Con la luna de primavera por testigo.

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Con la luna de primavera por testigo.

El silencio está lleno de electricidad.

Los ojos verdes de Aslan Jade Callenreese están lleno de un sinfín de emociones diferentes: ansiedad, pasión, ardor, todo ello envuelto después con la presencia de un amor que raya en la más completa adoración que alguien haya sentido jamás.

Sus ojos verdes no se despegan del cuerpo del otro hombre quien sonríe a pocos centímetros de él con emoción. Hay algo en sus ojos que es nuevo y también, reconfortante y conocido. Sus ojos oscuros brillan con la misma intensidad con la que lo hacen los rayos de luna que entran por la ventana. La luz de luna se refleja en su sonrisa y en la piel desnuda de su vientre.

Hace rato que los dos han entrado a la mágica penumbra de aquella habitación. No ha hecho falta encender la luz porque sus sentidos están afilados, expectantes, un tanto agitados por la proximidad del otro.

Aslan no pudo reprimirse y levantó a Eiji en brazos para pasar con él por el umbral de aquella puerta que si bien no sería su hogar por siempre, sí sería el primer nido en el que los dos experimentarían la emoción de un primer encuentro como aquel.

Las manos de Ash tiemblan sin que él pueda evitarlo. La piel de Eiji es como uno de sus libros favoritos ya, un libro amado que se conoce con el solo tacto, con el aroma. Ash piensa que podría reconocer la piel de Eiji aun si sus ojos dejaran de ver. Podría conocer a Eiji solamente por su perfume o por el modo en el que un sonido alegre y complacido sale de sus labios cuando las manos de Ash comienzan a posarse sobre la luz de la luna que acaricia a Eiji también.

Aquella noche es especial, es diferente. El aroma a nueva vida entra por la ventana y se cuela alrededor de ellos. Los brazos de Eiji se enredan en la cintura de Ash mientras intenta atraerlo a sí mismo con un dejo de desesperación que pinta una sonrisa complacida en los labios del escritor. En los brazos de Eiji, el hecho de ser deseado con intensidad jamás ha sido un problema para Ash. En los brazos de Eiji, lo que harán a continuación ha dejado de ser un trauma y se ha convertido en la experiencia de miles de sensaciones placenteras que él no sabía un hombre podía llegar a sentir.

Esa noche es una celebración, Eiji y Ash lo saben y quizá es esa certeza la que hace que, después de que una sonrisa de mutuo acuerdo aparezca en sus bocas, los labios de los dos se estrellen con calma y se abran de forma lenta y dulce. Aunque hay pasión en sus besos, no hay prisa. Porque aunque sus manos se deslizan sobre la piel del otro como si aquella fuera la última noche de sus vidas, en realidad los dos saben que es la primera de muchas. La primera en la que podrán llamarse el esposo del otro. La primera en la que quizá, no haya ningún tipo de fantasma rondando cada beso, cada caricia.

Ash sabe que esa noche no hay lugar para el pasado, ni siquiera piensa en ello en ese justo instante. En su mente solo existe Eiji, bajo sus manos se encuentra solo la piel de Eiji y alrededor de él ese perfume fresco y masculino que emana del cuerpo de su amado y que ahora se mezcla con el suyo.

Un suspiro feliz que lo avergüenza un poco, escapa de los labios de Eiji cuando siente que las manos de Ash se cuelan por debajo de la delicada seda blanca de su camisa. Las manos de Ash son cálidas y están llenas de luz de luna. Aunque algunas noches en Nueva York son frías aun, en aquella suite presidencial la temperatura de las pieles de los dos parecen indicar que las flores nacerán en cualquier momento y Eiji no puede evitar preguntarse si esa ansiedad que llena cada centímetro de su piel con cada caricia de Ash, es lo mismo que las flores de cerezo sienten antes de florecer con majestad.

Las mejillas del japonés están sonrojadas y sus labios buscan la boca de su esposo que hasta hace unos segundos besaba su cuello con suavidad, succionando su piel como si Ash estuviese comiendo un caramelo especialmente dulce y apetecible y Eiji deja que sus manos se deslicen por la suave piel de Ash también. Quiere tocarlo todo. Quiere aprender cada uno de los recovecos de aquel cuerpo de memoria. Quizá una sola noche no sea posible pero lo intentará. Claro que lo intentará.

Antes de nuestra primavera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora