Capítulo 36 (Mamoru)

317 33 6
                                    

Estambul - Siglo XVII

Despertar en los brazos de Mamoru es la sensación más cálida y protectora que jamás he experimentado. Sus brazos envuelven mi cuerpo con dulzura, lo que me hace sentir la mujer más amada del universo. La calidez de su piel hace cosquillear mi vientre y sacude mi corazón con alegría, sabiendo que ahora soy la única mujer en su vida y en su cama. ¿Cómo no, si ha despedido a todas sus concubinas, incluida su favorita, Kakyuu?

¡Oh, Alá! ¿De verdad pusiste en mi camino al hombre más maravilloso de este mundo? Aún no puedo creer todo lo que ha dejado atrás por mi y todo lo que me promete para nuestro futuro. No soy una mujer excepcional, solo soy una chica trabajadora que no pudo evitar sentirse deslumbrada con la amabilidad del maravilloso príncipe. Es como un cuento de hadas, pero, es aún mejor, porque es real, no fantasía. Solo recordar cómo fue lo sucedido con Kakyuu me deja en evidencia que Mamoru ha decidido amarme solo a mi, con todo su corazón, cuerpo y alma.

Fue una semana después de nuestra boda. Como la fiesta se tomó todo nuestro tiempo y el de las personas del palacio, no tuvo tiempo de hacerlo antes, pero, en cuanto pudimos normalizar un poco nuestros días, Mamoru me mencionó que necesitaba hacer algo con urgencia. Me pidió que permaneciera en sus aposentos y solicitó la presencia de ella, quien, a los pocos minutos llegó muy apresurada. Entró casi trastabillando, pero, en cuanto me vio al lado del príncipe, se detuvo de golpe, tomando la larga falda de su vestido entre sus manos, bajando la cabeza, tal como le exigía la costumbre.

-¿Solicitó mi presencia, príncipe Mamoru? -preguntó con voz suave, aunque un tanto temblorosa. Estaba nerviosa, pero yo también lo estaba, ya que no tenía idea de qué estaba pasando en ese momento.
-Así es Kakyuu. Como sabes, Usako es mi esposa, pero, a diferencia de mi padre y de otros príncipes, en mi caso he decidido que ella sea la única mujer en mi vida -dijo mi amado esposo, dejándome muda de la impresión-. Es por eso que he tomado una decisión muy importante con respecto a ti.
-Oh, príncipe... por favor... -suplicó ella, arrodillándose en el suelo con temor.
-No te asustes, Kakyuu. Antes de Usako, fuiste mi única favorita, pero no tuviste ningún heredero, lo que hace posible que pueda llevar a cabo mi siguiente decisión -señaló él, poniéndose de pie de la hermosa silla que usa para dirigir aquellos asuntos importantes, acercándose al lado de ella para ayudarla a ponerse de pie-. Eres libre.
-¿Qué? ¿Qué ha dicho, príncipe? -le consultó, con los ojos llorosos y la boca temblorosa.
-Eres libre, Kakyuu. Puedes regresar con tu familia, a tu pueblo en Krimea.
-¿Lo dice en serio? Pero...
-Sí -le respondió, tomando sus manos con suavidad, mientras le sonreía amablemente-. No quiero que te sientas desamparada con mi decisión. Yo... jamás te sacaría del palacio sin nada, así que, tendrás una pensión vitalicia que se te pagará cada mes.
-¡No! No es necesario. Mi familia es adinerada, recuerde que soy una princesa...
-Aún así, fuiste parte de mi vida y no permitiré que te vayas de aquí sin lo que mereces. No puedo ser como la sultana Setsuna fue contigo, ella te trajo y luego te abandonó a tu suerte, pero, yo te enviaré lo necesario, al menos hasta que te cases con quien te merezca.
-Príncipe... no sé qué decir. Usted... usted siempre fue tan amable conmigo. Le suplico su perdón si alguna vez lo ofendí. No quise ser parte de la conspiración que había a su espalda, pero ella me trajo hasta aquí, estaba con las manos atadas.
-No te preocupes. Lo sé. Ahora, ve a arreglar tus cosas, puedes llevarte todos los regalos que recibiste mientras estuviste aquí -le dijo, secando las lágrimas que caían de sus mejillas, hasta que dio un paso hacia atrás, separándose de ella-. Seiya -llamó a mi amigo y su guardia personal después de Kunzite, quien estaba en el pasillo junto a la puerta, tras lo que ingresó de inmediato ante el requerimiento del príncipe-, escoltarás a Kakyuu hasta su pueblo, en Krimea. Confío en ti y en que llegará sana y salva a su destino.
-Como usted lo ordene, príncipe Mamoru -aceptó su misión con una posición firme, tal como exigía su puesto de jenízaro.
-Gracias, Mamoru -le dijo, pasándose por alto todos los protocolos, pero ya era libre, y muy pronto estaría lejos de aquí-. Eres un gran hombre, habrías sido un gran Sultán. Te deseo lo mejor.

¿Amor o Deseo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora