oᥴho.

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Después de haber ido el resto del viaje cantando canciones del momento, Martín dejó al castaño en su casa luego de darle un largo beso. Estacionó en la esquina, Pedro no quería que sus padres se enterasen de que alguien lo estaba trayendo hasta su casa y encima un chico mayor. Martín lo entendió, en algún momento él también había estado en esa situación de querer esconderse de sus progenitores (aunque terminó siendo en vano porque se dieron cuenta desde que era chico). Llegó a su casa y metió la llave, pero la puerta ya estaba abierta. Se sintió algo confundido pero, sin embargo, entró igual y se encontró a sus padres tomando unos mates en la mesa del comedor, mirando la televisión y comiendo unas galletitas; ambos voltearon a ver a Martín y Zahady sonrió.

—¡Bebé!— exclamó la mujer con emoción, Martín se dirigió hacia ella con rapidez.

—¡Mami, no pensé que estarías en casa!— el chico la abrazó con fuerza y le dio un besito en la frente.

—Hay algunos problemitas en el trabajo, van a darme una semana de descanso. ¿No es genial?

—Uff, es genial mami— le sonrió, la soltó y saludó a su padre.

—¿Y vos de donde venís Martín, hay alguna presa nueva por allí?— cuestionó su padre con los ojos entrecerrados en modo de sospecha, Martín se puso algo rojo.

—N-no, pa.

—Avisale a tus labios todos hinchados, mentiroso— reprendió su madre y le pellizcó la nariz—. La otra mañana me habías hablado sobre el nuevo chico... ¿por qué no me contaste nada después?

—Porque no es tan especial. Si lo fuera te lo diría, ¿o no?

—No lo sé, nunca nos hablaste sobre algún chico— habló su padre negando con la cabeza—. ¿No nos vas a contar entonces?

—Bueno... lo fui a buscar al colegio, nada más.

Sus padres se miraron entre sí y la mujer fue quien tomó la palabras:—¿Nada más, Martín? Claro, por eso tenés los labios como si te los hubieran succionado. Por eso hace como media hora que te fuiste y recién volves. Sí, claro, “nada más”.

Martín se puso sumamente rojo y subió las escaleras, se sentía lo suficientemente nervioso como para atreverse a ver a sus progenitores un segundo más. Se recostó en su cama a la par que se colocaba sus auriculares en las orejas.

Tranquilidad... ¿hace cuánto que no sentía aquello? ¿Hace cuánto que no se ensimismaba en canciones lentas mientras observaba al techo como si fuera la mejor galaxia del mundo? Hacía bastante tiempo que no se encontraba consigo mismo, que no navegaba entre las estrellas, que no necesitaba un descanso para hablarse. Se sentía raro, como experimentando cosas nuevas, cosas que él siempre había catalogado como clichés, como innecesarias. Peo todos necesitamos de una compañía a veces, de alguien que te recuerde lo lindo que te ves con tal o cual camisa, que se rías por tu cara de dormido y te llene de besos en las mañanas. Una persona con la que te despiertes por la madrugada, te des vuelta y sientas el peso de su brazo por tu cintura, y sabes que todo estará bien porque él estará ahí. Llevaba veintidós años subestimando al amor, creyendo que la verdadera diversión era tener sexo con cuánto hombre se le cruzara. Y entonces, aparece lo que él denomina esa persona, quién desconstruye todo aquello y le hace creer en lo increíble. Y no le tiene miedo en sí, tenía ganas de estar todo el tiempo con él, de gastarle los labios a besos; y de repente se convierte en los chicos que se habían enamorado de él, de los que le dedicaban canciones cursis y enviaban frases quemadísimas de twitter.

Un almohadazo hizo que sus auriculares se salieran de sus oídos y rompieran el ambiente pacífico que había formado su habitación. Era su hermana menor, rompiendo los huevos como siempre.

—¡Te estoy llamando para comer desde hace quince minutos!— expresó frutada.

—¿Todo el barrio tiene que enterarse?— Martín rió— Ay hermana, con lo hermosa que es la vida vos te pones nerviosa por pelotudeces.

—No man, ¿andas drogándote?

Martín volvió a reír:— Peor— su hermana lo miró con confusión—. Creo que me gusta un wachin.

🦋

Tenía insomnio, y su insomnio llevaba nombre y apellido (que es innecesario repetir su nombre). Dio un par de vueltas en la cama y agarró su teléfono de la mesita de luz para visualizar la hora: tres de la madrugada. Abrió el cajoncito que se hallaba allí y agarró la caja de cigarros junto al encendedor. Metió el teléfono en el bolsillo de atrás de su pijama y salió de la casa. Se sentó afuera de la casa, en el cordón de la calle; no había un solo alma. Se agarró la cabeza con ambas manos y río secamente, no podía creer que Martín Kovacs estuviera sin poder dormir por un chico. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una llamada entrante de su teléfono, era él.

—¿Pedro?— fingió voz ronca.

—Sí Tin, ¿estabas durmiendo? Perdón hermoso, es que solo quería escuchar tu voz...— arrastraba un poco las palabras, por lo que Martín pensó que estaba borracho, pero prefirió omitir la pregunta.

—Bueno sí, estaba durmiendo... pero no me molesta oírte— sonrió, aunque el contrario no pudiera verlo—. ¿Dónde estás?

—En mi casa— respondió—, ¿te pusiste celoso hoy?

La mandíbula de Martín se tensó, aunque los celos le parecían bastante tóxicos, estaba claro que los había sentido, iba ajeno a él. El sólo sentir como si la escena se repitiera y aquella chica de voz chillona volvía a besar a su castaño frente a él... mierda, en serio odiaba ese sentimiento.

—Nah, solo era una excusa para chuparte la pija— ambos rieron.

—Te veías realmente enojado cuando hablabas de Lila.

—¿Encima se llama Lila? Nombre de boluda.

—No, para nada celoso— Pedro rodó los ojos—, bueno no quiero seguir molestando...

—¡No!— exclamó— O sea, n-no me molestas.

—En realidad no estabas durmiendo, ¿no?

Martín sonrió apenado y se rascó la nuca, metiendo el cigarro a su boca con nierviosismo:—No...

—¿Por qué me mentiste? Si estás con alguien podemos hablar desp...

—No tonto, simplemente estoy teniendo insomnio y me daba vergüenza decírtelo.

—Ahora te da vergüenza...— Pedro rió— ¿Qué te impide dormir?— el pelinegro guardó silencio— ¿O quién?

—Son boludeces, no entenderías.

—No es muy difícil admitir que son las tres de la madrugada y estás pensando en mí. También te seré sincero, yo también estoy acostado y pensando en vos desde hoy, Martín.

El mayor se remitió a guardar silencio por los nervios y la timidez, realmente no sabía cómo se debería reaccionar correctamente a esas situaciones. Tiró el cigarro que tenía en su mano y se quedó observando la calle un tiempo.

—Sos bastante hermoso, pendejo de mierda— dijo por fin, rompiendo el silencio y cortando la llamada.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora