El hecho

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Las semanas fueron pasando. Minuto tras minuto. Día tras día. Semana tras semana. Solo tenía una idea en mente. Había que admitir que era una idea muy egoísta. Sin lugar a dudas, pensar así solo me haría mal. Pero esas palabras resonaban en mi mente, cada minuto que transcurría consiente. Era como un mantra que me obligaba a rezar porque el tiempo fuera más lento de lo normal. “No me quiero casar”. “No me quiero casar, no me quiero casar, prefiero escapar”. Pero era obvio, para todos era obvio, que yo no iba a escapar. En primera porque soy demasiado orgullosa. En segunda, porque no me gustaría tomar decisiones apresuradas. Y en última, que si escapara, toda mi vida cambiaría. Ya no tendría a mis amigos. Ni a mi primo. Ni a mis padres no padres. Ni nada…

Las semanas pasaron. Pero probablemente se me habían pasado tan rápido porque estaba todo el tiempo ocupada, intentando no pensar en el tiempo. Ni en que cada hora que pasaba, era una hora menos para mi boda.

No me malinterpreten. No me quiero casar. Pero no es que no me quiera casar con Draco. Es que no me quiero casar con nadie. No ahora. No así. No por obligación. Y aunque amara a Draco, no me casaría con él. Pero solo por no darles el gusto. Solo porque soy rebelde. 

Junto con el paso de las semanas, los acontecimientos se habían desatado. 

Blaise y April ahora son novios. Son novios formalmente. Van a ir juntos al baile, ya que él hiso una declaración “hermosa” a los ojos de April. Un bello, e increíblemente caluroso, día de hace algunas semanas, Blaise se llevó a April hasta la torre de astronomía. Donde abrió una caja, llena de varitas de regaliz encantadas, las cuales tomaron forma de “Tu y yo baile?”, porque Blise no pudo lograr que dijeras “quieres que en el baile seamos tu y yo?”… 

Mientras tanto Hermione y yo hemos vivido en la biblioteca. Los avances son pocos. Tan escasos que son prácticamente nada. Sabemos que los Cristalstairs con una rama lejana de los Black. Pero también sabemos que soy algo así como adoptada. Mi primo me lo confirmó. Hermione insiste en que debería hablar con mi… madre. Pero no puedo. No ahora.

En este momento me dirijo a la biblioteca. Estoy pálida, de un pálido enfermizo. Bajo mis ojos, las ojeras y bolsas mostraban que hacía más de de tres semanas que dormía mal. A eso de las tres las pesadillas paraban. Pero no para permitirme dormir. Sino para que me levantara como poseída y terminara en el baño de chicas, el de Mirttle, donde Alec me despertaba. Pero no me iba a caminar porque quisiera, ni por mi cuenta. No sabría cómo decirlo, yo sé lo que ocurre, pero no puedo manejar mi cuerpo ni sus pensamientos. Es como si alguien más usara mi cuerpo por unas horas… hasta que me despiertan.

‒ Llegas… –  esperaba la típica reprimienda de Hrmione, pero no llegó – Te ves terrible! 

‒ Gracias. Es lo que toda chica gusta de escuchar…

‒ No, no! – suspiró, se clamó, y prosiguió – Te lo digo de veraz, parece que cada vez duermes menos.

‒ Lo hago – me detuve a pensar en si debería contarle lo de la posesión. Y de pronto caí en la cuenta de que ella iba a ser la primera en enterarse de todo mi pasado familiar. Mi pasado familiar real. Y de pronto me pareció ridículo siquiera pensármelo –. Las posesiones no fueron algo de insomnio, o un simple principio de sonambulismo mágico. Esto ya es algo más de lo que me parece que debo preocuparme. Las pesadillas no cesan. Cuando supero una. Hay otra. Cambian, se transfiguran, hay elementos constantes, otro varios. Y luego la boda, mi cercana mayoría de edad. El hecho de que mis padres, no sean mis padres biológicos. Todo me estresa…

Hermione se levantó y me abrazó. Sentir brazos amigos que me apoyaban resultaba reconfortante. 

‒ Debes respirar por unos minutos. Relajarte unos minutos al día te hará bien – le iba a espetar que no sabía de lo que hablaba, pero agregó:– . Antes vivía estresada, sabes? Por los estudios. Por Harry. Por Ron. Por todo. Pero un día, una profesora a la que no le tengo ni un ápice de estima, me dijo que era, básicamente, una anciana de alma. Me molesté. Hasta que noté que era verdad. Que estaba quedando vieja, sin serlo realmente, sin vivir. Y decidí relajarme, rebelarme.

‒ Me sugieres que me rebele?

‒ No, ya eres bastante rebelde… Te sugiero que pienses en ti por un momento – reí seca –.

‒ No es lo que hago todo el tiempo? Preocuparme por mi?

Preocuparme por mí. Ser egoísta. En parte era lo que se esperaba de mí. Que fuera fría, calculadora, astuta y egoísta. Pero yo no quise ser una sola cosa, no quiero serlo, quiero ser muchas. Quiero serle leal a mis amigos, inteligente y valiente. Pero eso es ridículo. Jamás podre serlo todo. No soy más que una simple chica, sin importancia alguna, que tiene un pequeño puñado de problemas y finge que es importante.

‒ En verdad crees eso? – la leona rió – Porque yo te veía más como una de esas personas que se creen poca cosa cuando tienen problemas. Deberías pensar en ti por un momento. Pensar en si de verdad te importa algo de lo que te preocupa.

‒ Pues claro que me importa! – mi voz sonó más dura de lo que pretendía – Claro que me importa. – repetí, esta vez más calmada – Me importa mi familia. Y me importa que los decepcione. Me importa la boda…

‒ Decepcionar? A quién vas a decepcionar? Vas a decepcionar a tus padres por ser una gran bruja? O por intentar ser más cosas a parte de Slytherin?

Gran bruja? Iba en serio? Ella era mejor bruja que casi todos en el colegio. Me sentía mal cuando la gente me decía que intentaba ser más que una Slytherin. Ligia me lo había dicho, Alec también. Pero nadie me lo había dicho como si fuera algo de lo que estar orgullosa. Hasta que viene Hermione y me lo grita a la cara. Como si fuera otro de esos hechos que ella memorizó de algún libro que probablemente nadie más supiera que estaba en la biblioteca. 

‒ Vamos a trabajar, si? – me sorprendió lo rápido que cambió de parecer. Pero creo que era para que no discutiéramos. O porque vio mi cara que denotaba cansancio.

Las horas pasaron. Los libros. Las páginas. Para cuando terminamos el cuarto libro, y ya no quedaba gente en la biblioteca, descubrimos algo. 

Hermione, con una  expresión que se podía interpretar por “Caracoles hervidos! Acabo de encontrar algo que os cambiará la vida a todos”, aunque probablemente, no le cambiaría la vida a nadie. Excepto, quizás, a mí…

‒ Has dicho que los cuadros, el varón sanguinario y el sombrero seleccionador te llaman de “princesa” de Slytherin?

‒ De hecho, lo has oído tu misma… Pero no. El sombrero me dijo “le heredera”… Eso cambia algo?

‒ Pues claro que cambia! – en esos momentos parecía más que estuviera charlando plácidamente con su alto coeficiente intelectual, en lugar de hablarme a mi – Eso lo cambia todo! Cómo es que no me di cuenta antes? 

‒ De que hablas?

Tragué en seco. Esperando que me dijera algo como “en este libro dice que tu madre es tu madre, pero quiso hacerte una simple broma”… Pero obviamente, nada era así de fácil.

‒ A la última persona que el sombrero llamó de heredero. Es Tom Marvolo Riddle. Mejor conocido como Voldemort.

Pero yo ya sabía de quien me hablaba. La única persona a la que siempre le temí. Sin tener idea de por qué.

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Perdón, perdón, perdón! - no te disculpo!- En verdad! Creo que dije que actualizaría esa semana. Y actualizo ahora... 

Bien, diganme que les pareció? Alguna pregunta? Algo?

Las ama, Sophie xoxo

La Princesa de las SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora