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Capítulo XXIII
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Habían pasado tres semanas desde que supe lo que realmente era

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Habían pasado tres semanas desde que supe lo que realmente era. Y conforme iban pasando los días, se hacían cada vez más tediosas y largas las horas, los minutos, los segundos… en fin, el tiempo en sí.

Durante esas tres semanas, había concentrado mis fuerzas y mi energía en querer convertirme en loba. Y no me detendría hasta lograrlo.

Despertar hoy, con los primeros rayos de un sol cubierto por las nubes, que traspasaban por los bordes poco cubiertos de las cortinas, fue tan doloroso, o más, como el primer día de mi entrenamiento. Y hoy no sería un día más. Este día traía  algo más consigo que un simple día nublado y frio. Podía sentirlo.

Hoy sería un día totalmente diferente…

-¡Arriba dormilona! ¡Es hora de levantarse!- se movió rápidamente hasta los ventanales, abriéndolos de par en par las cortinas, dejando entrar aquella luz matutina.

-¿Era necesario que las corrieras?-  mi humor no era bueno por las mañanas, mucho menos a las 06:30 AM. Me levante lentamente de la cama, recogiendo mi pelo una vez de pie y encaminándome hacia el cuarto de baño.

-“Un poco de luz a tu vida, no le hará daño”- pensó alegre Alice. Reí ante aquel pensamiento suyo, y mientras lavaba mi rostro y lo secaba, Alice se movió rápidamente, colocándose detrás de mí. Me sobresalte al sentir sus frías manos en mi zona lumbar. – ¿Qué es esto?- su voz se lleno de preocupación mientras recorría las heridas con sus gélidos dedos. No pude evitar quejarme un poco, sintiendo ardor.

-Estaré bien, Alice.- me gire, enfrentándola y evitar que las siguiera viendo. –Fue un accidente.- le dije seria y convincente. –Es parte del entrenamiento.

-¿Segura?- se cruzo de brazos. –Por que se ven horribles y hechas por un lobo.

-Si, Alice, lo sé.- sonreí un poco para tranquilizarla. –Carlisle las reviso anoche. Y me dijo que para esta noche ya no estarán.- camine acercándome a ella para sacarla del baño. –Ahora… si me disculpas…- me detuve en la puerta y le señale la salida. Dudo un poco ante mi reacción, pero logre convencerla.

-Claro. Lo siento.- sonrió un poco. –Tu desayuno te espera abajo.- dijo al tiempo que salía a toda velocidad de la habitación. Negué con mi cabeza al tiempo que volvía a concentrarme en mi deber como humana, recién despierta y levantada, para comenzar su día.

Solo me tomo 20 minutos buscar mi ropa y cambiarme. Claro, hubieran sido menos, si Alice no se hubiera puesto en la laboriosa actividad de acomodar mi ropa en los distintos cajones, agregando más prendas a mi genial y despreocupado vestuario.

¡JA!

Pensar en cómo había cambiado mi vida en estas semanas, me hacia reír.

De pronto, había logrado averiguar y descubrir lo que realmente era. Y no solo eso. También había logrado llenar mi patética y solitaria vida de gente –si es así como podía llamárseles- un tanto parecidas a mí, o al menos a ess dos partes que me conformaban.

Mientras salía de la habitación –con mi paso humano lento, recién despierto y aun adormilado- y bajaba las escaleras, no pude evitar traer al presente los recuerdos de mi primer entrenamiento. Fue al día siguiente de que la bomba de la verdad y el descubrimiento, me cayeran encima, dejando como secuelas de su estallido el alivio por saber de una buena vez lo que era y la preocupación por no saber hasta donde era capaz de llegar.

Jacob había tomado el papel de mi entrenador personal, dado que el sabia como “despertar” mi lado lupino –según Carlisle-. Y a él –y solo por la mera diversión y curiosidad- se le sumaron Emmett, Jasper, Edward y la odiosa de Rosalie. Claro que, esta última, solo quería ser participe para hacerme sufrir con sus propias manos, o al menos eso traduje de sus pensamientos sutiles y amables.

Fred también formaba parte del grupo de entrenadores. Aunque, a decir verdad, él solo actuaba cuando veía que necesitaba un descanso. Era mi campana de tiempo fuera. Y eso molestaba a Jacob, porque cuando Fred creía que ya había tenido suficiente, liberaba su poder, interrumpiendo tal vez algún que otro ataque sorpresa por parte de él, o de cualquiera del resto.

Fred siempre era mi escudo en cuanto a los posibles ataques externos que podían llegar a recibir… siempre fue mi protector… mi ángel de la guarda…

Y en cuanto a Alice… bueno, teníamos nuestro propio entrenamiento por aparte. Ella solo quería poder ser capaz de ampliar su campo de visión del futuro. ¿Pero porque? ¿A quién, o quienes, aparte de los lobos no podía ver?

Practicar con Alice dejaba más secuelas en mi cuerpo. Unas horribles jaquecas, que duraban más que cualquier herida. Pero valía la pena, porque al menos me sentía útil en algo.

El salón estaba en silencio. Y no había nadie en el.

Los pensamientos de Esme me guiaron hasta la cocina. Estaba tratando de recordar una vieja receta familiar. Pero se dio por vencida al no poder hacerlo.

-¡Buenos días, mi niña!- se giro, al tiempo que me detenía para observarla moverse por la cocina. – ¿Dormiste bien?- pregunto dulcemente mientras señalaba un lugar en la mesa, donde estaba ubicado mi desayuno. El exagerado y abundante desayuno.

【MONSTRUO】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora