Capítulo 4: Un forjador suelto por las calles

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La vida cotidiana de los ciudadanos de Mewni se producía con normalidad. La gente andaba por las calles entre los puestos de fruta, ropa y comida. Los viajeros examinaban con curiosidad las cosas que había allí. Alguno se atrevía a adquirir alguna de ellas para conmemorar su viaje, y otros preferían seguir buscando otras cosas.

Desde las alturas, todos ellos eran vigilados por un tipo encapuchado con cuernos. Este y muchos otros tipos como él permanecían expectantes al momento en el que algo ocurriera. ¿Cuándo crees que pase algo?

― Solo es el primer día, y todavía es temprano. Ya nos lo dijeron cuando aceptamos hacer esto. ―comentaba Kleyn, recordando lo que había ocurrido el día que lo invitaron a formar parte de la reunión.

Los presentes en la dimensión de Kleyn se prepararon para volver a casa. Ya casi todos habían atravesado el portal, solo quedaba Kleyn. Antes de que este también se fuera, vio un clon que venía corriendo para avisarle de algo. Era Kin, el cual estaba bajando por las escaleras, corriendo como un poseso. Kleyn estiró una pierna al interior del portal mientras veía como Kin se acercaba corriendo y gritando.

― Kleyn, espera!

El que había sido llamado se metía más y más en el portal a medida que el clon se acercaba, hasta desaparecer en él. Kin corrió rápido para entrar en el portal antes de que este se cerrara.

― Espera. ―volvió a llamar.

Cuando llegó, el portal se había cerrado, pero detrás de este se hallaba Kleyn, quien sonreía de forma burlona.

― Has sobreactuado mucho. ―le dijo al clon.

― Qué puedo decir, hay que darle emoción a algo a pesar de que sea obvio que es una broma.

― Sí, demasiados años conociéndonos, supongo. ―comentó calmando su burla y dándole un tono un poco más serio a la conversación― ¿Y bien, para qué me llamabas?

― Hay un dragón motocicleta en la entrada, quiere entrar, pero el otro guardia lo está entreteniendo por el momento.

― Entiendo. Voy para allá.

Kleyn apareció delante de la entrada, justo donde estaba el guardia entreteniendo a la criatura. Se fijó en que era el mismo dragón que había encontrado en la sala de reuniones del castillo.

― Deja que entre. ―le ordenó a Krux.

Este dejó de acariciar al dragón y se quitó de en medio. Nachos hizo girar sus ruedas con calma, entrando a la guarida. Allí, fue directo a donde se encontraba la valla de hierro. Metió su cabeza por los barrotes en afán de querer entrar.

― No, chico, no puedes ir ahí. ―pronunció en tono alegre por la peculiar situación.

Mas el dragón se giró hacia él, y su rostro, lejos de ser uno de curiosidad por algo que la criatura no entendía, era de añoranza. La expresión de Kleyn se tornó un poco más serie. Miró a aquella criatura directamente a los ojos. Tuvo una corazonada.

Dio un suspiro y con su dedo fundió un par de barrotes de la valla. Quitó la parte que había cortado y le permitió a la criatura pasar. Esta comenzó a olisquear el banco y el suelo. Luego comenzó a frotar su hocico en ambos sitios, recordando los tiempos con sus compañeros.

El forjador se le acercó por la espalda y le apoyó su mano sobre la cabeza. Lo comenzó a acariciar para consolarlo. Lo cual provocó que Nachos se girase a verlo.

― Ey, grandullón, volvamos a Mewni, que los demás nos están esperando. ―mencionó inspirando aire por la nariz para expulsarlo convirtiéndolo en dos pequeñas llamaradas que se apagaron al instante de salir.

La forja (SVTFOE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora