Las horas fueron pasando, y con el transcurrir de ellas, simplemente tomaban más. En especial el puberto Pedro, quién necesitaba un impulso para poder hacer lo que se había propuesto. Detestaba ser tan tímido respecto a todo, y también detestaba que aquel pelinegro causará tantas cosas nuevas que él no conocía. No podía creer que un chico egocéntrico y atrevido estuviese provocando todo aquello en él. Pero, por fin, el alcohol le dio algo a favor: la valentía. Le dió un último trago a su bebida y emprendió su camino hacia el grupito donde estaba Martín, quién se movía lento al compás de la música.
La mano del más alto se guió hacia la cintura del chico que estaba de espaldas bailando, haciendo que intensificara la fuerza de sus pasos al sentir a alguien detrás, convencido de que por fin Mirko había llegado. Sin embargo, al darse cuenta, se encontró con una enorme sorpresa al ver al castaño que anteriormente había rechazado por orgulloso.
—¡Hey, hetero!— sonrió ampliamente, haciendo que quedaran frente a frente debido a que la mano de Pedro persistía en su cintura— ¿Cuántas veces te tengo que decir que no?— comentó, repitiendo las palabras que hace horas atrás habían provenido de la boca del más alto.
—Martín... ¿cuál es tu hechizo? ¿Por qué todos caen hacia vos?
—¿No es suficiente respuesta el solo tenerme ante tus ojos?— exclamó en tono retórico, haciendo que el contrario lanzara una carcajada.
—Sí, pero quiero suponer que hay algo más.
—Sinceramente, no lo sé— contestó—. Simplemente pasa.
Mientras Pedro le hablaba, Martín le distraía con su sinceridad, bailando cerca de él y rozando sus cuerpos enfático. Quizás, todo lo que decían de él era verdad, pero cada uno decide si creer o no en los rumores. Un nene cualquiera como lo era Pedro, decidió creer en lo que Lucila le había dicho en la mañana, aquello de que "él es así con todos". Sin embargo, no tenía ganas de salir de allí por nada en el mundo.
Sus cuerpos parecían dos piezas de rompecabezas, se unían perfectamente. Pedro bajó un poco sus manos, sintiendo así el comienzo de los glúteos de él. Martín podía ser mucho más atrevido si se lo propone, sin embargo, Pedro quitaba su pequeña parte "inocente".
—¿Qué me hiciste?— susurró Pedro contra su oído, provocándole un escalofrío.
Martín se separo solo unos centímetros, dejando que sus labios chocarán perfectamente, aunque a penas se estuvieran tocando.
—No lo sé— respondió, también susurrando, contra sus labios. Provocando una pequeña vibración en estos que hizo estremecer al más alto.
Pero, para lástima, Pedro volvió en sí y recordó dónde estaba y qué estaba haciendo. Se separó de Martín, sobresaltandolo del modo abrupto en que lo había hecho. Pero, antes de que Pedro comenzara a alejarse de él, lo tomó por la muñeca y lo empujó contra él, quedando en la misma posición que habían estado dos segundos antes. Martín bajó su vista hacia los labios del menor y se relamió los propios. Pedro estuvo a punto de juntar sus labios, pero el pelinegro —nuevamente— se alejó de él.
—¿No te quedó claro, pelotudo? Las cosas se hacen cuando yo quiero, no cuando vos querés.
Dicho aquello, le tiró un beso y volvió con su grupo de amigos a seguir bailando y tomando para sacarse de la cabeza las ganas que le tenía a Pedro, y que por caprichoso no podía concretar nada. De todos modos, ¿quién se pensaba que era? Venir, bailar con él, estar a punto de besarlo e irse. El único calienta pijas, era . Estaba enojado, y encima caliente, la peor combinación que podía tocarle (y más si sumaba el hecho de que el alcohol no jugaba a su favor).
Entonces, sintió unas manos pesadas rodearlo por la cintura, a la vez que sentía algo húmedo en su cuello. Volteó irritado, entonces vio a Mirko con su sonrisa de galán. Era tan apuesto, que opacaba a cualquiera con el que hubiera estado alguna vez. Y, para ser llamado más de una vez por Martín, debía ser especial. Sin embargo, esta noche había una mejor sonrisa que la suya. Habían mejores labios que los suyos y había un mejor chico que él.
Pero, para su tristeza, manejaba demasiado orgullo, y no socorría a nadie porque ese no era su trabajo. O así lo consideraba él. Quizás, todo el enojo y las ganas que acumulaba por Pedro, podría quitárselas con Mirko, quién haría lo que fuera por Martín (eso lo tenía más que claro y lo utilizaba mucho a su favor).
—¿Por qué desapareciste toda la noche, precioso?— consultó Martín en tono cariñoso, dándose la vuelta para quedar frente a aquel rubio, abrazándolo por la nuca con ambos brazos.
—Tuve algunos inconvenientes con mi novio. Viste como es, tan insoportable.
Claro que Martín lo sabía, aunque insoportable no sería la palabra. Infumable, mejor. Dos veces casi los atrapa teniendo relaciones, y aunque ese no sería problema de Martín, no imaginaba lo molesto que debía ser un chico así como novio.
—¿Discutieron y garcharon para reconciliarse?
—¡Ojalá! En cambio, tuve que contenerlo, llorando y diciendo que quería ser el papá de mis hijos. Re goma, no lo aguantaba más, pero se quedó dormido.
—Por fin, te estuve buscando toda la noche.
—¿Viniste solo?
—No, con Bar. Costó convencerla, como siempre, pero esta vez se fue con una chica, la perdí de vista hace rato.
—¿Querés ir a buscarla?
—¿Te pensas que te estuve esperando toda la noche para ir a buscarla?
Mirko rió, no había ser más transparente que Martín. Su sinceridad abrupta era una de las cosas que más llamaba la atención en el rubio, era tan prepotente que nadie jamás estaría sobre él. Aún le parecía extraño que un chico como él estuviera cerca suyo, e incluso había dejado de lado a su novio por él. Porque, Martín es Martín.
Mientras Mirko se había quedado mudo, Martín se dio cuenta que Pedro lo estaba mirando, tenía su mirada fija en él y en Mirko. Nunca mejor hecho, se acercó al rubio con rapidez, cayendo tentadoramente en sus labios. Pedro quitó la mirada de él, dando por terminada la fiesta y adentrándose a la casa, no podía creer que su primo había hecho eso.
ESTÁS LEYENDO
no te olvidé ; pedrimente.
Любовные романы❪ no te olvidé ❫ Los chicos nuevos siempre llaman la atención, muy pocas veces hay excepción. Lo nuevo siempre nos causa intriga, curiosidad; eso fue exactamente lo que sucedió con Martín Kovacs. Quería conocer al chico nuevo de su trabajo, sin esp...