trᥱᥴᥱ.

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Una vez que Pedro divisó el coche de Martín, saludó a sus amigos, ignorando de lo que hablaban y caminó hacia él, se subió en el asiento del copiloto y agarró a Martín de las mejillas para besarlo.

—¡Hola, bebé!— exclamó Pedro con felicidad, Martín sonrió en respuesta.

—Bueno, bueno... ¿por qué tanta felicidad?— preguntó mientras miraba a su chico demasiado feliz.

—Aprobé todo, absolutamente todo. Y no tengo ninguna con siete, todo lleno de nueves y dieces. Ay amor, estoy tan contento.— volvió a agarrar a Martín desde las mejillas y le dio muchos besitos juntos en los labios— Mis viejos van a estar contentos, re contentos...

El pelinegro se quedó observando a Pedro hablando con rapidez, se le dificultaba modular bien y todo era por hacer feliz a sus padres. Se premiaba a sí mismo en su mente por el hecho de haber logrado que nada salga a la luz, por el momento.

—Te re felicito mi amor, a mí también me enorgulleces. El último año no es fácil, te felicito, en serio.

—Les pedí a mis viejos que me dejaran salir, a las once tengo que volver a casa, ¿cuál es tu propuesta?— se acercó al mayor con provocación, acercó sus narices y las rozó a ambas con ternura.

Ternura y provocación en dos simples movimientos, ¿cómo hacía este chico para ser así, tan tierno, tan provocador a la vez?

—No sé, decime vos...—susurró contra su rostro, siguiendo con los roces de sus narices.

—Bueno... me gustaría aprender a manejar. Supongo que tener un chico tan lindo y mayor al lado mío debería servir para algo, ¿no?

Martín rió y abrió la boca por la sorpresa, lo había dicho tan de repente y con tanto carácter que le asombró.

—Sos manipulador, eh.— negó con la cabeza y le sonrió con astucia— Pero, aunque lograras manipularme, este coche es de mi viejo, y al mínimo rayón que le encuentre podría matarme. Ah, y no solo eso, debería ir al trabajo en colectivo y hace mucho frío a la mañana, ¿no te parece?

Pedro hizo un puchero:—Si estoy al lado tuyo nada va a pasarle al auto... dale amor, solo un ratito, vamos al estacionamiento de ese shopping abandonado, me enseñas un ratito y después volvemos. El auto va a estar sano y salvo, ¿con qué podría chocar?

—¿Por qué me manipulas tan fácil?— susurró Martín en respuesta y prendió el coche, Pedro sonrió emocionado y, cuando la mano del mayor fue hacia la palanca de cambio, Pedro posó la suya encima, entrelazando sus dedos a la par que comenzaban a dirigirse hacia el estacionamiento desierto.

Martín ya había tenido cuatro infartos, cinco paros cardíacos y nueve ataques de ansiedad. Estaba más que claro que Pedro no había agarrado el volante jamás en su vida, y justamente le tocaba a él enseñarle a manejar. Por suerte, Pedro aceptaba que estaba haciendo todo mal y que aplastaba con mucha fuerza el acelerador (quizá por eso es que casi se estampan contra una pared del estacionamiento). El coche frenó en seco y Pedro abrazó al otro chico, quién estaba hecho bolita por miedo.

—Ya está amor, no molesto más, está dicho que no sirvo para esto todavía.

Martín alzó la mirada y comenzó a reírse.

—Gracias, llevo quince minutos esperando a que lo digas. Dale, vení a sentarte acá.

El pelinegro estaba por abrir la puerta de su lado, pero el menor no se lo permitió, acercó sus rostros y relamió sus labios.

—¿Y si mejor nos sentamos atrás?— preguntó Pedro, claramente en doble sentido. Martín lo miró con asombro y elevó una ceja.

—No sos un chico al que llevaría al asiento de atrás— respondió con sinceridad, abrió su puerta, rodeó el coche y abrió la puerta del castaño—, ¿qué esperas? tengo que subir.

Pedro se negó a salir, cruzó sus brazos y se acomodó de lleno en el asiento. Martín río y comenzó a jalarlo del buzo que traía consigo. El castaño, sin embargo, hacía como si nada y se mantenía en la misma posición, y aunque Martín lo doblegara en fuerza, no la utilizaría para sacar al chico, prefería jugar un rato.

—¿En serio vas a enojarte porque no te quiero llevar atrás? Ay, chiquito, no seas tan caprichoso.

—Dijiste que no soy un chico con el que estarías en un asiento de atrás. Entonces, ¿qué tipo de chico soy, Martín?

Esa era una muy buena pregunta; esa era la pregunta que Martín se venía planteando desde el día que lo había visto por primera vez, allá sentado, al borde de comer solo. ¿Qué tipo de chico era Pedro? Lo único que se le ocurría como respuesta es que no era igual que ninguno que haya conocido antes, porque todos los demás que había conocido no habían tenido esa chispa, ese "no se qué" que le había llamado la atención. Era tonto, porque debería saberlo, debería tener una respuesta de qué tipo de chico era él, pero es que nunca había conocido un chico así, que le llamara la atención y que tuviese tantas cosas para aportar en su vida.

—¿Sabes porqué no quiero llevarte ahí atrás?— Pedro lo miró, haciéndose el indiferente pero como si le interesara—. Vos no sos uno de esos chicos que solamente quiero para coger sin importar el lugar, vos sos un chico al que quiero cuidar, con el que quiero caminar de la mano y hacer todas esas pelotudeces que hace la gente en las películas de romance. No quiero hacer cosas que hago con todos, quiero hacer cosas que nunca hice con alguien más. ¿Y sabes por qué es todo eso? Porque te quiero, y no tengo ganas de perderte tan rápido. 

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora