Décimo Cuarto Capítulo.

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La puerta había sido tocada por vigésimo segunda vez y Eunmi no daba alguna señal de vida, por lo que su padre, después de tantas dudas, decidió entrar.

La imagen frente a sus ojos de alguna extraña manera le resultaba tranquilizadora.
Su hija no estaba inconsciente en su cama, ni sufría de una terrible jaqueca; solo dormía, descansando los agotados pies que cargaron su cuerpo, el cual bailó toda la noche.

Eran ya casi años desde que Eunmi voluntariamente aceptaba ir a una fiesta.

—Creo que te perdiste las primeras tres clases.
—Rió su padre mirando los aún más pequeños ojos de su única hija. —Creo que no deberías ir ya, mejor quédate a descansar.

Eunmi con una visión limitada a causa de sus cansados ojos, sonrió y asentó después de las palabras de su padre.

El hombre que estaba frente a ella, se retiró y lentamente cerró la puerta, evitando que mientras lo hacía escuchara la tos seca que sus pulmones guardaban.

Eunmi suspiró y abrazó de nuevo la almohada que estaba en sus brazos: —Gracias Nam, hace mucho tiempo que no me divertía tanto. —Habló a la nada.

Eunmi no lo sabía, pero habían pasado ya tres horas desde que su padre visitó su habitación.

Su celular vibraba pero el cansancio evitaba que mirara el ciento de mensajes que Chaeyoung había enviado a causa de su inasistencia el día de hoy.

Una melodía, la cual sonaba fuertemente en el interior de la cabeza de Eunmi, comenzó a sonar durante unos segundos.

Eunmi con quejidos tomó su celular y sin mirar la pantalla un solo segundo, contestó: —¿Quien es?
—Contestó con una voz cansada.

—El chico de las piernas delgadas. —Contestó la voz que estaba al otro lado del teléfono.

Eunmi frunció el ceño y miró la pantalla de su celular: —¿Que quieres, Chaeyoung? Quiero dormir y tú lo estás evitando.

La voz que reía del otro lado del teléfono se detuvo y respiró antes de contestar de nuevo:
—Esta bien, lo siento. Pero no viniste hoy y me quedé sola, es triste. —Reclamó la castaña clara haciendo un puchero que Eunmi no era capaz de ver. —Sin mencionar que “Min Yoongi” envío una carta nuevamente.

La sonrisa de Eunmi salió, pues había olvidado las cartas que recibía por parte de aquel desconocido chico.

—Eun, ¿Cuánto mides? —Preguntó curiosamente.

—Yo que sé. ¿1.63? —Respondió dudosa. —¿A que viene tu pregunta? —Rió Eunmi desconcertada. Chaeyoung rió también haciendo que Eunmi comprendiera aún menos la situación.

—Acabo de leer la carta que te envío el chico desconocido, y por alguna extraña razón quiso saber sobre tu estatura. ¿Eunmi, estás segura de que no es un proxeneta? —Preguntó Chaeyoung alarmada. La castaña que aún estaba en su cama no dejó de reír ante tal intuición que su amiga y compañera tuvo de Min Yoongi.

Eunmi no sabía exactamente quien era Min Yoongi. Pero sus letras, sus palabras y las pocas expresiones que escribía Min Yoongi en cada una de sus cartas, le hacían saber que era alguien tan normal como ella.

—No lo es. Además, no tienes porqué leer cartas que no son para tí. Guárdala de nuevo en mi casillero.
—Exigió con una voz más firme. Chaeyoung hizo caso a las órdenes que Eunmi acababa de dar y comenzó a dar pasos hacia su aula de clase.

—¿Le escribirás ahora, o esperarás a leer tu misma la carta? —Preguntó sutilmente.

Eunmi miró la puerta de su habitación y después miró hacia el techo: —Ambas. —Contestó terminado la llamada. Su celular se perdió entre las sábanas de su cama y los pies descalzos de Eunmi caminaron hacia su escritorio: —Min Yoongi, espero que seas más alto que yo, porque si no lo eres será muy raro.

 Su celular se perdió entre las sábanas de su cama y los pies descalzos de Eunmi caminaron hacia su escritorio: —Min Yoongi, espero que seas más alto que yo, porque si no lo eres será muy raro

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Love letters to Min Yoongi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora