qᥙιᥒᥴᥱ.

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Desde que había entrado al colegio se quejaba de las personas que en la semana de dulzura. No entendía como el capitalismo había llegado a tal repercusión que la gente gastara tanto dinero en cosas dulces durante una semana. Siempre había tenido la misma opinión de ello, todos los chicos que le. querían caer le regalaban chocolates, bombones, y todo con la excusa de que es un dulce por un beso. ¿Con tal de un piquito hacían todo eso? Eran tontos, claramente. Pero, este año era distinto, todo era diferente en la vida de Martín Kovacs. Tenía ganas de agarrar su sueldo y despilfarrarlo en el supermercado para comprarle una camionada de chocolates a Pedro, su querido Pedro. Y eso era exactamente lo que estaba yendo a hacer el sábado por la mañana. Debido a que supuestamente no se verían este fin de semana, le quería preparar algo lindo para cuando lo fuera a buscar al colegio.

Lo acompañaba su amiga Camila, con quién no se veía hace mucho y tenían que actualizar los chismes. Decidieron comprar unos frappes e ir caminando hacia el supermercado mientras charlaban de sus amores; Camila de su novio y Martín de su chico. Camila estaba sorprendida de que por fin el pelinegro se había enamorado, o bueno, que le gustará alguien. Las ruedas del carrito rechinaban contra el piso mientras ambos amigos no paraba de hablarse de todo lo que se habían perdido. Ambos hablaban maravillas de los chicos que les gustaban, y comenzaron a hablar de cosas “picantes”, y una vez que la pelirroja terminó de hablar de su novio, Martín se quedó sin palabras.

—Dale boludo, como si fuera que te da vergüenza.

Se mordió los labios con nerviosismo:— Sólo estuvimos una sola vez, y le acuerdo poco porque me escabié la vida... después una vuelta me puse celoso y le hice uno en el auto, pero después de eso nunca más, todo puro beso y toqueteo.

Camila abrió la boca sorprendida:—Me estás cargando, ¿qué hiciste con mi Martín?

Él rió, metiendo un chocolate Milka al carrito:— Boluda, te juro que no siento ganas. Tipo, a veces sí, pero si no pinta me la banco. Te juro que me siento tan bien al lado suyo... duermo feliz, hablando por mensaje con él, me levanto contento porque voy a verlo, lo llevo a su colegio y espero que se haga la hora para ir a buscarlo, no sé qué mierda tiene, pero el wachin me hace re feliz.

—Pensé que jamás te escucharía hablar así de alguien, estoy feliz por vos, negro. Posta que ojalá se les dé, por más de que tienen que andar a las escondidas, ojalá se les dé.

—A lo primero me rompía bastante las bolas el hecho de tener que andar a las escondidas. Pero después pienso en que si él es feliz conmigo no necesito que todos se enteren.— la sonrisa de Pedro se metió en la cabeza de Martín, por inercia, se le colorearon los pómulos de rosado, era increíble como le brillaban los ojos cuando pensaba en él, por fin había encontrado a la persona que le faltaba en su vida.

Abrió los ojos con rapidez y corrió hacia el baño sin ponerse nada en los pies, sintiendo el frío del piso. Se arrodilló frente al inodoro y largó todo lo que había tomado la noche anterior, sintiendo como su garganta ardía. Se levantó del suelo y tiró la cadena, se miró en el espejo y rió por lo destruído que se encontraba. Bajó la cabeza para abrir la canilla y enjuagarse la boca, se cepilló los dientes y salió del baño. Volvería a acostarse de ser por él, pero su cabeza lo estaba matando. Entró a la habitación para colocarse algo en los pies, aunque había algo brillante debajo de la cama, por lo que se arrodilló para agarrarlo entre sus manos y ver de qué se trataba: un arito con forma de corazón.

Frunció el ceño e intentó recordar de quién podría ser, por lo que sabía, no había traído a nadie el día anterior, además de que sus padres no lo hubieran permitido. Alzó los hombros y dejó el arito en la mesita de luz. Bajó al comedor y le pidió a la señora que trabajaba para ellos si no podría prepararle el desayuno. La señora le dejó el desayuno y antes de que se fuera, Pedro la tomó por la muñeca.

—Una pregunta... ¿vio a alguien salir de mi habitación hoy?

La señora sonrió:—sí, salió una chica rubiecita, flaquita, tenía un vestido rojo.

Vestido rojo... ya sabía de quién se trataba, no era nadie más que Lila. Aceptó con la cabeza y prendió su teléfono viendo todas las notificaciones de la noche anterior. Antes de leer los mensajes de WhatsApp, fue a Instagram y vio sus historias de Instagram, en la última era él peleando contra Matías por ver quién tomaba más shots de vodka. Rió para sus adentros, buscó el perfil de Lila y miró una por una sus historias. La última era una foto de él, dormido en la cama junto a un emoji "😍". Le parecía raro que ella hubiera venido hasta su casa siendo que la joda había sido en la suya. Rara, sí, pero no tenía ganas de saber qué había pasado.

Martín (trabajo).

bebé precioso, ya me levanté...
11:57 a.m

no sabes que nochón el de ayer, la
pasé re lindo, ir encantaría verte hoy.
11:57 a.m

¿salimos a algún lado? o vení a casa a escondidas, pero dale, t extraño.
11:58 a.m

No, no puedo.
11:58 a.m

Estoy ocupado.
11:58 a.m

Pedro frunció el ceño al leer del modo cortante con el que Martín le había contestado, sin embargo siguió respondiendo los mensajes de sus amigos. Casi todos recordándole que se había ido de la fiesta con Lila, algo penoso para él, pero un logro para la rubia. Resignado, y viendo la hora, decidió buscar los resúmenes que le habían ayudado a hacer sus compañeros del colegio y se encerró en el cuarto con música lenta para comenzar a estudiar. Por lo visto, de eso se trataría su domingo.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora