I - Nueva Chica

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-Bienvenida- me dijo una mujer de cara dura, de esas mujeres que ni siquiera un tornado de Kansas podría derribarla, de aquella que podría detener un acorazado con solo ver a los marineros directamente a los ojos, yo eventualmente no dije ni palabra, estaba asustada, tanto que sentía que una suave brisa podría desmoronarme, ser derrotada una vez más -Soy la oficial Sparr, y estaré en tu mente por un rato, durante quince años, solo de ti dependerá que me veas como un ángel o como al mismo Satanás, por ahora solo me limitaré a inspeccionarte.

Obedecí sin pensarlo, solo podía pensar en todo lo que dejaba fuera, en todo lo que no haré en quince años, solo agradezco por que no fueron más, no quiero aburrirte en como me metieron una lámpara por mi boca ni en cómo tocaron mi cuerpo desnudo, me sentí impúdica, me sentí aun más débil, ya no era yo, ya era alguien más, ya no me pertenecía, solo era una más, un número más literalmente.

-Ten, tienes cinco minutos- dijo la mujer, me entregó una bandeja azul llena de ropa, saqué primero la ropa interior y después miré fijamente algo de color naranja, la ropa que usaría el resto de mi condena, me lo coloqué mientras aguantaba las ganas de soltar una lágrima, me miré fijamente ya no era más la joven de antes, estaba destruida y eso se notaba, tenía los ojos vidriosos y mis pómulos que antes parecían manzanas ahora ya se han podrido, tenía un rostro de miedo y tristeza, miré mi cuerpo vestido con ese mono anaranjado que tenía un número en mi seno izquierdo -Listo, vámonos reclusa- dijo la mujer quien me tomó del brazo mientras recogía mis sábanas y toallas.

Caminamos hasta que vimos una enorme puerta de metal la cual se abrió a la par que una luz roja se encendía, no sé aún como pude caminar por el pasillo de las celdas, miraba a las demás reclusas con miedo pero intentaba mantener fuerte, me miraban ellas tambien con deseo con hambre, con la misma mirada que tiene un león al ver una gazela de patas temblorosas, miraba a las otras mujeres que llegaron junto a mi, adelante de mi.

El camino fue largo pero por fin había llegado a mi celda, puertas de barrotes y paredes de concreto, adentro habían dos literas, dos de las camas disponibles pero una ya había sido ocupada por mi, la puerta se abrió -Bien Argerich, aquí está tu nueva habitación- dijo la guardia empujandome dentro de esta, mis dos nuevas compañeras no eran del tipo malo aparentemente, se apreciaban tranquilas, una de ellas de origen latino, bastante joven, más que yo, de apenas unos diecinueve calculé yo, la otra se miraba de mi edad, veintinueve tal vez treinta, de piel clara muy clara parecía nieve, y de cabello tan oscuro como el carbón, la puerta se cerró de golpe ya era de noche, la hora de dormir vendría pronto, yo solo quería eso, dormir.

-Hola- saludó amablemente la mujer de cabello negro, tenía una linda sonrisa y una mirada penetrante ¿Cómo podía alguien mantenerse tan bien, tan fresca aquí dentro? -Me llamo Deborah, pero me puedes llamar Debbie, todas aquí lo hacen, me gustaría darte la bienvenida a nuestro hogar pero no creo que sea lo mejor- se llevó la mano detrás de la cabeza se veía tímida, me inspiró confianza.

-Gracias, supongo- dije con un hilo de voz -Me llamo Ciara.

-Ciara, ¿Irlandesa?

-No, de Seattle pero mi madre era de Cork.

-Bien Ciara, esta es tu cama- me señaló la cama inferior de la litera de la derecha, dejé mis cosas allí, y coloqué las cobijas, los grillos comenzaban con su interminable sonata.

Una guardia se acercó a nuestra celda -Bien señoritas luces fuera.

Entre a mi cama, dura como el pavimento de las aceras de Salem, tenía frío pero lo peor estaba por venir, en cuanto apagaron las luces muchos silbidos comenzaron a escucharse -Oigan, nuevas- dijo una mujer.

-¿Dónde se esconden?- dijo otra.

-No tengan miedo, este lugar no es tan malo, si están conmigo- dijo la anterior.

Sombras Oxidadas #ZafiroTrailersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora