N.A: Como lo prometí!A partir de hoy La Princesa de las Serpientes se subirá con regularidad y como mínimo habrá un capítulo por semana, espero que les emocione tanto como a mi y lamento si este está un poco corto.
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Alec P.O.V:
Estaba sentada en la cama, tras las cortinas del dosel. Me sentía ahogada, desde pequeña la claustrofobia había sido mi mayor enemigo, ahora era uno de los tantos. Debían ser cerca de las dos de la mañana, contaba (como todo el mundo cuando no puede dormirse) las horas que me quedarían de sueño si me durmiera en ese instante. Si bien el clima no era el de mitad del verano, yo sentía la ropa como pesadas capas hirvientes; sentía que si no me escapaba rápido de el pantalón de seda gris y las camiseta a juego, moriría quemada.
Dormir dentro de una carpa, pues a fin de cuentas eso es básicamente una cama con dosel, no es lo mejor para alguien que sufre en espacios pequeños. Pero no podía soportar abrir las cortinas, si veía a Briar removiéndose en sueños menos podría dormir. La chica tenía la mala costumbre de dormir con las cortinas descorridas, rara vez las cerraba, pero últimamente lo hacía más a menudo. Últimamente hacía todo lo <<poco habitual>> muy a menudo. Mi otra razón para no abrir las cortinas era ver como la cama que antes ocupaba Ani estaba vacía.
No podía creer que mi amiga, la que me había acompañado a lo largo de todos estos años desde que entré a Hogwarts, estuviera interna en el San Mungo. No podía creer que ahora la cama junto a ella se viera ocupada por Astoria, quien solía depositar sin respeto alguno sus zapatos sobre la que había sido la cama de mi amiga. Ani, al igual que muchos de nosotros, no había procesado la Segunda Guerra Mágica.
Los Gryffindor eran los que mejor lo llevaban, ellos eran valientes y habían peleado, los que habían muerto en su mayoría lo habían hecho como héroes. Pero nosotros, la mayoría teníamos familiares aliados con el Señor Tenebroso, la mayoría tenía que preocuparse tanto si ganaban como si no los mortífagos. Yo no estaba de acuerdo con los ideales de mis tíos, que eran seguidores de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, pero aún así no quería que murieran ni que fueran presos. Tampoco quería que murieran los chicos del colegio o todas las buenas personas, como los miembros de La Orden del Fénix, que habían muerto. No querían que el 2 de mayo se volviera un día de luto. Agradecía profundamente a McGonagall porque nos hubiera encerrado en las mazmorras, el que era nuestro hogar desde que estábamos en el colegio; no sabía si lo había hecho pensando en nosotros, pero nos facilito el tener que pelear contra nuestras familias, el sentirnos culpables e impotentes.
Y finalmente, en todo el tiempo transcurrido desde aquel 2 de mayo y hoy, me largué a llorar. Lloraba a lágrima viva, era como si un muro de contención se hubiera roto, y ahora los grifos de mis lagrimales no podían dejar de largar chorros de agua. Lloré, sin hacerme la fuerte por Ani o por Bry, lloré como no lo había hecho nunca en mi vida. Lloré largo y tendido, recordando mi amistad con Ani y un recuerdo especialmente doloroso afloró a mi mente, doloroso ahora en día...
Eran cerca de las ocho de la mañana, Ani me había invitado a pasar las vacaciones de navidad en su casa, cuando alguien comenzó a saltarme encima y sacudirme. Las sabanas de seda invitaban a ignorar el ruido y seguir durmiendo sobre la mullida almohada.
- Anda, Alec, levanta! Es día de montar el árbol de navidad.
Gruñí, Ani se había dejado caer sobre mi estómago, donde ahora se sentaba tranquilamente.
- Ya voy... Ya...
Bostecé. Ani reía, Ani reía todo el tiempo, era su forma de alegrarle la vida a todo el mundo, jamás dejaba de reír por mucho que le costara. Y ahí estaba, con casi doce años, riendo y sacudiéndome, para que me levantara y armáramos el bendito pino.
- Por Salazar, Ani! –chillé–. Bájate de una vez.
De alguna manera había terminado haciendo de taburete para que mi amiga colocara los adornos en la parte superior del árbol, pero mientras hacía eso, había ido tirando accidentalmente adornos sobre mi cabeza y cada dos segundos me veía obligada a mover mi cara para no terminar llena de purpurina verde o con una bola de vidrio rota sobre mi cuero cabelludo.
- Lo siento, lo siento –cada vez que caía uno de los adornos (los que no parecían especialmente mortales) mi amiga reía–. Que va, ya terminé.
Y saltó lejos de mi pobre y mancillada espalda.
Me puse en pie rápidamente y admiré como el inmenso pino brillaba lleno de plata y verde esmeralda, como los de cualquier familia Slytherin por excelencia.
No sé cuando me dormí, aún llorando, pero lo único que quedó en mi mente era ese recuerdo.
Hermione P.O.V:
Estaba sentada en la biblioteca, era temprano por la mañana y aparentemente era la única ahí, Ginny vendría en más tarde o en eso habíamos quedado. April y Juliet no se habían ni inmutado cuando esta mañana me desperté y salí de la habitación, luego de todo lo que llevábamos compartiendo cuarto ya me había acostumbrado a que no esas dos no se despertaran por nada; y luego de unos cien rechazos a mis invitaciones para quedar a estudiar, también me había acostumbrado al hecho de que esas dos aprobaban con un montón de suerte y tal vez (no quería ni pensarlo de April, de Juliet ya lo tenía confirmado) alguna que otra trampa.
Frente a mí, en la mesilla de estudio de la biblioteca, se apilaban varios libros. Lecturas para pasar el rato, obviamente no tenía nada que estudiar. Y entonces una capa negra con el interior verde, salida prácticamente de la nada por lo rápido que caminó hasta mi, se dejó caer en la silla vacía al otro lado de mi mesa.
- Hermione, necesito tu ayuda. Lamento llegar de la nada y molestarte a estas horas, pero necesito tu ayuda –una de mis cejas se levantó automáticamente, como cualquier Slytherin denotaba seguridad, y parecía ya saber que le ayudaría incluso antes de haberme visto.
- ¿Qué necesitas? –sonreí, la preocupación estaba presente en todos los gestos crispados de mi hablante, en sus manos firmemente apretadas sobre la mesa y en su rostro pálido. Iba a ayudarle.
- Necesito que el trío de oro tenga su última aventura antes de terminar este año, necesito que investiguen a Briar Cristalstairs. Algo malo está pasando, algo muy malo.
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La Princesa de las Serpientes
FanfictionUna obligación. Una decisión. Una vida. Todo son mentiras, nada es lo que parece, nada es lo que ella creía. No tiene vos ni voto en una vida que ya fue planificada, la suya. Ella es la Heredera. Algo increíble. Algo valioso. Algo peligroso. Algo q...