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Capítulo IV
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Sentía el calor del sol en mi cara, la brisa del océano sobre mis brazos y la arena de la playa sobre mis pies descalzos

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Sentía el calor del sol en mi cara, la brisa del océano sobre mis brazos y la arena de la playa sobre mis pies descalzos.

No estaba sola, Paul estaba conmigo. Corríamos por la arena, justo en el borde de la playa.

Estaba riendo.

Por primera vez, después de semanas de puro infierno, estaba riendo. Y se sentía bien, no tenía nada por el cual preocuparme, me sentía libre.

Mientras admiraba el reflejo del sol en el agua, pude oír a Paul ladrar a lo lejos, ya no estaba a mi lado. Baje la mirada para buscarlo y no lo vi en la orilla.

—¿Paul?- lo llamé —Ven aquí, muchacho ¿Dónde te metiste? — reí.

Volví a oír su ladrido. Esta vez venia del bosque.

—¡Ven aquí muchacho! — lo llame desde la playa. Pero esta vez no contesto.

Me adentre al bosque, descalza como estaba.

Todo estaba húmedo y en sombras. La luz apenas traspasaba las copas de los inmensos árboles que allí había. Todo estaba en silencio, no había ni siquiera el sonido del viento al pasar por las ramas de los árboles.

— Venga, ¡¿Dónde estás perro tonto?! — volví a llamarlo a gritos, sin respuesta.

Cada vez me adentraba más entre los árboles. Algo no andaba bien, Paul nunca se alejaba así de mí.

A mitad de mi camino, había un inmenso tronco tirado, lo salté y caí, me levante y seguí caminando.

—Paul ¿Dónde estás?- lo llame, esta vez silbé; pero no había respuesta.

Empecé a desesperarme. A tener miedo.

Seguí caminando, llamándolo una y mil veces, gritando su nombre y silbando. Todo sin respuestas, la desesperación y el miedo crecían en mi pecho. Se estaban volviendo uno.

Mis ojos barrían todo el lugar, en busca de mi amigo. Mis gritos se volvían ecos ante el bosque oscuro y silencioso.

Había caminado tanto por aquel sitio, que ya me encontraba cerca del otro extremo.

No había rastros de mi perro.

Volví a gritar su nombre y a silbarle, esta vez en dirección opuesta. El viento trajo un olor. Un delicioso olor. Mis pulmones se llenaron de ese delicioso aroma.

Inconscientemente lo seguí, para cuando estaba llegando hacia la salida del bosque, pude oír un chillido. Era Paul.

Salí corriendo y allí lo vi. Tirado en medio de aquel prado. Estaba sangrando.

【MONSTRUO】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora