ᥴᥙᥲtro.

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Había costado muchísimo, pero después de muchísima insistencia, Martín había logrado que su mejor amiga lo acompañara a la joda que había hecho uno de sus amigos. Bueno, que de amigo no tiene nada. Es un chico hermoso que le ha atraído desde siempre, y es con el único que no se cansaría de repetir. Debido a que hace un buen tiempo que no se veían, Martín encontró la oportunidad perfecta para volver a enredarse en aquellos cabellos rizados una vez más. Y, por más de que Bárbara había insistido en que no la dejara sola, Martín ya tenía alguien para distraerla e ir directamente a su presa.

Al llegar a la casa quinta en donde se realizaba la fiesta, le llamó la atención que haya tanta gente. Mirko nunca había sido un pibe muy social, por eso mismo, le parecía una locura que hayan más de 200 personas allí. Sin embargo, lo comenzó a buscar con la mirada, pero aquellos rizos rubios no estaban siendo ubicados.

—Bar, ¿no ves a Mirko desde acá?— preguntó el chico, acomodando sus lentes de sol en su cabeza. Le daban un aspecto demasiado afeminado, pero le encantaba como le quedaba.

La chica comenzó a buscar con la mirada a chico por chico, pero había una multitud de gente, y encontrar a Mirko entre todos estos era una tarea muy complicada. Sin embargo, viendo el rostro de cada chico que estaba en la fiesta, se encontró a un chico castaño que le parecía demasiado conocido. ¿De dónde lo conocía?

—Eu— llamó la atención del menor—, aquel pibe se me hace re conocido— apuntó con el dedo índice a un chico que estaba hablando con dos pibas.

Martín lo reconoció al instante, sonrió y se relamió los labios.

—Es el paki del supermercado, Bárbara.

No lo podía creer, que hermoso que estaba. Su forma de vestir le había fascinado, ¿se podía ser tan fachero como él? Por favor, que hermosura. Si en los próximos cinco minutos no encontraba a Mirko, seguramente se quedaría con el castaño de hermosa sonrisa.

Ambos jóvenes se acercaron a un grupito en donde habían unos cuantos chicos y chicas parecidos a la onda de ellos. Hablaban de boludeces y cada tanto bailaban un poco. Una chica en especial, de ojos claros, estaba mirando demasiado a Bárbara. Por lo que Martín la tomó del brazo y le hablo en el oído, diciéndole sobre la situación. En la próxima canción, Bárbara tomó de la mano a la chica y bailaron un poco.

Martín se quedó mirando a la nada unos segundos, hasta que sus ojos cafés se encontraron nuevamente con aquel castaño. ¿Qué estaba esperando? ¿En serio dejaría pasar aquello por un rubio que puede tener cuando quiera? No, claro que no.

Se encaminó hasta él, entonces comenzó a sonar una canción de cumbia, por lo que era necesario bailar con alguien. Pedro estaba apoyado en una barra, hablando con dos chicas. Si mal no recordaba, él aclaró que no tenía novia esa mañana, por lo que ninguna de ellas debía serlo.

Sus dudas se esfumaron cuando las dos muchachas comenzaron a bailar y se besaron. Otra cosa en común con Pedro; ambos tenían mejores amigas tortas. ¿Eso debería tomarlo como una señal, no?

Lo tomó desprevenido de la mano, empujándolo hacia él y haciéndolo bailar. Por más de que Pedro había estado tomando bastante (y debido a su edad le pegaba más rápido), pudo reconocer a aquel pelinegro de manera rápida.

—Perdón, pero creo que te aclaré que no me gustan los chicos— exclamó Pedro, tratando de soltarse de Martín.

—Perdón, pero creo que apenas te toqué la pija y te quedaste en el baño un buen tiempo, vaya uno a saber haciendo qué— respondió Martín en el mismo tono, brindándole una sonrisa.

—Sos re atrevido chabón— Pedro rodó los ojos y le soltó la mano—, ¿cuántas veces querés que te diga que no?

—Cuantas sea necesarias para hacerme entender— respondió y le guiñó un ojo.

Pedro suspiró frustrado, la situación le comenzaba a dar algo de gracia. Volvió a su posición original, apoyado en la barra. De ese modo, se sentía un poco más intimidante. Porque si no fuera por su altura, sería un pibe inmaduro de 16 años. Pero debía haber algún motivo por el que Martín se hubiera interesado tanto en él.

Aunque, según una de las chicas que se había acercado a él en el trabajo, Martín siempre hace lo mismo con todos, tiene un particular gusto con los chicos que recién conoce. Luego de conocerlos, es muy poco probable que vuelva a llamarte. Es Martín Kovacs, estar con él es un viaje de ida y vuelta.

Martín volvió a acercarse al chico al compás de la música, sacándole una sonrisa al más alto. ¡Qué sonrisa más hermosa! Por dios, ¿es que no le duele la cara de ser tan hermoso?

—¿Sabes lo que hago con chicos supuestamente "heterosexuales" como vos?— cuestionó.

—No, ¿qué haces, a ver?— le desafió.

Martín hizo una seña algo vulgar, llevando su lengua a su mejilla como si le estuviera haciendo un pete. Pedro no pudo evitar reírse apenado, tapándose el rostro para que el contrario no lo viese sonrojado.

—Sos demasiado atrevido.

—¿No te encanto así?

—Ni un poco.

Martín iba a darse por vencido en cualquier momento. Ah, se la creyeron. Martín nunca va a descansar hasta tener al chico que quiere en sus brazos. ¿Es necesario repetir quién es Martín Kovacs exactamente? Caminó hacia el contrario de una forma bastante provocativa, haciendo que Pedro se quedara sin aliento. Se acercó lo suficiente hacia Pedro cómo para hacer que sus narices rozaran, los ojos de Pedro batallaban por no bajar la mirada, pero se le hizo imposible. En un movimiento casi impropio, acercó sus labios hacia los de Martín, pero este se alejó, haciendo que siquiera se rozaran.

—Ah, no, amor. Las cosas se hacen cuando yo quiero, no cuando vos querés.

Dicho aquello le guiñó el ojo y caminó lejos de él, volviendo al grupito en el que se encontraba anteriormente.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora