XX- Deborah "Debbie" Swander

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Aun no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido aquella tarde, días difíciles vendrían, desde que era niña sabía cuando el huracán se acercaba hacía las costas de mi vida.

Una semana después las cosas parecían estar en cierto punto de relajación, las cosas estaban aparentemente cambiando, esa mañana ocurrió algo interesante, todo comienza con la liberación de una reclusa cuyo nombre nunca supe y que solo me habló una vez cuando llegué, me dio un consejo el cual no recuerdo, aquí es fácil olvidar algunas y otras no.

Una de esas cosas que es difícil olvidar es aquella tarde, a mediodía, a la hora del almuerzo, mientras aún comíamos nuestros alimentos una joven reclusa, aquella reclusa de cabello rubio y corto, de andar derecho y de voz tersa se nos acercó —Hola— dijo ella mirando su bandeja de comida —¿Puedo sentarme aquí?

—Danos un motivo y te damos el lugar— respondió Belmonte.

La chica alzó su rostro y comentó —Resulta que mi compañera de celda, fue liberada hoy, era la única persona a la que hablaba hoy y no quiero comer sola, siempre me hablaba de presas que ya saben... son...

—Acosadoras, busconas, abusadoras, ponles el nombre que quieras— respondió Debbie —Saben, allí hay una— dijo señalando a Tarynn con la cabeza.

—Bienvenida a nuestra mesa— dijo Belmonte.

—Gracias— colocó su bandeja sobre la mesa y tomó asiento mientras daba una pequeña sonrisa.

—Te presento a las integrantes de este grupo— respondió Cristina —Esa encantadora rubia de pelo corto es Dott la tatuadora, la chica de cabello negro se llama Debbie y es su novia, la otra chica de cabello negro se llama Reneé y es la peluquera, la chica rubia de enfrente es Kristen, la de alado es Amber y la que pelirroja junto a ella es Ciara y aun no tenemos ni idea de lo que son, yo soy Cristina ¿Y tu?

—Skyler, Skyler Keylbett— dijo.

Durante el tiempo que paso la joven Skyler comenzó a abrirse, a tratar de salir de su caparazón, todo estaba ocurriendo, ella cada día se mostraba más cercana a nosotras, buscaba un grupo al que pertenecer, aunque en el fondo ella buscaba estar sola y todo lo entendimos una tarde.

Keylbett era una reclusa bastante interesante, jamás vi a una reclusa como ella, en todas las inspecciones nocturnas ella siempre tenía sus cosas perfectamente bien ordenadas, se podría decir que hasta simétricas, sus mudas de ropa estaban separadas, su ropa interior doblada y colocada en el extremo derecho de su encimera de metal, en medio tenía su toalla y papel higiénico, y en el extremo izquierdo su mono de repuesto, doblado perfectamente y con su número de reclusa mirando hacia ella. Su cama derecha como su postura y no había nada fuera de lugar, en la mesa de metal ella tenía una cajetilla de cigarrillos Lucky Strike, una caja de cerillos y algunas cosas que compraba de la despensa y que colocaba allí. Skyler era afortunada, tenía una celda solo para ella, pero eso no le importaba, se colocaba como si hubiecen otras tres chicas en la celda, dormía en la misma cama y usaba solo su mesa y encimera, ella tenía una característica que la hacía diferente a las demás, si se visita una celda cualquiera una encontrará fotografías pegadas en las paredes, fotografías de los hijos, de sus parejas, o recortes de Playboy, pero ella no tenía nada, estaba vacia, talvez fuese por aquella obsesión con el orden.

Me interesaba conocerla más, un día me lo permitió, el día de visita, ese día ella aseguraba que su familia la visitaría, que su familia le llevaría dinero o algo para comer.

Ileanna cumplía con su promesa de venir a visitarme.

Mi hermana me ponía al tanto de todo lo que ocurría fuera de los muros de la prisión, me dijo que Richard, después de ser dado de alta del hospital sufrió un accidente automovilístico el cual lo confinó a una camilla, y a usar silla de ruedas durante una cantidad bastante considerable de tiempo, y que apenas hace dos semanas se recuperó, pero hace tres días sufrió una caída de una escalera, Ileanna culpó a que colocó mal la escalera e hizo que se tambaleara por el suelo hasta caer sobre unas pocas bolsas de basura que amortiguaron su cabeza y tórax, pero sus piernas y cadera se quebraron y estaría en muletas durante un buen rato.

Cuando mi tiempo terminó volví dentro de las cuatro paredes a las que podría considerar mi hogar.

Al salir pude notar que Skyler estaba sentada a solas en la mesa de visitas, ella esperaba algo que nunca pasaría, ella estaba sola y tenía la esperanza de que en algun momento alguien entrara por la puerta y la abrazara, pero no.

En la noche, después del conteo nocturno, Debbie se mostraba mal, estaba mal, tenía la mirada de derrota que igualaría a las de las reclusas que pierden su ultima apelación, miraba al cielo y cuando las luces se fueron, la pelinegra se envolvió en sus cobijas y comenzó a sollozar, algo extraño, rara vez, alguna reclusa con antigüedad lloraba.

—Debbie, ¿Qué sucede?— pregunté sin levantarme de la litera.

—Nada— dijo —No pasa nada... solo estoy... recordando el pasado.

—Si, si pasa algo Deborah Swander— recriminó Cristina —Por favor dinos.

—¿Llevamos tiempo siendo amigas?

—Si.

—Les voy a contar, pero con una condición, no le digan nada a Dott ni a Reneé, saben que comparten celda y es difícil que no se cuenten algo— los sollozos continuaron a menor medida —Resulta que hoy por fin mi familia me respondió el teléfono, nunca me habían respondido, me preguntaron como estaba y cuando pasó un momento mi querida madre preguntó sobre una propuesta que me habían hecho hace ya algunos años, un tipo rico, el hijo de un amigo de mi papá se vio obligado a prometerme matrimonio para así aumentar el dinero de nuestras familias, o bueno el de mi padre y su amigo, la verdad es que yo siempre fui lesbiana, no me sentía atraído por ese chico y el comprendía, si se lo preguntaban estoy aquí por haber asaltado una tienda de autos.

—¿Asaltaste una tienda de autos?

—Mi madre me dijo que si no aceptaba la propuesta debería compensarles y bueno para mi esa fue una salida rápida, quería irme de mi casa, ir hacia otra ciudad, soy de Spokane y quería buscar algo en el Este, pero mi familia no me lo permitió, me atraparon y me condenaron.

—¿Y porque llorabas?

—En cuanto le dije que tenía pareja mi madre me preguntó el nombre del chico y yo le dije chica, se escandalizaron, mi madre se fue a llorar al rincón y mi padre trató de imaginar que éramos un romance de prisión, pero le dije que sentía algo por ella y me etiquetó de desviada y desgraciada, que ojala y sus amistades nunca se enterasen, y que no querían volver a verme.

—¿Quieres un consejo Debbie?

—Si, por favor.

—¿A quien amas de verdad?, si sabes la respuesta, tal vez esa persona que ha estado contigo en estos oscuros momentos sea la indicada para pasar el resto de tus días.

Sombras Oxidadas #ZafiroTrailersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora