Capítulo 32

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—No puedo más, Luzbel — ​hiperventilé.

—Aguanta un poco — ​sonrió mientras hacía girar el palo de madera en su mano con mucha agilidad antes de darme un suave golpe en la cintura —. ​Muy lenta — ​se mofó por décimo octava vez en...

¡Ni siquiera sabía cuántas horas llevábamos entrenando!

—Ten piedad — ​supliqué, apoyando las manos en mis rodillas.

—Eso deberás pedírselo a mis hermanos como no sigas entrenando hasta que esté satisfecho con los movimientos de tu espada y tus reflejos — insistió —. ​Ni siquiera has logrado rozarme — ​apreté con fuerza mi palo de madera mientras lo asesinaba con mi mirada.

—Me estoy esforzando.

—No lo parece.

Intenté darle con el palo de madera, pero me esquivó fácilmente sin deshacerse de esa odiosa sonrisa de mofa, cabreándome aún más.

Lo intenté unas cuantas veces más, sin embargo, o me esquivaba o provocaba que ambos palos chocaran entre sí para detener mi golpe. Intentó darme en las costillas, pero puse mi palo entre medias, deteniéndolo. Lo volvió a intentar, esta vez para darme en la pierna, aunque volví a defenderme en repetidas ocasiones hasta que cambió y quiso darme en la cabeza; coloqué el palo en horizontal, agarrando un extremo con fuerza mientras que con el otro aguantaba el golpe con la palma de la mano.

Mis ojos conectaron con los suyos, volviendo a percatarme de su sonrisa divertida.

Me estaba cabreando para que me pusiera a pelear en serio.

—Te odio — ​bufé, cansada.

Se apartó de mí, satisfecho.

—Saca número, con suerte en un par de milenios sea tu turno — bromeó.

Sonreí por su estupidez, sentándome en la colchoneta, intentando relajar mi cuerpo unos segundos antes de volver otra vez a practicar.

—¿Crees que Mikael se presente? — ​pregunté, tumbándome con los brazos extendidos y con la respiración algo irregular.

—Tal vez...

—He leído que Mikael y tú tenéis fuerzas similares — tapé mis ojos con mi brazo.

—Mi padre siempre nos decía a todos que éramos iguales, ya sea por inteligencia, fuerza o​ belleza — explicó, sentándose a mi lado ​—. Mis hermanos no son tan imbéciles, siempre han​ sabido que yo era el favorito y que tenía un nivel mucho más alto que ellos.

—¿Y les parecía bien? — ​​interrogué, posicionando mis manos sobre mi estómago.

—El único que no lo aceptaba ni lo acepta es Mikael, siempre ha querido ser más que los​demás incluso que mi padre, pero no me llega ni a la suela de los zapatos​ — se rio, inclinándose hacia atrás, apoyándose en sus manos. Lo observé durante unos segundos, haciendo que sonriera y me mirara de reojo —. Venga, suelta lo que estás pensando —​ abrí la boca, dudosa —. Vamos, Ashley — ​​insistió.

Me incorporé para sentarme frente a él.

—¿Por qué tu padre no lo ha desterrado? — ​crucé las piernas —. Es decir, tú querías ser​ mejor que ellos para que estuvieran orgullosos de ti, pero tu padre se enfadó al creerte mejor que él — ​entornó los ojos —. ¿Por qué no a Mikael que también lo está​ intentando? — ​abrió ligeramente la boca, sin embargo, la volvió a cerrar de golpe, quedándose pensativo.

Mikael estaba haciendo lo mismo que Luzbel, el cual no se tuvo que esforzar mucho para lograr su cometido, pero su padre solo lo castigó a él...

Algo había diferente entre ellos para que el Altísimo actuara de diferente manera.

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora