Asunto: Y la pregunta del millón de dólares es...

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De: ashlynx@gmail.com

Para: shorter.wong@gmail.com

Asunto: Y la pregunta del millón de dólares es...

Me gusta estar solo en medio de mi despacho, creo que estoy demasiado acostumbrado a la soledad. La doctora Jessica dijo que eso no es del todo bueno y de todos los malos hábitos que he acumulado con el paso de los años, sé que este es al que más trabajo me costará renunciar.

Aunque digas que estoy loco por pensar algo así, Shorter, debes saber que la soledad se convierte en algo adictivo cuando te dejas atrapar por ella. Viene a ti en suaves olas que no te ahogan y después te encuentras navegando en un mar calmo donde ni siquiera las tormentas te hacen daño: porque te vuelves parte de la tormenta, porque quizá cuando estás solo, tú eres la tempestad y la calma a la vez.

Me he acostumbrado a la soledad, esa es la verdad. Me hice adicto a ella y ahora estoy asustado porque todo lo que está sucediendo a mi alrededor está cambiando demasiado rápido y debo de estar maldito porque el cambio comenzó con la llegada del profesor Okumura a esta universidad y es como si el mundo, mi mundo, hubiera empezado a girar en torno a él sin que yo pueda hacer algo para impedirlo.

Desde la tarde pasada en la que me obligaron a guiarlo a la sala de juntas no dejo de verlo en todos lados, a veces me pregunto si mi mente enferma no estará buscándolo en medio de la gente. Y ni siquiera tengo que esforzarme porque el hombre suele dar sus clases en el exterior y estuve a punto de presentar una queja hasta que me encontré mirándolo por la ventana mientras su cabello largo y negro ondeaba al viento y sus manos guiaban las manos de sus alumnos para obtener las mejores tomas de la luz del sol entre las hojas de los enormes árboles que adornan en patio de la Facultad de Bellas Artes.

Y no es que él esté buscándome a mí, no. De hecho, cuando se encontró conmigo a la entrada del campus la semana pasada, me pareció más bien que el hombre estaba muriéndose de la vergüenza por la petición del director. Te juro que se disculpó al menos quinientas veces por causarme tan terrible molestia y yo tuve que asegurarle otras quinientas veces que no podíamos llamarle una molestia porque en realidad es parte de mi trabajo.

Eso pareció tranquilizarlo ¿sabes? Cuando mencioné lo del trabajo algo en el profesor Okumura pareció relajarse, supongo que porque los japoneses siempre le dan una importancia bárbara al hecho de cumplir con el deber, así que después de eso, el hombre me regaló una de sus brillantes sonrisas y simplemente caminó a mi lado sin forzar una conversación a la que de todos modos no habría podido responder de forma adecuada.

Y sin embargo, Shorter, por un momento pensé que sería agradable hablar con alguien como él ¿sabes? Es decir, sabes lo que sucede siempre con las jóvenes profesoras de intercambio, ellas jamás tienen miedo de buscar una aventura conmigo, o sea, no es que estuviera esperando que el profesor Okumura buscara una aventura conmigo (ni estoy dando por hecho que él también piensa que soy terriblemente guapo) pero, o sea...

Olvida el último párrafo ¿quieres?

Lo que quiero decir es que sé que Eiji Okumura quizá también sea una persona que sabe mucho de la soledad a pesar de haber sido por muchos años un rostro de sobra conocido en su país y en el mundo de la fotografía donde se ha movido desde que dejó de participar activamente en el deporte. Algo me dice que el profesor Okumura es un adicto a la soledad también y quizá sentí ganas de hablar con él porque, bueno, quizá dos soledades como las nuestras puedan entenderse ¿no?

Creo que cuando estuve caminando al lado suyo de verdad me olvidé de que mirarlo duele, al estar con él, no sentí dolor alguno, simplemente sentí curiosidad. Quise preguntarle mil cosas, por ejemplo, si Nueva York le parece agradable, si antes había estado aquí en alguna competencia, cosas sin sentido que cualquier estúpido pregunta cuando quiere hacer una conversación amigable con alguien.

Pero no dije nada, no me sentí capaz y aquel silencio a su lado me pareció tan completamente apacible. Eiji Okumura es de hecho una persona apacible.

—Le agradezco infinitamente su ayuda, profesor Aslan— dijo él antes de despedirse de mi a la entrada de la sala de reuniones, puesto que Max Lobo estaba llamándolo desde el estrado del auditorio para presentarlo a la comunidad de profesores—. Nos estaremos viendo por aquí entonces...

Después de eso, mientras yo me quedaba en blanco por la forma en la que había pronunciado mi nombre de pila, él me dedicó otra reverencia y sonrió de la única forma en la que e imagino, él es capaz de sonreír: con toda la luz de las estrellas del ártico en los labios. Porque no, Shorter, me equivoqué la última vez, él no tiene una sonrisa de sol, él sonríe como una constelación lejana porque la luz que se desprende de él es fría y sin embargo alcanza para romper las tinieblas más oscuras.

Y desde que él sonrió no dejo de verlo en todos lados. Desde que él sonrió no dejo de desear haberle dicho algo o quizá, hubiera sido buena idea invitarlo a la cena contigo y con Nadia pero no lo invité porque de verdad tú lo hubieras asustado o peor aún, habrías empezado a cortejarlo y no lo tomes a mal, pero creo que tú no podrías ser un buen esposo ni para él ni para nadie. Te lo digo como tu mejor amigo, Shorter, te falta dedicación y tradición para ser un buen esposo.

Como sea, ¿qué demonios me está sucediendo? Se supone que la existencia del profesor Okumura me causaba dolor pero ahora más que dolor es curiosidad y eso es mil veces peor porque ya sabes cómo soy cuando quiero desentrañar un misterio, no me rindo hasta lograrlo. Y los misterios son peligrosos. Y sé que suena a que algo en el me atrae de forma irremediable pero no le demos ese nombre, estoy seguro que no es algo tan banal como una simple atracción que no me llevará a ningún lado.

En cuanto a mi asignación de compañero para el proyecto multidisciplinario, el director lo dejó a nuestro libre albedrío, aunque sí dejó muy en claro las reglas del juego. Debí sentirme liberado ¿sabes? Debí sentirme contento con el dictamen de Max pero solamente me sentí terriblemente agitado. Sabes que cuando esto pasa, cuando debo trabajar en equipo, termino siempre haciendo las cosas yo solo con el pretexto de que nadie más quiso trabajar conmigo pero ahora sigo sintiéndome inquieto y aquí va la pregunta del millón de dólares: ¿crees que sea demasiado si le pido al profesor Okumura que trabaje conmigo?

Por favor dime que sí y evita que cometa una locura. Sálvame Shorter, tú me has salvado muchas veces así que hazlo una vez más ¿quieres?

PD. No aceptaré ningún chiste acerca de que esto suena a una confesión de amor a primera vista, así que si estás pensando en contestar a esto con burlas, haz el favor de meterlas en esa parte de tu anatomía que no ve el sol muy a menudo.

Con amor, Ash. 

Antes de nuestra primavera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora