Capítulo 21: El reino Nevado

37 5 0
                                    

El camino había sido duro. Más aún después de todo lo que había sucedido. Pero finalmente Kleyn y Ágata ya se encontraban frente al castillo Nevado. Después del incidente del medio-trol, el camino había aparentado ser más tranquilo, al menos hasta que aparecieron más golems de hielo. Después del primero, ya sabían cómo acabar con el resto, por eso no les supuso un problema muy grande, mas eso los retrasó y los hizo llegar al castillo cuando ya había anochecido. Ambos estaban cansados y solo querían llegar al castillo, presentarse con formalidad, comer e irse a la cama, fuera cual fuera esta.

Frente se mostraba lo que parecía una enorme ciudad coreada por un abismo separado por la muralla del reino. Desde fuera se veían las puntas de los edificios más altos e imponentes. Y para entrar al reino había un puente levadizo que, de momento, se mostraba bajado. Atravesaron el puente antes de que fuese más tarde aun, y se adentraron por aquellas calles.

Allí las condiciones ya no eran las mismas que en la otra ciudad zoruk que habían visitado. Aquí los edificios eran de piedra, y los techos estaban hechos con huesos y pieles de animales, algo similar al pueblo anterior, pero ni Ágata ni Kleyn se fijaron mucho.

Caminaron directos hacia el castillo, cosa que no fue difícil, pues, desde la entrada, el camino de piedra guiaba a ambos hasta las escaleras del castillo. Subieron unos pocos tramos de escalones y llegaron hasta una puerta cerrada, la cual estaba resguardada por un par de guardias, los cuales sostenían una antorcha cada uno.

— Alto ahí. ¿Quiénes son ustedes? —dijo el de la derecha, dando un paso al frente.

Kleyn también dio un paso al frente para actuar de portavoz, pues él era de los dos la figura más icónica, pero en su rostro se reflejaba la fatiga y el cansancio, cualquiera que lo viese diría que, al menos en esos momentos, no tenía cara de muchos amigos.

— Buenas noches, soy Kleyn, y esta es mi compañera, Ágata —señaló a la joven con una mano, y esta levantó la suya como saludo y sin muchos ánimos—. Hemos venido aquí por el asunto de los robos de tijeras dimensionales.

— ¿Kleyn? —dijo el guardia, desconcertado.

— Idiota, él es el Forjador —dijo su compañero, dándole un golpecito en la nuca.

— ¿Es en serio? —le dio otra mirada al albino, y se percató que este guardaba mucha similitud con la antigua forjadora—. Por los colmillos de mi abuela, ¿eres el verdadero Forjador?, ¿el nuevo?

Kleyn suspiró con cansancio.

— Sí, ese soy yo.

— Oh, oh, ¿te importaría firmarme el colmillo? —preguntó emocionado.

— A mí también, porfa.

Ágata torció la cara en un gesto de incredulidad y agotamiento. Como se nota que estos guardias desprenden profesionalidad por todas partes.

— Chicos, de verdad que necesitamos entrar para hablar con los reyes —objetó el pelirrojo.

— Sí, y nosotros los dejaremos pasar... después de las firmas —Estos dos son peores que Barden.

Por un momento, la llama de Kleyn refulgió con intensidad debido a su exasperación.

Las puertas se abrieron para los viajeros y estos entraron con la misma emoción con la que llegaron: ninguna. En cambio, los dos guardias se veían muy contentos.

— Se lo mostraré a mi mujer cuando llegue a casa —comentaba alegre.

— Y yo a la mía.

Las puertas se cerraron y uno de los sirvientes allí presentes vio a los dos invitados llegar. Este se trataba de un semibestia pingüino, más pingüino que humanoide, porque, a efectos prácticos, casi no tenía rasgo alguno que fuese humanoide, de hecho, Kleyn hasta dudaba si era un semibestia o un pingüino bien entrenado.

La forja (SVTFOE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora