ᥴᥲtorᥴᥱ.

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Luego de haber pasado a un kiosko para comprar unos snacks, Martín condujo hasta atrás de un hospital, donde había un lugar con pasto verde y aroma a naturaleza; a estas horas simplemente se encontraban los que se juntaban a fumar juntos, parejas besándose y el resto era soledad. Pedro miró el lugar con curiosidad, no tenía idea de ese lugar más que haberlo oído nombrar alguna vez. Visualizó las pocas personas que se encontraban por allí, ningún rostro ni cuerpo conocido. Miró hacia abajo, las manos de ambos chicos estaban bastante cerca, por lo que acortó su distancia y entrelazó sus dedos. El sonrojo subió por el rostro de Martín, se sentía único en el mjndo, estaba feliz, ¡lo estaba agarrando de la mano frente a gente! No importaba si eran menos de diez personas, estaba tomandolo de la mano y eso era suficiente. 

Caminaron hasta encontrar un árbol enorme, tan cliché que al Martín de antes le daría arcadas, pero como ahora estaba al lado de Pedro, era capaz de sostener unos cuantos libros en sus brazos y chocar con él con tal de cruzar miradas. No le importaba hacer cualquier cliché si era con él. Se sentaron en el suelo, con sus espaldas apoyadas en el tallo del árbol, Martín se sentó como indio y Pedro estiró sus piernas, abrieron las papas fritas que compraron y comenzaron a comer. Aún faltaban treinta minutos para las once.

—Lila es muy intensa, y todo el tiempo me dice "cosas lindas"— Pedro hizo las comillas con sus dedos a la par que metía un par de papas a su boca—, pero nunca me dijo algo tan lindo como lo que me dijiste vos hoy. 

—Dah, es obvio, todo lo que hago siempre es mejor que los demás — respondió con una risa leve—, lo que te dije es de verdad, y aunque son sensaciones nuevas para mí, no me molestan si son con vos.

Pedro mordió sus labios con ternura y abrazó al chico por el cuello, le dejó un beso en la mejilla.

—Sos muy lindo, Tin, enserio.

—Vos sos lindo— respondió Martín observando al chico, lo tomó por la barbilla y apretó sus mejillas—, ¿querés venir a casa el fin de semana? Miramos una peli, comemos boludeces...

—El viernes tengo un quince, el sábado Lila hace una joda y el domingo tengo que estudiar para geografía— hizo una nueva triste—, a menos que quieras ayudarme con geografía, no podemos vernos.

—Que paja, ¿estudiar geografía?— negó con la cabeza sonriente—, no puedo ir a tu casa.

—¿Por qué no? Sos un compañero de colegio que repitió un año, entendes re bien de geografía, ¿o no?

—Pedro... ¿vos pensas que con esta cara de falopero en rehabilitación tus viejos me van a creer que tengo 17 años?

Pedro rió por su comentario:—Sí, tenés razón... bueno, no tengo idea de qué podemos hacer.

Martín metió otro manojo de papas a la boca.

—Ahora podrías darme muchos besitos, el fin de semana se lo dedicas a tus amigos y al colegio,  y los días de semana yo te llevo y te voy a buscar al colegio y hacemos lo que vos quieras.

—Acepto todo— respondió con una sonrisa, tragó lo que estaba comiendo y se acercó a besar a Martín por un buen rato.

Estuvieron besándose, sonriendose y mimandose durante unos cuántos minutos, y no se dieron cuenta cuando el grupito que anteriormente se hallaba fumando, ahora estaba a unos metros de ellos. Martín fue el primero que se percató, Pedro lo miró con indignación cuando se separó del beso, pero notó como los chicos se estaban acercando a ellos, el pelinegro puteó por lo bajo.

—Ah noooo, pensamos que eran dos chicas— comentó uno, riéndose burlón—, aunque capaz no estábamos tan confundidos. Que asco que dan, ¿quién es la mujer?

El corazón del menor comenzó a latir desesperado, Martín tomó la mano del chico con fuerza y tragó una gran bocanada de aire. Si no se escapaban ahora, el grupo de chicos lograría acorralarlos y perderian la oportunidad de escaparse inmunes de algún golpe. Con sus manos entrelazadas, comenzaron a correr en dirección al auto, los otros chicos lo seguían a un paso rápido, pero nol lo suficiente. Ambos jóvenes subieron al coche, Martín lo encendió apurado, miró el espejo retrovisor y retrocedió, haciendo que las llantas hicieran un chillido. Condujo hacia adelante y nos chicos soll lo siguieron una cuadra, luego se les hizo imposible y gritaron al aire ‘trolos de mierda’. Una vez que los chicos ya no se veían desde el espejo retrovisor, Pedro pudo regular su respiración y Martín comenzó a reír; cada vez que se ponía así de nervioso comenzaba a reírse.

—Que cagaso... podría haber sido peor— expresó asustado, pero Martín simplemente se reía a más no poder, Pedro le pegó en el hombro —, ¡ya no te rías!

—N-no puedo evitarlo— respondió entre carcajadas, retomó el camino hacia la casa del menor.

—Es re lindo lugar, pero no creo que sea buena idea volver ahí.

—Sí, tenés razón. Podríamos ir a capital algún día, ahí la pasaríamos re bien. Pero ahora solo teníamos treinta minutos y... no sé, no pensé que reaccionarían así.

—Igualmente me chupa un huevo, yo voy a seguir presumiendote en frente de todos los demás.— con su dedo pulgar acarició el dorso de la mano del contrario.

—No te tenés que arriesgar a presumir un bombón como yo, te lo van a querer robar— respondió con egocentrismo—.

—¿Vos pensas que nadie quiere al bombón que está al lado tuyo?— preguntó con picardía mientras alzaba la ceja.

—Pf, obvio que lo sé. A ver, tenés que ser muy lindo como para que yo te elija.

Pedro no se lo tomó a joda, por lo que se cruzó de brazos y desvió su mirada hacia la ventana. Martín rió para calmar el ambiente y acarició el hombro del castaño.

—Mi amor, sabes que te lo digo en joda, no solo me enamoré de lo zarpado en lindo que estás, tenés algo que los demás no tienen... y cuando averigüe qué es voy a decirte "Pedro Parnenzini, me gustas por esto".

El castaño devolvió su vista hacia el mayor, le dio un beso al mayor y siguieron hasta una cuadra antes de a casa de Pedro, donde se despidieron, Martín dio la vuelta y condujo hacia su casa. A veces no se ponía a pensar que estaba manteniendo una relación (por más de que no fuera seria) con un chico de casi diecisiete años. A esa edad tenemos muchísimas boludeces en la cabeza (más en 2014, cuando no habían las mismas cosas en redes sociales). A Martín le costaba aceptar alguna reacciones estúpidas que tenía Pedro, él también había sido algo tonto a esa edad.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora