La primera prueba

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Paz P.O.V:

Era finalmente el día de la primera prueba y me encontraba en la carpa de los campeones junto a los otros dos chicos: Ashlyne de Beauxbatoms y Patrick de Durmstrang. Ninguno sabía que íbamos a tener que hacer, nadie había conseguido información alguna por mucho esfuerzo y empeño. Mi camiseta azul rezaba en mi espalda mi nombre en brillantes letras mayúsculas, el nombre en español que nadie sabía pronunciar bien por estar en español.

Sabíamos cómo funcionaba: pasaría primero Ashlyne, luego Patrick y de última yo. Había estudiado posibles hechizos de ataque y defensa que había encontrado en todos los libros de la biblioteca, Blaine me había ayudado a memorizar todos y cada uno de ellos, estaba preparada para lo que fuera.

‒        Deben salir todos. –anunció Madame Maxime, quien estaba en la carpa.

‒        Todos? – la pregunta de Ashlyne sonó bastante estúpida, pero ella en general se veía así.

‒        Todos.

Ashlyne no parecía muy conforme con eso, creía que era porque si había introducido su nombre en el cáliz era por el hecho de llamar la atención. Esa chica parecía adicta a llamar la atención, y sospechaba que era capaz de todo por hacerlo.

‒        Tendréis que ir al bosque prohibido y conseguir los rollos de pergamino que cuidan los centauros. Saldrán todos ahí, pero esperarán hasta que se les indique para ir a buscar el rollo de pergamino.

Yo asentí, y esperamos a que nos llamaran. Cuando escuchamos el grito de “Ashlyne” la chica salió, sonriendo como nunca. Luego llamaron al chico. Cuando salieron, cada uno en su respectivo turno, el público bramó enloquecido. De pronto los nervios se apoderaron de mi, odiaba ser vista por el público, las miradas puestas sobre mi me alteraban, odiaba ser el centro de atención. Yo, a diferencia de la chica de Beauxbatoms, no había metido mi nombre en el cáliz de fuego por el hecho de llamar la atención.

‒        Peace O’Donell –mi nombre, amplificado mágicamente, resonó por todo el estadio. En verdad no era mi nombre, era su traducción al inglés, ya que mis padres (los cuales si hablaban el idioma español) no consideraron que jamás nadie lo diría bien, si no que dirían un intento traducido como si eso le hiciera justicia.

‒        Qué esperas? – alguien me dijo, haciéndome señas para que saliera. Madame Maxime ya había desaparecido, minutos antes, para sentarse en su lugar junto a Minerva, nuestra directora. Era sorprendente como Hogwarts había cambiado tanto luego de la guerra, como habíamos tenido tres directores diferentes en un período de tiempo tan corto: Albus, Severus y nuestra actual directora, la cual si seguía viva a diferencia del resto.

Salí de la carpa y la gente gritó y habló y si los gemelos Weasley aún vivieran habrían comenzado las apuestas sobre mi nombre… Me invadió una nostalgia extraña, ellos habían sido mis amigos, pero no entendía a qué vino este golpe de emociones sobre mí. La presión de las miradas me quitaba el aliento, Ashlyne sonreía al público con un brillo soberbio y de seguro se reía de mí en su fuero interno, Patrick me sonreía de forma alentadora y eso solo logró tirarme aún más abajo. Blaine estaba sentado animando, me había prometido que me alentaría solo a mí, a pesar de que yo sospechaba que no había venido únicamente por mí. Briar estaba sentada junto a Malfoy y Zabini, veía con odio a Ashlyne y cuando su mirada se posó en mi gesticuló algo que no llegué a oír.

Solo faltaba que una aterradora hormiga apareciera junto a mí para que mi estado empeorara, comenzaron a recitar las reglas o lo que fuera: yo no estaba escuchando. Lanzar chispas cuando quisiéramos que nos fueran a buscar, chispas por si había un accidente, correr de nuevo cuando tuviéramos el rollo de pergamino. Escuché lo necesario.

La Princesa de las SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora