Capítulo 11

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Llego al gimnasio con dificultad para conducir por lo que me retraso un poco. Voy hacia la oficina de Mark y me lo encuentro junto a Milo, Tom Y George.

—¿Que te ha pasado?—pregunta Mark al ver mi mano vendada. Me encojo de hombros y hago una mueca.

—Un accidente, me he quemado con café.

—Tú no tomas café—Milo alza una ceja mientras se cruza de brazos—. ¿Estas segura de que Jacob lo hizo sin querer?

—Fue un accidente, Milo. No lo haría a propósito—miro a George—. Necesito que le hagas pruebas de sangre a Jacob.

—Pero ya las hemos hecho, Aria. ¿Para qué quieres otras?

—Es solo para asegurarme. Últimamente no podemos ni completar la mitad del entrenamiento cuando ya se agita y se cansa demasiado. No es normal y necesito saber que está bien.

George asiente y se va luego de asegurarme que iba a hacerle nuevas pruebas a mi hermano. Salgo de la oficina y no diviso a Jacob por lo que me encargo de entrenar únicamente hoy a los otros chicos. El día se me pasa volando, llegaron muchos chicos nuevos para entrenar y estuve de un lado para otro. Llega la noche y se hace demasiado tarde, Devon no vino al gimnasio en todo el día y decido irme a casa. Como de costumbre, las luces están apagadas, y la casa en silencio.

Últimamente, cada vez que entro a casa y la encuentro así, siento algo raro en mi pecho. Un cosquilleo que empieza desde mi abdomen y llega a mi garganta convirtiéndose en un nudo. Un nudo que hace que me den ganas de llorar y sentir un miedo inmenso por lo que sea que esté pasando con mi hermano. Siento que está en problemas y ya no quiero ni siquiera pensar en lo que sea que lo atormenta. Me voy a dormir con un dolor de cabeza martillante sin parar de darle vueltas a las cosas.
  
  
                          🥊🥊🥊
  
  
Dos semanas. Para cualquier persona puede ser poco tiempo, pero para mi ya es una eternidad. Llevo dos semanas sin ver a Jacob.

Irónico ya que vivimos juntos, pero si. Hace dos semanas que me evita. No lo veo ni por un segundo en ningún momento del día y ya no duerme en casa o eso creo.

Ahora tengo miedo, mucho miedo de lo que esté pasado. Primero se comporta extraño, luego me trata mal y ahora me evita. No lo entiendo, no entiendo nada y siento nerviosismo todo el tiempo. Lo mismo pasa con Devon. Ambos desaparecieron desde hace dos semanas. Los primeros días ellos se los cruzaban porque iban al gimnasio, luego ya no. Dejaron de ir al gimnasio, dejaron de hablar con ellos, sólo Jacob habla con Derek pero Derek no me dice nada más que un "está bien".

Callie viene dos veces por semana ahora y trata de evitarme lo que puede. Cuando trato de preguntarle sobre alguno de los dos, se cierra y no se me acerca más.

Ahora estoy en el gimnasio, rogando porque Jacob o devon aparezcan. Es noche de jueves y hoy no hay muchas personas como de costumbre. Mi turno termina y me voy al restaurante más cercano del gimnasio. Ya no tengo muchas ganas de volver a casa, no sabiendo como la encontraré. Llego y me siento en una mesa, esperando a que me atiendan. Mientras espera la comida, luego de pedir, reviso mi teléfono. Nada.

Intento llamar a Jacob, otra vez como todos los días. Ninguna de las cuatro llamadas las atiende y la última me manda al buzón de voz. Entro a Instagram, para distraerme. Reviso el inicio, las Instastories, las recomendaciones y la comida llega. Empiezo a devorar el plato que tengo en frente, pensar tanto me da hambre. 

—¿Aria? ¿Aria Cooper? ¡Creí que no volvería a verte jamás!—dice una voz femenina a mi costado. Levanto la cabeza y veo aquellos ojos verdes que me atormentaron durante tanto tiempo.

—Jeanny...—murmuro, desconcertada. Sin preguntar, se sienta frente a mi sonriendo.

—Es un gusto volver a verte, Aria. En serio. Espero algún día tengamos más tiempo y podamos hablar, quiero arreglar lo de hace unos años. Yo...—la detengo, levantando la palma de mi mano

—Espera. No tenemos nada de que hablar, fue hace años, ya pasó.

—Es que... hay veces que recuerdo lo que pasamos juntas y me siento mal. Ari... estoy arrepentida por lo que pasó.

—No me digas Ari, no tienes derecho—digo entre enojada y dolida. Mamá solía llamarme así

Lo siento, pero... en serio quiero arreglarlo todo, estoy muy arrepentida por lo que pasó. Eras mi mejor amiga, Aria. Todavía tengo la esperanza de que lo seas y volvamos a ser como antes...—mueve sus manos frenéticamente y no puedo evitar ver su anillo en el dedo.

—Estás casada...—digo. Por favor que no sea con él, por favor. Se pone nerviosa y mira sus manos, incapaz de verme al rostro. Me preparo mentalmente para lo que viene ahora.

—Verás... Yo... Pasamos mucho juntos y... Él terminó pidiéndome matrimonio.

—Y aceptaste...—afirmo. No me mira y no me esfuerzo en intentar que lo haga. Pido la cuenta y la pago cuando me la traen. Dejo propina en la mesa y me levanto, sin intenciones de seguir esta conversación. Nunca más.

—Ya te vas...—susurra y me levanto, inclinándome sobre la mesa con mis manos apoyadas en ella.

—Fuiste la única amiga que tuve en mi vida. Sabías todo sobre mí, sabías por lo que estaba pasando, sabías lo que él me hacía sin embargo me traicionaste. Me humilló, me despreció, me lastimó y tú seguías ahí, sin hacer nada más que lastimarme el doble. Y encima de todo... te quedaste con él, te vas a casar... Eso no es lo que hace una mejor amiga, Jeanny.

Me giro dispuesta a irme pero antes la miro sobre mi hombro.

—Hazme un favor. La próxima vez que me veas, no te me vuelvas a acercar, hice la promesa de no volver a verte y espero cumplirla.

Salgo de ahí dispuesta a ir a casa, ésta noche se abrieron viejas heridas y lo único que necesito es estar en mi hogar.

Vuelvo a llamar a Jacob, en estos momentos lo necesito mucho. A penas llegué a casa, me fui a duchar y me puse el pijama para ir a la cama. Estoy sentada en ella mientras abrazo el oso que Jacob me regaló para mi cumpleaños número veintiuno. Me vuelve a mandar al buzón de voz y tiro el teléfono al otro lado de la cama.

Lágrimas empiezan a caer por mis mejillas y no las detengo. Siento mi pecho arder y mi estómago revolverse. Mi garganta empieza a cerrarse y trato de tomar bocanadas de aire para respirar mejor. Mi respiración se vuelve irregular y siento que no puedo seguir respirando. Intento recordar a George diciéndome que debo calmarme.

Mis ataques de pánico son algo comunes en mi en estas situaciones. Empecé a desarrollarlas luego de que nuestros padres nos dejaran a nuestra suerte. Miedo al abandono y fobia a la soledad. Así lo llama George. Después de estudios y análisis de mi vida, descubrió que estos problemas los vengo desarrollando desde pequeña pero que se acentuaron luego de aquel hecho.

Cuando me siento sola, cuando estoy sola, cuando no tengo a nadie, suelo tener ataques de pánico. Es algo horrible, lo odio porque siento que dependo de todos a mi alrededor y no me gusta. Trato de hacer los ejercicios de respiración que George estuvo intentando enseñarme durante tanto tiempo y después de unos eternos minutos, consigo regular mi respiración.

Salto internamente de felicidad al ser conciente de que logré controlar un ataque sola. Pero enseguida mi ánimo decae al recordar que siempre tuve a Jacob en estos momentos. Ahora es cuando noto lo que todos me decían, soy muy dependiente de Jacob y siempre fui consciente. Pero me es inevitable.

Es un miedo irracional debido a todo lo que pasé en mi vida. A veces, algunas personas tenemos que aprender a vivir con lo que nos toca, y déjenme decirles, que estoy segura de que yo no tuve tanta suerte.
  
  
 
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Doble actualización, amores!!!
 
  
  

 

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