2.

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Magnus.


Hice una mueca de dolor cuando sentí como la gente del pequeño vagón se empujaba, todos estaban desesperados y aquel lugar daba miedo, era horrible. Habían pasado por lo menos ocho horas, pero con tan solo esas "pocas" horas todos se volvieron locos. Pedían a gritos salir, los bebés lloraban, otros pedían comida y lo peor, algunos necesitaban ir al baño lo cual era un enorme problema.

El tiempo siguió pasando y un fétido olor me llegó de algún punto del vagón. Ah, demonios. Un anciano había defecado, empezaron de nuevo los reclamos y gritos. Yo realmente estaba arto, si las primeras veces que gritaron no les hicieron caso, menos ahora que íbamos en marcha a algún lugar. Yo vivía en Varsovia y me encantaba el lugar, papá y yo siempre solíamos jugar al aire libre y amaba la comida que mamá preparaba ¡era la más rica! Eso fue antes de 1933, antes de que todo se volviera un caos y antes de que mucha sangre fuera derramada.

Doblé mis piernas abrazando mis rodillas que estaban pegadas a mi pecho. Metí mi cabeza entre mis brazos y comencé a sollozar con fuerza, extrañaba con mi ser a mis papás, esto realmente el infierno. Y tal vez ya era bastante mayor, pero eso no evitaba que estuviera tan asustado porque tenía noción de a dónde me llevaban y porque sabía de lo que ellos eran capaces. Tenía jodidamente miedo, hambre, sueño, frío y en algunas veces calor.

Abrí mis ojos cuando sentí que nos deteníamos en algún lugar y de nuevo se comenzaron a empujar, abrieron la gran puerta del vagón y lanzaron a unas cuantas personas más hacia adentro. Dios, estos hombres nos querían tan apretados como fuera posible, ya no había espacio y seguían metiendo gente. Éramos al menos 70 personas si no es que más.

Hubieron abucheos y quejas de las nuevas personas, miré a cada una de las que pude, todos con los ojos llorosos y la suciedad en sus rostros. Volví a cerrar los ojos y me quedé dormido hasta llegar al lugar donde sería peor que mi estancia aquí.

Hicimos una última parada, reconocí el lugar era Cracovia. Una vez vine con mi madre a visitar una amiga a la cual había dejado de ver tiempo atrás, recuerdo que ella tenía dos hijos, un chico de mi edad, en ese entonces 14 años, y una niña de tal vez 10 años. No lo recuerdo, pero ambos eran bonitos y mi madre me había atrapado mirando con intensidad al chico y cuando ella preguntó si me había gustado mis mejillas en aquel momento se sonrojaron. Desde ahí supe que los chicos llamaban mi atención, lo cual para la gente era un completo escándalo, si, sí, en pleno 1943 la gente considera a la homosexualidad como una abominación, enfermedad o cualquier otra estupidez inhumana e incluso era un delito y por suerte, mis padres a pesar de su religión y demás, me apoyaron y realmente me consideraba alguien afortunado hasta este momento donde parece que la paz jamás llegará.


Alexander.

Lo último que recuerdo son los ojos avellana de Izzy gritando que soltaran a Max. Fue mi culpa. Yo los traje hasta aquí. Ellos me siguieron cuando corrí tratando de huir y lo hice, pero minutos después irrumpieron en casa sacándonos a rastras de ahí.

Cuando salí de casa fuí cuidadoso hasta cierto punto, corría y me escondía entre las casa y callejones. Llegué al mercado el cual estaba saqueado, tomé lo que quedaba y yo estaba seguro de que nadie me había visto. Pasé por el área de juguetes y sonreí al ver el tren de madera que Max siempre quiso tener, así que ¿por qué no? ¿qué podía salir mal si tomaba aquel juguete? Bueno, idiota, sentenciaste la vida de tu familia.

Al tomar el tren otros juguetes había caído ya que el que tomé era su base. Escuché pasos apresurados y traté de esconderme y funcionó hasta que alguien me pilló saliendo del mercado. Él me miró y su mirada me atravesó, me hizo sentir vulnerable, ví la jodida demencia en él, llamó a otros y comenzaron a seguirme asi que corrí con todo lo que mis piernas me permitieron.

Una lata de comida se me cayó y traté de recogerla, pero en mis manos tenía demasiadas cosas, se me cayeron todas de la manos, jadeé con frustración y miedo, recogí lo que pude porque no podía dejar a Izzy y a Max sin comida, de verdad que no podía. Era una tortura ver como iban adelgazando tan rápido y de una manera aterradora, tenía que cuidar de ellos porque yo era su pilar, su ancla, yo debía ver por ellos. Mis lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas ¡estúpidas manos! todo se resbalaba y sentía a los hombres pisando mis talones.

Tomé lo que jodidamente pude y corrí, corrí como en mi vida había corrido, miré hacia atrás y no lo ví entonces me sentí aliviado. Revise las cosas, me sentí estúpido, el tren se me había caído en mi carrera hacia casa, tanto para nada.

Entré al sótano, ver los ojos iluminados de Max por la comida que en mis manos traía, no tenía precio.

- ¡Regresaste! - Izzy me abrazó y yo respondí.

Nos repartimos la comida, yo pensaba que todo iba bien hasta que la puerta de casa fue tirada causando un enorme estruendo. Mamá entró en pánico, Max comenzó a llorar al igual que Izzy, y yo... bueno, no sabía que iba a pasar.

Entraron por lo menos ocho hombres vestidos de negro portando enormes armas y el símbolo nazi, ellos venían por mí, por nosotros. Los pantalones de Max se humedecieron, oh mi pequeño niño, primero lo tomaron a él de los brazos de mamá, ella gritó y dijo: - ¡NO SOMOS JUDÍOS!

Pero la ignoraron completamente. Izzy y mamá gritaron, me tomaron por los hombros con brusquedad jalando mi ropa, me aventaron fuera de casa y yo juro que luche contra ellos, pero cada que movía un poco mis brazos recibía un golpe profundo. Me negué a dejar a mi familia, pero simplemente pasó, me golpearon y todo se volvió negro a mi vista. Mamá, Isabelle y Max eran los rostros que jamás iba a olvidar, me dolía profundamente alejarme de ellos. Todo era mi culpa, todo por un jodido juguete.

- Así que por fin a caído el maricón. - las palabras eran como un susurro, un susurro con desprecio.

Me sentí débil, decepcionado y con rabia, maldita sea. El grito de mamá fue lo último que escuché antes de desvanecerme por completo. Así que todo el tiempo ellos sabían de mí, aunque no habían ido tan rápido por mí, al final lo hicieron.


- Mierda. - susurró alguien a mi lado.

Mi cabeza y párpados pesaban de una manera increíble, tomó todo de mí abrir los ojos y enfocar lo que veía.

Muchas personas a mi alrededor, estaba en lo que parecía un vagón de tren. Lo deduje por el ruido que provenía de afuera. Pasé mi lengua por los labios y tragué, tenía la noción de hacia donde nos dirigíamos y al pensarlo un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo porque no era estúpido, mi destino ya estaba dictado.

Miré con un poco más de detalle el lugar, las personas se veían agobiadas, ansiosas, asustadas y cualquier tipo de emoción negativa. Busqué alguna señal de mi familia, pero nada. No encontré ni a Max, mamá o Izzy. Mi mente de repente regresó a los acontecimientos pasados antes de quedar inconsciente. Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

Estaba jodidamente asustado, asustado porque no sabía que me iba a esperar en el futuro, no sabía que iba a pasar con mi familia, no sabía absolutamente nada y eso me asustaba como una perra.

...

Nos leemos después, galletitas. ♥️

Amor en guerra. (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora