma despectiva, tosca y hostil que había dicho esas palabras, hizo que el enojo de Eren saliera de sus labios sin siquiera darse cuenta, aunque logró resistirse. Lo habría dicho todo de no haberse resistido, la frustración, los enojos previos y las sospechas que su cabeza le recordaba constantemente: que tenía un amante. Era algo común de suponer, siempre se escuchaban esas historias de señoras mayores. Los hombres casados y frustrados buscaban lo que faltaba en sus matrimonios; sexo, atención, cariño o solo alguien con quien poderse desahogar. Aunque lo sospechara, no tenía las pruebas para encararlo, por lo que decidió guardar silencio hasta estar completamente seguro.

Maldad LatenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora