Los rayos del sol de un nuevo día entraron por la ventana e iluminaron la habitación en la que se hospedaban Kleyn y Ágata. El pelirrojo se hallaba durmiendo en posición fetal con su llama apagada. De pronto, esta llama se encendió de golpe y Kleyn abrió los ojos.
— Es un nuevo día —se dijo a sí mismo.
Se quitó la manta de encima y saltó de su colchón. En unos segundos se colocó toda su ropa. Desde su musculosa de malla con capucha y pantalones, hasta sus botas, guantes y el cinturón del cual colgaba la falda con el símbolo de una llama. Se acercó a la ventana y la levantó para sacar la cabeza por esta y respirar el aire fresco del Monte Glaciar. Tras dar una honda inspiración exhaló todo el aire con una nueva y refrescante sensación de día nuevo.
Mientras miraba desde la ventana a los zoruks pasearse por las calles, oyó el quejido de alguien dentro de la habitación.
— Ah —dijo Ágata estirando la vocal en un largo y pesaroso quejido. Está apretó los ojos frunciendo su ceño aún más de lo que ya estaba y tiró de la manta para acurrucarse aún más en la cama—. Cierra la ventana si no quieres una daga en tu espalda —Parece que alguien aquí no tiene un buen despertar.
El pelirrojo se giró a hacia este y le sonrió con malicia, a pesar de que esta no podía verlo.
— Buenos días a ti también —cerró la ventana, haciendo caso a la petición de la asesina—. Me adelantaré en el desayuno y me pasearé por el pueblo para ver qué puedo averiguar de la situación de las tijeras —le dijo a esta mientras se acercaba a la puerta y se colocaba la mochila con sus cosas—. Reunámonos en la posada al medio día, a la hora de comer —y tras decir eso se fue por la puerta.
— Por fin algo de paz.
— Por cierto —volvió a entrar—, quitaré al clon vigilante —y chasqueó sus dedos antes de volver a salir.
— No —agonizó el clon mientras caía de rodillas al suelo—. Adiós mundo cruel —sobreactuó ates de desaparecer en una pequeña nube de humo.
Ágata se volvió a quejar por esa cantidad innecesaria de tiempo perdido escuchando a Kleyn, y porque tenía que hacerse a la idea de que pronto se tendría que levantar de la cama.
En la taberna Kleyn disfrutó de un agradable pero breve desayuno y salió de la posada con energías renovadas. No parecía haber mucho viento esa mañana, o al menos no era tan fuerte como la ventisca de ayer. Pensó que tal vez podría utilizarlos. Chasqueó sus dedos y siete clones aparecieron junto a él. El viento del lugar perturbaba las llamas en la cabeza de estos, pero no llegaban a apagarse, lo cual satisfizo a Kleyn.
— Chicos, ya saben lo que hay que hacer —Contigo uno nunca puede estar seguro de si sabe lo que tiene que hacer.
Todos asintieron y luego se dispersaron en direcciones diferentes.
Uno de ellos llegó a una plazoleta en donde se comerciaban productos alimenticios y de consumo diario.
— Tal vez aquí pueda haber alguien que me ayude.
— Disculpe, joven —llamó una ancianita detrás de él.
Se giró a verla, parecía una mujer bastante mayor, jorobada, con los ojos casi cerrados debido a las arrugas de estos, y con los bigotes caídos. Se valía de un bastón para caminar y su cuerpo temblaba continuamente.
— ¿Le importaría decirme qué dice ahí? —apuntó con su bastón al cartel de uno de los puestos de los mercaderes.
— Claro, señorita. Ahí dice, pescados del lago helado.
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La forja (SVTFOE)
Fiksi PenggemarHan pasado cinco años desde la guerra que aconteció el reino de Mewni. Muchas cosas han cambiado, nuevos reyes, nuevo pueblo y nuevos problemas. La ausencia de la forjadora tuvo más peso del que los reyes habrían esperado. Ya no habría nuevos merece...