3º Descubriendo la verdad

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3º Descubriendo la verdad

El desgraciado suceso ocurrido a la señora Darcy se puso en conocimiento de toda la casa, obviando el tema del envenenamiento. Desde ese momento, Elizabeth estuvo acompañada en todo momento, para impedir que nadie pudiera hacerle daño de ninguna manera.

Durante el día, la señora Thorton y Georgiana se turnaban para acompañarla, contándole historias, leyendo, interpretando música, haciendo cuanto se les ocurría para mantenerla distraída, y ella no se quejaba de nada, pero tampoco mostraba demasiado interés.

Por las noches era su esposo quien velaba su sueño. Cuando llegaba, ella se abrazaba a él con fuerza, se acurrucaba contra su pecho para después dormirse al sentir como él le acariciaba la espalda y besaba sus cabellos con dulzura.

La señora Reynolds se había encargado de que ningún miembro del servicio que llevara menos de cinco años se acercara a la cocina o a las habitaciones de sus señores, y hacía que la cocinera probara cada plato que preparaba ante ella, asegurándose de que no llevaba nada.

Tal como había dicho, el doctor hizo conocedor de lo sucedido al magistrado del condado, que no tardó en hacer una visita a Pemberley, donde el señor Darcy y él hablaron largo y tendido. El hombre se marchó ya entrada la noche, asegurándole que investigaría por la zona por si localizaba a quien suministró el veneno, y pidiéndole que si descubría alguna cosa se la hiciera saber de inmediato.

Del mismo modo, el galeno acudió cada día a ver el estado de Elizabeth. Los primeros días no parecía haber mejoras, pero tras una semana, los sangrados empezaron a remitir y la piel oscurecida empezó a clarearse de nuevo. Aunque la recuperación iba a ser lenta y su cuerpo tardaría bastante en eliminar el arsénico, aquellos dos síntomas de mejoría fueron muy alentadores.

Dos semanas después, el doctor concedió permiso para que Elizabeth pudiera bajar al salón y permanecer sentada un rato por lar tardes. Aunque siempre debía bajar acompañada por alguien. Y al poder salir fuera de su habitación, donde se sentía enclaustrada, el ánimo de Lizzy empezó a mejorar también. Aunque lo que realmente la ayudó fueron los tres niños de su dama de compañía.

Los pequeños, que habían estado muy preocupados por ella, se mostraron extremadamente cariñosos, y no dudaron en mostrarle afecto y en hacerla reír con sus juegos y sus bromas. Ver aquello hizo que Darcy pudiera respirar un poco más tranquilo, aunque no del todo. No podía bajar la guardia hasta que el culpable apareciera, y sabía que eso podría llevarle algo de tiempo.

Viendo que su esposa estaba bien atendida, decidió centrar todas sus energías en resolver aquella situación. Sabiendo que a Elizabeth la animaría más que cualquier otra cosa ver a su hermana Jane, escribió a su amigo Charles narrándole todo lo sucedido y pidiéndole que acudieran a Pemberley. Tres días después, los Bingley estaba en Pemberley, en el despacho de Darcy, observando al caballero con mucha seriedad.

-¿Es cierto que mi hermana ha sido envenenada? - Preguntó Jane a su cuñado cuando estuvieron los tres a solas. Y cuando Darcy asintió solo pudo ahogar un grito de horror- ¿Quién ha podido ser capaz?

-No tenemos certeza de nada, y estamos intentando resolverlo sin levantar sospechas- Les explicó- Creemos que puede ser alguien del servicio.

-¿Por qué alguien del servicio querría hacer algo así?

-Creemos que puede ser alguien enviado por mi tía- Dijo por fin, necesitando desahogarse, así que les contó todo lo sucedido en Rosings- Dadas las circunstancias, no podemos descartar que ella haya tenido algo que ver.

-Desde luego es para sospechar de ella- Concordó Charles con él- ¿Y porqué has tardado tanto en decirnos nada de esto?

-Hasta que Elizabeth no perdió a la criatura tampoco sospechamos nada, pensamos que estaba enferma, pero nada como esto- Les dijo con pesar- Y después, he estado tan pendiente de ella que no he prestado demasiada atención a lo demás.

Por ti vale la penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora