Alexander.
Sus manos sobre las mías estaban para mantener un poco de calor, habían pasado, tal vez, tres o cuatro días desde que llegamos aquí y era sorprendente la manera en la que estar a lado de Magnus me reconfortaba y me hacía más fuerte, verlo a él, ver sus hermosos ojos hacían que no me rindiera.
Ahora está acomodando la paja de los tablones para que pudiésemos dormir un poco cómodos. Me encanta la manera en la que muerde su labio inconscientemente al concentrarse, su ceño un poco fruncido y su suspiro cuando algo no queda como él quiere. Pone un montón de paja por un lado y por el otro como si importara el aspecto o de cómo lucen.
Resoplando se acomoda en flor de loto mirando como quedo nuestra "cama". A veces trato de imaginar cómo se habrá visto con el cabello largo, es probable que fuera sedoso y negro, no puedo imaginar lo hermoso que se vería y más aún pasar mis dedos por sus suaves mechones.
Me permito un momento para admirarlo nuevamente, su cara es más delgada desde la primera vez que lo ví, pequeños círculos oscuros se van formando bajo sus ojos, se ve cansado y hambriento igual que yo. Siempre trato de darle las pocas migajas que nos dan de comer, pero él no me permite hacerlo.
En los días que han pasado me ha contado de cómo era su vida en el pasado, de cómo la pasaba bien con sus padres hasta que empezó el gobierno totalitario de los alemanes. Él dijo que le hubiera gustado tener un gato y llamarle Presidente Miau, claro que eso era algo que ya sabía gracias a que lo nombré Moggy de cariño.
Un gemido de dolor llamó mi atención, lo miré y en su rostro tenía una mueca mientras revisaba su tobillo. Me acerqué a él e inspeccioné la herida que tenía, era profunda y sangraba, era claro que necesitaba ser desinfectada.
- Déjame ver - susurré y con cuidado puse su pierna en mi regazo. -. Es un corte profundo.
- Estaré bien, Alexander. - su voz temblaba y no sabía si era por el dolor, por el frío o por el miedo.
- Mm, necesitamos desinfectarla. - me miró como si estuviera loco.
- Sabes que aquí no podremos hacerlo.
Tenía razón, era claro que en este lugar no iban a brindarle atención a su herida y mucho menos a desinfectarla. Tomé un pedazo de tela de mi playera arrancándola. Magnus me miró horrorizado.
- ¿Qué haces? - susurró con exigencia y no respondí.
- Espera aquí, Moggy.
Antes de que pudiera hacer algo salté de hacia abajo y caminé hasta la puerta del barracón donde habían dos guardias, en realidad tres, pero a uno lo reconocí. Era el hombre que nos había visto cuando Magnus iba a caer, el hombre amable.
Me acerqué hacia ellos y parecían tener una tranquila conversación, el hombre bueno me miró y sonrió, una sonrisa pequeñísima, pero ahí estaba.
- Puedo... ¿Podría ir al sanitario? - pregunté un poco cauteloso.
- No es la hora para ir al baño - dijo el guardia que siempre vigilaba el barracón. -, regresa a tu litera o tendremos problemas y no creo que...
- Ey, tranquilo. Yo me encargaré de él. - interrumpió el hombre bueno y el guardia lo miró con extrañeza.
- Pero el jefe dijo...
- Dije que yo me encargo. - esta vez el hombre bueno uso un tono más duro.
- Bien.
- Sígueme, ya sabes las reglas. - y lo seguí.
Cuando entré al baño me dediqué a humedecer el trozo de tela, lavé tanto como pude para no infectar más la herida. Tocaron débilmente la puerta.
- ¡Un segundo! - dije apresurandome a ocultar el trozo de tela.
Abrí la puerta y el hombre bueno estaba ahí, mirándome con extrañeza. Tenía curiosidad de él, quería saber el porqué de no reportarnos a mí y a Magnus, tenía tantas ganas de preguntarle pero no sabía si sería correcto.
- ¿Todo bien? - asentí y traté de sonreír. -, mi nombre es Gideon. - dijo de repente.
Me paré en seco y lo miré. Esto era extraño, en este lugar nunca nadie dice su nombre y menos a un prisionero, él notó mi incomodidad y sorpresa porque habló de nuevo.
- Escucha, yo no soy tu enemigo. Odio mi trabajo, pero lo hago porque temo por mi esposa e hija. Y por alguna razón me han conmovido. - susurró.
- ¿Le han conmovido? - ni sabía con exactitud a que se refería.
- Tú y tu... - se acercó a mí para que nadie escuchara -, tú y tu novio.
Casi me atragantaba con mi propia saliva en aquel momento, ¿él de verdad dijo novio? Reí con nerviosismo y negué.
- Él no es mi novio. - la cara de Gideon se tornó confusa.
- Ah yo... - agitó la cabeza y de nuevo me miró con una sonrisa. -, pero no puedes negar que hay algo entre ustedes.
Na sabía si decirle todo, si confiar en él o hacer ¿qué?
- Mira lo que digo es que me tienen de aliado, pero traten de no demostrar afecto con otros soldados presentes, es por su propio bien. Y sí necesitan algo, tal vez pueda ayudarlos.
Es extraña la manera en la que este hombre me inspira confianza, y tal vez sea un error, pero Magnus y yo sí necesitamos de su ayuda.
- De hecho... hay algo que necesitamos. - él se mostró interesado y escuchó.
- Bien. Vas a volver al barracón y yo te haré llegar el alcohol y una venda, pero necesito que tu amigo y tú sean discretos. - asentí.
Me llevó hasta la entrada del barracón donde el guardia se quedó hablando con él sobre el porqué tardamos tanto. Subí donde dormía con Magnus, quién estaba preocupado, asustado y adolorido.
- ¿Dónde demonios estabas, Alexander? - me riñó y yo sonreí.
- Dame tu pierna. - soltó un gruñido por ignorar su pregunta.
Saqué el trozo de tela y con cuidado limpié la sangre que había al rededor de la herida. Unos minutos después un chico entró por las puertas del barracón dirigiéndose hacia nosotros. Su cabello era rubio y sus ojos parecían dorados, no traía el uniforme de la Gestapo, ni de las SS, tampoco de un soldado o vigilante. Él portaba una simple bata color miel.
Me entregó una bolsa de papel y él solo sonrió y se limitó a decir: - De parte de Gideon.
Y se marchó, como si nada. Pero en estos momentos lo que importaba era curar a Magnus.
- Vas a estar bien, Moggy. - susurré y desinfecte la herida.
- Ni se qué haría sin tí, Alexander. - su tono cargado de afecto me hizo temblar.
Necesitaba con urgencia saber si a Magnus le interesaba, aunque sea un poco, porque era claro que él me volvía loco.
...
Gracias por leer y una disculpa si hay un error. ¿Quién creen que sea ese chico rubio misterioso?
Nos leemos después galletitas. ❤️
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Amor en guerra. (Malec)
Fanfiction"El mundo podrá estar en guerra, pero jamás nuestros corazones". Así que lo único que está en guerra es la vida y la muerte de dos chicos que se enamoran en los famosos campos de concentración durante la segunda guerra mundial. Alec y Magnus luchará...