ᥒᥙᥱvᥱ.

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Estaba yendo hacia el trabajo con un cansancio terrible y una cara que lo demostraba a la perfección. Aunque debería haber llegado más temprano por su puesto de trabajo como el que revisa todo, pero se había levantado hace menos de diez minutos y siquiera atinó a comer algo. Llegó, dio un suspiro de tranquilidad y saludó a su mejor amiga.

—Tarado, ¿dónde estabas? Te llamé toda la mañana, el jefe está enojado.

—Me quedé dormido— farfulló en respuesta—, y el jefe me la come.

Terminó de decir eso entre risas y se metió al baño para colocarse el uniforme. Como el cubículo era muy chico, no le daba espacio a que se pudiera acomodar bien el pantalón, por lo que salió de allí con el pantalón desacomodado. Para su grata sorpresa, Pedro estaba allí, acomodando su cabello con sus manos. Martín se rió de aquella situación y terminó de acomodar su pantalón y colocarse el cinturón correctamente. Los ojos del castaño estaban ensimismados en observar cada uno de sus movimientos.

—Llegó tarde, supervisor— comentó el menor con un tono formal, anormal en él.

—Me dormí— respondió y se acercó al chico para darle un beso cortito—, ¿cómo estás?

—Con sueño, ayer no paré de pensar en vos— respondió con una sonrisa y lo tomó por las mejillas—, vos también sos precioso.

Con aquello seguramente se refería al final de la llamada de la noche anterior, donde el pelinegro fue quién la acabó diciéndole al contrario que era muy hermoso. Le dió un beso más y salieron del baño, yendo cada uno a su puesto de trabajo. El jefe lo estaba buscando desde que los empleados habían llegado, estaba bastante irritado. Al encontrarlo, lo tomó por la muñeca.

—Martín Kovacs, ¿cuál será su excusa esta vez?— su tono era demandante, firme, digno de un jefe como él, pero quizás estaría olvidando la persona con la que trataba y cuanto le provoca.

—¿Disculpa? Primero y principal: nunca llego tarde, nunca falté y nunca me hice pasar por enfermo como todos sus otros empleados. Llegué tarde porque estoy con un problema personal. Así que, Ivan, si tu mujer no sabe como saciarte, no vengas a querer romperme las bolas a mí— dicho aquello se soltó del agarre y acomodó su camisa, el jefe tensó la mandíbula.

—A mi oficina, ya.

—¿Perdón?— el pelinegro rió— El que vino agresivo sos vos, yo no te hice nada.

—¿Tengo que decírtelo dos veces?

—Si lo vas a repetir, al menos decilo bien. Porque tu "a mi oficina" significa un "haceme un pete" y yo no te toco ni con un palo, Iván.

El último nombrado se pasó la mano derecha por el cabello, estresado. Responderle algo más a aquel joven tan irrespetuoso y mal hablado no tendría sentido, además de que no tenía ganas de pelear con él, no hoy. Sin más que decir, se dirigió hacia su oficina y todos los empleadas volvieron con lo suyo; por más de que era común que Martín contestara así a su jefe, aún les seguía sorprendiendo su carácter. Y mucho más a Pedro, era la primera vez que veía a Martín hablándole mal a la autoridad, y le sorprendía que el hombre mayor no le hubiera reprendido por aquello. Martín se dio cuenta de que el castaño no le quitaba la mirada de encima, claramente porque seguía sorprendido con las palabras malsonantes que habían salido de su boca. En respuesta, Martín le guiñó un ojo y cada uno prosiguió con su trabajo como todos los días. A la hora del almuerzo, Pedro se juntó con Bárbara y Martín y comieron los tres mientras iban charlando sobre diferentes cosas.

Se hizo la hora de siempre, Pedro esperó a que Martín saliera del baño para pedirle que lo llevara hasta el colegio ya que había venido en coche. Una vez que el pelinegro se encontró con el castaño, sonrió y lo miró con confusión.

—¿No deberías ir al colegio vos?

—Sí, pero quiero que vayas conmigo.

—Uh, hoy vine en auto, no puedo acompañarte.

Pedro se golpeó la frente con la palma de la mano se acercó a Martín:—Lo que tenes de lindo lo tenes de pelotudo, Tin. Quiero que me lleves.

Martín rió:—¿Me viste cara de Sugar Daddy?— negó con la cabeza—, o sea, sé que parezco, pero no lo soy.

—Dale Martín, no te cuesta nada.

—No quiero ver a la pelotuda esa con la que estás, me dan celos y los celos son tóxicos.

—Tin...— Pedro insistió una vez más, Martín se rindió.

Caminaron de la mano hasta el estacionamiento del trabajo, Pedro se sentó de acompañante y Martín del lado del chofer. Puso música en el estéreo y fueron cantando los quince o diez minutos que duraba el recorrido. Faltaba una cuadra para llegar al colegio, lo notaba por todos los adolescentes que estaban allí.

—Bueno... ¿querés bajar acá? No creo que quieras que me vean con vos de nuevo, van a pensar que...

—Gracias Tin— lo interrumpió y le dio un beso en los labios—, nos vemos mañana.

Salió del coche y Martín observó cómo el chico se iba trotando hasta llegar a su grupo de amigos. La chica esa que no le caía bien intentó besarlo, pero el castaño le corrió la cara e hizo que le diera un beso en la mejilla. Eso fue suficiente para el mayor, por lo que apretó el acelerador y retomó el camino para su casa con una sonrisa en el rostro. ¿Por qué era tan lindo? Por dios, es que no lo sabía.

Al llegar a su casa saludó a su padre y a su madre y se dirigió a la cocina para prepararse mates. Se sentó al lado de los mayores y comenzó a ver la televisión junto a ellos mientras hablaban sobre su día. Martín rápidamente pensó en Pedro, pero hablar de un chico en su casa significaría sus padres queriendo conocerlo y pensando que su hijo estaría próximo a casarse, por lo que descartó la idea. Miraron un poco las noticias, debatieron sobre algunas cosas y Martín sintió sueño, miró el reloj y vio que eran casi las ocho de la noche, dormir ahora significaría despertar a las dos de la madrugada con insomnio e ir como zombie al trabajo, seguramente un mes atrás lo hubiera hecho, pero sabiendo que Pedro podría verlo en tal mal estado hizo que se arrepintiera.

—Martín, te veo más feliz, ¿hay algo que quieras contarnos?— preguntó la madre del chico, insistente como siempre.

—Umh... no que yo recuerde.

Zahady decidió no insistir, aceptó con la cabeza y continuó charlando con su marido. Martín sacó el celular de su bolsillo y al prenderlo notó que había algunos mensajes de Pedro.

Pedro
Tinnnnn, me muero de aburrimiento.

Tin
No me recibí de payaso todavía, amor.

Pedro
Dale boludo, te estoy hablando en serio.
¿Me venís a buscar y salimos a algún lado?uwu
Ahre, el uwu quedó re otaku, perdón.

Tin
¿Salir a comer?
¿Es una cita?

Pedro
A menos que cuentes a Mc Donalds como cita, calculo que sí.

Tin
¿Pagas vos?

Pedro
¡El sugar daddy sos vos!

Tin
Cuando te conviene.
Bueno dale, ¿a las nueve y media salías, no?

Pedro
Hacete el boludo tranqui, como si no supieras.
Te espero, ponete lindo;)

Tin
Ya soy lindo bro, jaja 1 abrazo.

Martín rió para sus adentros, sí, se reía de su propio chiste. Aún era temprano, por lo que una pequeña siesta no le vendría nada mal.

—Che vieja, ¿no me despertas a las nueve?

—Obvio Tin, yo te aviso— respondió la mujer sin dejar de ver la televisión.

Martín se levantó y fue hacia su habitación para dormir un poco, estaba súper cansado, había dormido poco y nada la noche anterior.

no te olvidé ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora