Capítulo 5: Los ladrones de tijeras

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El calor de la habitación era sofocante, al menos para uno de los dos hombres que estaban allí encerrados. El semibestia había sucumbido ante la táctica de Kleyn, y estaba dispuesto a hablar.

― Hablaré, pero antes dame un poco de agua, por favor. ―dijo, casi suplicando.

― No tan deprisa. ―intervino― Yo te dije que te daría agua una vez que me dijeses aquello que te pedí.

― Prometo hablar, pero solo dame un poco de agua. ― suplicó esta vez.

― No, eso no ocurrirá. Hasta que no me digas lo que quiero saber, no tienes derecho a pedir agua. Puedes intentar seguir suplicando, pero no te escucharé. ― sentenció con firmeza.

El tipo se sentía nervioso. Tenía una sed terrible, quería beberse toda el agua de ese vaso, y más, pero parecía que ese guardia se mantendría impasible ante las súplicas, no porque lo había dicho, sino porque su posición se veía firme y seria.

― Está bien. Tú ganas. ―sucumbió al fin.

― Responde a lo que te he pedido. El motivo por el que robas, si trabajas solo y, en caso de no hacerlo, cuántos ladrones más hay aquí.

― Robo tijeras porque nos pagan bien por ellas. Y no, no trabajo solo. En esta ciudad, al menos la última vez que lo supe, éramos unos ocho ladrones de tijeras.

― ¿Por qué dices la última vez que lo supiste?

― Porqué nuestro jefe pudo haber enviado a más ladrones a esta ciudad sin que nos dijese nada. Nuestra misión es trabajar por cuenta propia y enviarle las tijeras que robamos. A cambio, él nos paga de forma muy generosa.

― ¿Quién es tu jefe? ¿Se encarga de gestionar los robos en Mewni?

― No conozco el nombre de mi jefe. No estoy a la altura de alguien que deba saberlo, solo sé que él es quien nos da órdenes y quien nos paga. Por lo que sí, se encarga de gestionar los robos, pero, si lo poco que sé es cierto, no gestiona solo el reino de Mewni, sino que abarca más territorio.

― ¿Hasta dónde llega su control?

― No lo sé. ―Kleyn no se mostró convencido al oír esa respuesta― Lo juro. Juro que no lo sé.

El forjador se llevó la mano al mentón y se tomó de la punta usando su dedo índice y pulgar. Meditó un momento las palabras del mapache. Estaba debatiendo si creerle o no. Aunque a simple vista ya se podía apreciar que el semibestia estaba derrotado, se había rendido ante la posibilidad de no beber agua. Tanto, que a Kleyn le daba lástima.

― De acuerdo. Te creo. No hay más preguntas. ―hizo una pausa mientras se levantaba― Al menos por ahora.

― Gracias, ahora dame el agua. ―pidió con enorme desesperación.

Kleyn tomó el vaso y se lo bebió de un trago.

El semibestia vio de forma lenta como el agua desaparecía en la boca de aquel guardia y bajaba por su garganta. Acto seguido, abrió la puerta dispuesto a abandonar la sala.

― ¡Oye, oye! ¿A dónde vas? ―preguntó desesperado― Teníamos un trato. No me dejes aquí maldito malnacido. Yo no soy el monstruo aquí, tú lo eres, tu eres un monstruo de verdad. Vuelve, vuelve. Hijo de...

La puerta se había cerrado y Kleyn había vuelto a la habitación en la que estaba Buff Frog. Este lo miraba impresionado mientras entraba a la sala. Notó como a Kleyn le seguía tras de sí una ola de calor que lo golpeó en la cara. ¿No crees que te has pasado un poco?

― Espero que hayas tomado nota de lo sucedido. ―declaró este al acercarse al monstruo.

― ¿Qué le hiciste? ―quiso saber.

La forja (SVTFOE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora