Capítulo 20

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Estambul - Siglo XVII

Mi hermano me había advertido, me lo repitió tantas veces, pero caí justo como no debía. ¿Setsuna se habrá dado cuenta de que no soy Mamoru? Puede ser, por algo se arriesgó a engañarme. Si fuera así, quizás sepa de mi existencia de mucho antes, lo que la convertiría en una de las principales sospechosas, alguien a quien tener bajo meticulosa observación.

Ahora miro a la chica austriaca que permanece sentada en la cama esperando a que me decida a actuar, pero ella no sabe que no tengo idea de cómo solucionar este asunto. Soy bastante capaz como comerciante, sé hacer buenos y remuneradores negocios, pero ¿intrigas? ¡Bah! Jamás me preparé para esto, quizás debimos dar más énfasis en eso, en vez de en mi comportamiento estos meses de ensayo.

—Te quedarás ahí mirándome toda la mañana, principito —me dice de pronto esta chiquilla fastidiosa. ¡Cómo detesto su apodo! Su sonrisa es arrogante, curvando sus labios de lado y sus ojos me desafían con un brillo intenso.
—Te dije que no me digas así —le recuerdo con sequedad, levantándome de la cama.

Tomo la bata que está al lado y me cubro con ella, nervioso por primera vez en mi vida debido a su descarado escrutinio. ¿De dónde viene esta mujer? Es tan diferente, tan desvergonzada, que me queda viendo de arriba a abajo con aquella sonrisa, como si disfrutara de un espectáculo. Suelto un suspiro pesado debido al malestar que me está provocando, pero tengo claro que puede ser mi única aliada en este momento. Si hubiese querido hundirme, tenía todo en sus manos para hacerlo, pero de todas formas no puedo confiar plenamente en ella.

—Quedate ahí detrás de esa puerta, no podemos arriesgarnos a que te vean en este momento —le sugiero, señalando hacia donde quiero que se mueva.

Ella se levanta, caminando con sensualidad sin siquiera reclamar y recién me doy cuenta de que apenas lleva encima una delgada túnica de seda que se apega demasiado a sus curvas, mientras su largo y sedoso cabello rubio se mueve al compás de sus pasos. Sacudo mi cabeza, para espantar aquellos ridículos pensamientos y me dirijo a la puerta principal.

—¡Kunzite! —llamo a mi guardia, el que no tarda en aparecer—. Cierra la puerta —le ordeno. Estoy molesto con el, se suponía que debía estar vigilando para evitar estos problemas.
—¿Qué sucede, príncipe?
—¿Dónde estabas anoche?
—Aquí, cuidando su puerta.
—¿Te ausentaste en algún momento?
—Sí, pero dejé a Seiya de guardia en mi lugar.
—¿Seiya? ¿Dónde está ahora?
—¿Pasó algo? ¿Por qué tantas preguntas?
—Si, pasó algo. Tenemos un problema y debemos solucionarlo, pero primero debo asegurarme de confiar en ti.
—Yo jamás traicionaría al príncipe, lo sabe.
—Entonces, ¿dónde fuiste? ¿Por qué dejaste esta puerta sabiendo las víboras que me rodean?
—¿Quién vino? Dígame, príncipe —me pregunta con evidente preocupación.
—¿Dónde estabas Kunzite?
—Su padre me llamó. Quería que habláramos de su desempeño en la provincia.
—¿Mi padre? —repito, horrorizado de las ideas que se me cruzan por la cabeza.
—Sí. Solicitó mi presencia en sus aposentos y dejé a Seiya aquí, vigilando la puerta. ¿Quién vino?
—¿Quién crees? —le consulto, sabiendo que eso es suficiente para que entienda y eso es precisamente lo que sucede ya que su boca se abre de asombro—. Sí, Setsuna estuvo aquí, según ella para felicitarme.
—¿Felicitarlo? Dígame que no cometió ninguna locura, por favor.
—Por eso, necesito tu ayuda. Después quiero interrogar a Seiya, no creo que traicione a Mamoru, pero debemos saber que sucedió mientras el vigilaba la puerta.
—¿En qué puedo ayudarlo?
—¿Existe alguna puerta secreta, algún pasadizo para salir de esta habitación sin que nos vean?
—Sí, la hay. Venga por aquí...

Kunzite pasa por mi costado, yendo hasta donde hay un cuadro grande, el que saca de su lugar, tras el cual hay una pared que parece normal, sin embargo, cede ante la presión que ejerce con sus manos.

¿Amor o Deseo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora