Capítulo 10

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Estambul - Siglo XVII

Todo parece suceder lentamente frente a mis ojos y aún no puedo decidir qué voy a hacer. Mamoru mira las joyas sobre la mesa con una hermosa sonrisa en su rostro, mientras Darien camina entre la multitud con su altanería tan arrolladora sin siquiera prestar atención a las personas que se cruzan en su camino. Y yo... yo parezco estar frente a un espejismo, como si estuviera viendo una ilusión; quizás alguien me dio de tomar alguna hierba alucinógena y estoy viendo doble... sí, porque ambos se ven exactamente iguales, perfectamente idénticos, abrumadoramente atractivos. Y, como un balde de agua fría sobre mi cabeza, la realidad me cae encima, ahogándome. En verdad son dos, dos hombres diferentes, aunque hasta hace unas horas esperaba secretamente que todo fuera un engaño y sólo uno de ellos estuviera jugando conmigo, no sé porqué, pero hubiese preferido eso a tener que estar dividida entre dos ¿hermanos? Sí, no puede existir una explicación más lógica que esa. ¿El problema más grave? Al parecer ninguno sabe de la existencia del otro.

Mis ojos se mueven de los iris de Mamoru a los de Darien, quien al distinguirme en medio de la multitud, alza su mano y me saluda a la distancia, curvando sus labios en aquella mueca arrogante que me causa escalofríos de inmediato.

<¡Alá, aléjalo de aquí, por favor!>

Sin embargo, Mamoru nota mi distracción y gira su cabeza en busca de quien estoy mirando con tanta preocupación, pero justo Kunzite lo llama, haciendo que vuelva la vista hacia mi. Le dice algo al oído y él lo escucha atentamente con cara muy seria.

—Querida Usako, tengo que irme en este momento —me dice con voz afligida—. Me hubiese gustado estar más tiempo contigo, pero el deber me llama.
—Oh, está bien. Espero que Alá los acompañe.
—Alá mediante, mi bella Usako —susurra dejando un beso sobre mi mano, mirándome profundamente con sus hermosos ojos azules.

Lo veo caminar por el costado de mi puesto, perdiéndose en medio de la multitud y me quedo pegada en su imagen esfumándose de mi lado. Me duele el pecho no ser capaz de ser sincera con él, de decirle que quizás tenga un hermano rondando por aquí mismo, pero ni yo misma tengo la seguridad de que así sea. No puedo dejar de mirar hacia dónde se marchó, anhelando verlo en medio de las personas, esperando vislumbrar su hermosa sonrisa que me permite soñar con un amor puro y verdadero, porque eso es Mamoru para mi.

—Serena... —escucho la voz de Darien que me saca del trance en el que estaba.

Sin embargo, en cuanto volteo hacia donde él, veo su mirada perdida en la misma dirección en la que yo veía segundos antes y su semblante ya no es arrogante ni altanero, es más bien asombrado, preocupado.

—¡Por Alá! —exclamo al suponer lo que acaba de suceder, poniendo mis manos sobre mi boca.
—Era el... ¿Príncipe? —consulta casi de forma automática, sin ningún rastro de emoción en su voz. Creo que está en shock y no me sorprende.
—Darien... yo...
—¡¿Era el príncipe?! —vuelve a preguntarme elevando el tono de su voz, apuntando en la dirección en que Mamoru se perdió, mirándome con exigencia.
—Sí —susurro casi inaudiblemente.
—¡Alá! —exclama, tomándose la cabeza y abriendo los ojos en señal de asombro máximo.
—Pero, ¿lo vió? ¿Por qué reacciona así? —le consulto con suavidad para que no se altere más.
—Lo vi de perfil y fue suficiente para saber... para entender... para reconocer —enumera aún con sus manos en su cabeza, demostrando su enorme confusión.
—Darien... por favor... —lo llamo, tomando uno de sus brazos para que me mire.
—Usted me lo dijo, pero no quise creer —me dice, mirándome a los ojos y en ellos puedo ver su alteración.
—Cálmese, por favor, esto debe tener alguna explicación.
—¿Explicación? ¿Cuál? —me pregunta, como exigiéndome la respuesta a mi.
—No lo sé... quizás, son hermanos... ¿gemelos?
—¡¿Qué?! ¡Imposible! —exclama, retirando su brazo, soltándose de mi, como si mis palabras le ofendieran.
—¿Por qué? ¿Por qué no podría ser así?
—Porque mi madre jamás me ocultaría algo como eso... jamás... —revela casi en un susurro, bajando sus manos, quedándose de pie con sus brazos y hombros caídos, demostrando su impresión.
—Darien... —lo llamo con suavidad, poniendo mi mano en su mejilla para que me mire, olvidando todo en este momento, pues me parece tan vulnerable, tan frágil que me nace la necesidad de contenerlo de alguna forma—. Puedo ayudarlo, cuente conmigo.
—Es una hermosa princesa, Serena, pero en esta ocasión sólo hay una persona que me puede ayudar, mi madre —me dice, acercando su rostro a mi mano, como disfrutando de la pequeña caricia que le estoy otorgando.
—Pero, su madre está muy lejos...
—No hay nada que pueda hacer aquí. Si ella tuvo gemelos, debe saberlo, nadie tendría dos hijos y se olvidaría de uno —dice con dolor en su voz.
—Está obviando que el que tuvo el privilegio de estar a su lado fue usted. ¿Imagina el dolor que sentirá Mamoru si en verdad es su hermano?
—¿Mi hermano?
—Sí...
—Por Alá... esto es demasiado. Si él fuera mi hermano, yo también sería...
—Príncipe...
—¡No! ¡Jamás! Yo soy libre como el viento, nunca podría estar encerrado en el Palacio. ¡Nunca!
—Quizás, nos estamos adelantando demasiado.
—Está bien, Serena.
—¿Qué está bien?
—Acepto su ayuda.
—Pero, ¿por dónde empezar?
—Juntándome con él.
—¡¿Qué?! ¡No! No puedo hacer eso... no sé cómo reaccionará Mamoru, yo... no quiero que sufra...
—¿Por qué lo protege tanto? —me pregunta con un tono molesto.
—¿Por qué? Porque él es bueno, un excelente príncipe, que le ha tocado enfrentar muchas cosas en su vida —respondo con la mirada pegada en el piso, con temor a herirlo con mis palabras.
—¿Se da cuenta de la situación en la que estamos?
—Me di cuenta mucho antes que usted, Darien.
—Si somos hermanos, ¿nos enfrentaremos por usted?
—No lo sé... eso sólo usted puede responderlo.
—¿Sólo yo? Y, ¿Mamoru?
—Cuando lo sepa, quizás sea capaz de renunciar a mi a favor suyo...
—¿Usted lo cree? —me pregunta impresionado.
—Tal vez, no lo sé en realidad. Pero, por lo que he hablado con él, sería feliz de tener un hermano leal, alguien que lo quisiera por ser Mamoru y no por ser un príncipe.
—¿Por eso la escogió a usted?
—Eso creo. Siempre dice que no me dejo impresionar por su título ni por su posición.
—Lo creo. Pero, yo no podría ceder a estar a su lado, lo siento Serena, pero no renunciaré a conquistarla, ni ahora ni nunca.
—No sé qué decirle, Darien... en verdad me sorprende que aún después de todo lo que ha sucedido siga insistiendo en eso.
—Primero voy a averiguar, pero sólo quiero que sepa que no renunciaré a usted, no lo haré, mi dulce Cabecita de Bombón —me dice, tomando mi mentón para alzar mi rostro, mirándome a los ojos, dejando un suave beso en mis labios, aprovechando que tengo las defensas bajas debido a todo lo acontecido.
—No vuelva a hacer eso... por favor. No quiero tener que repetirlo vez tras vez —insisto, alejando mi rostro del suyo, a pesar de que insiste en tener sus manos en mi cara.
—No puedo prometerle eso, Serena, usted es como la luz para mi, debo alcanzarla de algún modo, no puedo bajar los brazos y dejarme vencer, no puedo.
—¿Ni siquiera por el bien de su hermano?
—Usted no sabe si es mi hermano y ya lo está asegurando.
—Es lo más probable, pero, al menos piénselo, ¿qué está dispuesto a perder para recuperar a su hermano? O, ¿acaso no le importa?
—Lo pensaré, pero mientras no sepa la verdad, seguiré intentando conquistarla —reafirma, volviendo a hundir su boca en la mía con fuerza, sin soltarme las mejillas, que arden ante su contacto tan intenso. Mi cuerpo se estremece debido a su osadía, llenándose de calor, acelerando mis latidos, robándose mi aliento.
—¡Sigue siendo un atrevido! Y yo preocupada por usted... no puedo creerlo. ¡Suélteme! —le exijo, apartándome como puedo de su agarre, empujándolo con mis manos para alejarlo.
—Está bien, Serena. Por esta vez, usted gana. La dejaré tranquila, pero, volveré para que me deje reunir con el príncipe. Debemos aclarar muchas cosas los dos.
—No haré eso, no traicionaré a Mamoru, no puedo. ¿Qué le digo para que se puedan reunir? No sé cómo hacerlo, lo siento.
—Entre más se demore en ayudarme, más veces me verá rondando su casa, y tarde o temprano nos encontraremos igual. ¿Qué pensará su príncipe cuando se entere de mi?
—Agghh... ¿por qué me hace esto, Darien? ¿Qué le he hecho para que me ponga en esta encrucijada?
—Sólo quiero saber la verdad y eso siempre será lo mejor para todos.
—Eso espero. Que Alá nos ampare —suplico, alzando mis manos al cielo.
—¿Entonces?
—No sé cómo, pero voy a ayudarlo.
—¡Gracias! Sabía que usted era un ángel enviado por Alá.

¿Amor o Deseo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora