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La alarma lo despertó, ya la habían pasado dos veces, no podía volver a hacerlo. Se despertó con pereza y caminó hacia el baño, cepilló sus dientes y, al verse en el espejo, se rió de lo demacrado que se encontraba. Apenas dieciséis años y parecía de treinta, estaba hecho mierda, y es que Martín era el culpable del insomnio que lo había apoderado casi toda la semana. La noche anterior, luego de que el pelinegro lo dejase en su casa, tuvo que aguantar unos treinta minutos de puros reclamos de sus progenitores. Sin embargo, no había retrucado nada, les dio la razón y subió a su cuarto paara pensar en la maravillosa noche que había pasado junto a Martín. Y había dormido solo un par de horas, y su rostro se lo hacía saber. Luego de peinarse y cepillar sus dientes, bajó a desayunar y se encontró a su padre. Ya se veía venir un nuevo reclamo.

—Buenos días...— dijo Pedro tratando de alivianar el ambiente. Su padre alzó la vista del diario y le sonrió.

—Buenos días hijo, ¿por qué despierto tan temprano?

—Tengo trabajo, papá.

—¡Ah, tenés razón! Me había olvidado— hizo una mueca que le causó gracia al menor—, tu mamá se enojó bastante anoche, me dijo que si volvías a hacer lo mismo no te dejaría seguir trabajando. Tené cuidado, hijo, sé que te gusta ir...

En realidad no, le gusta más la persona que está allí.

—Sí papá, no lo voy a volver a hacer.

—Hijo yo te entiendo, también tuve tu edad y sé cómo es el tema con las chicas. Solo cuídate bien, y no vengas tan tarde, porque tu mamá todavía piensa que tenes doce años.

Pedro le sonrió sin mostrar los dientes como método de respuesta, fue hacia la cocina y se preparó un café con tostadas. Luego de desayunar volvió a su habitación para cambiarse la ropa por el uniforme, metió la ropa que llevaría al colegio luego del trabajo y volvió a la cocina para meter su vianda. Una vez que hizo todo eso, acomodó su mochila en sus hombros (donde también tenía sus útiles escolares), saludó a su papá y caminó hasta la parada de colectivos.

—Boluda es demasiado lindo, posta, te juro que es la primera vez que un pibe me atrae tanto... y no sé como reaccionar, hago todo por instinto y a la vez me da miedo. Vos sabes lo que me hicieron, sabes como me humillaron y todo lo que me costó para ser como soy. No quiero que me vuelvan a sacar la seguridad que tanto tardé en recuperar— Martín hablaba con su mejor amigo en los vestidores, ambos ya estaban vestidos, pero aún le daban unos minutos para que acabaran con eso.

—Martín, no te podes guiar por una mala experiencia que tuviste, ¿no te parece que es momento de soltar y superar? Él fue un hijo de puta, y como ese vas a encontrarte miles en la vida, pero no podes dejar que una mala jugada te persiga por el resto de tu vida. Es momento de cambiar la página y animarte, y si este chico te gusta, dejate llevar por tus emociones y no por tus miedos.

—Torta de mierda, no sé que haría sin vos— la abrazó con fuerza y le dejó un beso en la mejilla, al salir vio que todos ya estaban vestidos, por lo que aplaudió con fuerza para llamar su atención—. ¿Qué esperan para salir? Vamos muchachos, hay cosas que hacer— todos fueron pasando y vio a Pedro, puso cara seria—. Y usted Parnenzini, tenemos algo de qué hablar.

Todos los demás salieron, Bárbara le guiñó un ojo y también salió. Al ver que ya no quedaba nadie, Martín besó al chico y le acarició el cabello.

—No respondiste mis mensajes, me preocupaste una banda, ¿qué te dijeron tus viejos?

—La típica de que me puede pasar algo, y que ya es tarde para que venga en colectivo, que la calle está peligrosa y mil boludeces más. Me sacaron el celular como castigo, y no dije nada porque estba demasiado feliz como para pelear con alguien.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora