doᥴᥱ.

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Luego de comer con su familia y de que todos charlaran sobre las cosas que les había sucedido, levantaron la mesa y Martín ayudaba a su mamá a lavar los platos; se reían, se hacían comentarios hasta que Zahady pensó en tratar de sacarle información sobre el chico que le gustaba.

—No me contaste cómo te fue el otro día, Tin.— habló haciéndose la tonta, como si fuera una pregunta casual.

—Re bien, nunca pensé que las citas fueran tan interesantes...

—¿Viste? Yo te dije que negarte al amor era estúpido.— la mujer sonrió mientras le pasaba la esponja a un vaso.

—Realmente siento que este chico me atrae, es más allá de lo sexual, posta me llama mucho la atención. Siento que quiero meterlo en una cajita de cristal y que no le pase nada. Por ejemplo, hoy hice cosas para que sus viejos no lo descubran... y me siento bien con eso, ayudándolo.

Zahady frunció el ceño:—¿Por qué los padres no lo pueden descubrir?

—No saben que es gay todavía— masculló con lentitud—, y lo entiendo, voy a esperar el tiempo que él necesite.

La mujer rió con ternura y golpeó su hombro.

—Quién diría que hablaría así de un chico, dios.— negó con la cabeza, divertida— ¿Cuántos años tiene?

El joven tragó saliva con nerviosismo, y su madre no pasó eso por alto, pero no dijo nada. Martín se rascó la nuca con nerviosismo.

—Diecisiete, en poco cumple dieciocho— respondió, pero se notaba perfectamente que mentía. Zahady sabía que estaba mintiéndole, sin embargo, no dijo nada al respecto y le contestó con una sonrisa. Si todavía no quería decirle la verdad, no podía obligarlo.

Terminaron de lavar los platos y Martín subió a su cuarto, estaba cansado, pero quería salir de su casa un rato. Eran las ocho y media, faltaba una hora para que Pedro saliera del colegio, no era una buena idea. Prendió su celular y le mandó un mensaje a su mejor amiga a ver si podían salir a algún lado, ella le respondió que sí, que en quince minutos se vieran en una heladería. El pelinegro se levantó de la cama, se cambió el buzo que tenía y se colocó perfume; acomodó un poco su cabello y salió rumbo al lugar. Le pidió el vehículo a su padre y en diez minutos ya estaba allí.

Se quedó afuera, esperando a que Bárbara llegara, miraba el inicio de Facebook cuando le llegó una solicitud, "Matías Candia". Entró al perfil, miró las fotos, tenía unas con Pedro y con la chica que siempre estaba encima de Pedro, las fotos eran en el colegio, por lo que supuso que era uno de sus amigos. Los amigos que Pedro no soportaba, pero que hacía todo por sus padres. Le pareció raro que haya encontrado su Facebook, estaba claro que Pedro no se lo había dicho, entonces ¿cómo lo había encontrado? Recordó las veces que fue a buscar a Pedro al colegio, ¿en qué momento podría haberlo visto. ¡Claro! Cuando Lila besó a Pedro frente suyo, la primera vez que lo acompañó; seguramente ella le había dado su descripción y habían estado buscándolo. ¿Para qué querían ver sus cosas en Facebook? Que paja, en serio.

—¿Quién soy?— la voz femenina de su mejor amiga lo sobresaltó detrás suyo, sus ojos estaban siendo tapados por ambas manos de la chica, tenía olor a vainilla.

Martín le quitó sus manos de los ojos y la saludó con un beso en la mejilla, se metieron en la heladería y pidieron dos helados. Decidieron caminar un poco, iban hablando de la nueva chica con la que Bárbara salía, parecía ser que se llamaba Micaela, la había conocido en la joda en la que fueron los dos, Mica y ella tenían amigos en común. Hace poco Bárbara se había enterado de que la chica tenía dieciocho, los había cumplido hace poco, y para los casi veinticuatro que tenía ella, era bastante joven. Sin embargo, sus ojos celestes habían capturado por completo su atención, le parecía hermosa y le gustaba demasiado, pero tenía el problema de todos los adolescentes: sus padres no sabían sobre su sexualidad. Cuando Martín oyó eso, rió burlón.

—Es una cagada que tengamos ese problema boluda. Eso es por meternos con chicos más chicos que nosotros.

—Real.— respondió Bárbara— Es tan linda igual...

—Sí, Pedro también es lindo...— negó con la cabeza por recordar al castaño—. ¿Y qué onda, ya...?— guiñó un ojo, insinuando lo obvio.

—No, todavía no, sabes que yo soy re lenta para esas cosas. Por suerte ella lo prefiere así, me respeta muchísimo, y no es algo que siempre me pase con las pibas. Después de lo de mi padrastro... me cuesta muchísimo confiar en otras personas— lo último lo dijo algo despacio, por más de que Martín sabía toda su historia, aún le daba vergüenza reconocer todo lo que le había pasado.

—Tranquila boba, yo te entiendo. Me parece bien que te tomes tu tiempo y que no te sientas presionada por Mica, ojalá que te cuide y no sea como todas las pelotudas con las que salís, te juro que las cagaría a piñas a una por una.

Bárbara rió y lo golpeó en el brazo, paró en seco y lo abrazó con fuerza:—Te juro que me gané la lotería conociéndote.

—Pf, obvio que sí— respondió Martín, egocéntrico. Pero ambos rieron—. Yo también me la gané conociéndote, posta de que estaba banda de solo y apareciste vos en el trabajo, eras la única piba que no se acercaba a mí para chuparme la pija ahre— volvieron a reír—, no pero posta, sos todo lo que está bien Barbi.

—Bue wachin, no te pongas en tierno porque me haces llorar.

Martín le dio un besito en la frente y siguieron caminando, esta vez de la mano, porque a veces eran así de cariñosos.

—Vos seguramente andas así de tierno por el otro chico, te está cambiando para bien.

Martin sintió el calor subir a sus mejillas:—Siento que me estoy re enganchando, y me da un poco de miedo. Es algo nuevo y que se yo, me hace sentir bien, completo.

—Tiene pinta de ser buen chico, me parece muy bien que estés con él.

—Boluda, real que ignoro a todos los demás con tal de estar con él a toda costa.— miró la hora en su celular— Es más, en quince minutos debería ir a buscarlo.

—Todo un sugar daddy seguro pareces— la pelinegra rió—, ¿sus amigos saben de vos?

—No, nadie sabe. Pedro tenía a su hermano preso por boludeces y quiere ser el ejemplo de la familia. La típica: buenos amigos, buenas notas y una buena novia.

—Qué bajón boludo... por lo menos Mica salió del clóset con sus amigos, a veces vamos todos juntos a llevarla a su casa.— Bárbara se retractó— Perdón, no te quería hacer sentir mal respecto a eso.

—Nah, no me hace sentir mal. O bueno, capaz un poquito, pero cuando estoy con él y veo su sonrisita toda perfecta, cuando me besa y se separa para mirarme a los ojos y decirme que soy lindo... ay boluda, todo lo demás me importa una mierda si estoy con él.

Antes ya tenía sus dudas, pero ahora estaba completamente convencido: estaba enamorado de Pedro.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora