La Ceiba Roja

Capitulo 16: El gato no murió, solo se hizo mas sabio

Era como entrar en su cabeza y ver sus recuerdos, sólo que no eran suyos. Andrés estaba parado en medio de la plaza vieja con el árbol de Ceiba que lucía diferente sin las tiras de sangre y siendo mucho más pequeño, pero igual de imponente. Bartelious estaba amarrado al árbol, ardiendo en llamas, pero los gritos quedaban casi cegados por las risas y aplausos de las personas que estaban observando todo.

Entre ellos estaba Abda, era imposible no reconocerla con su peluca de mal gusto y la cicatriz en su cara. Andrés notó que sus zapatos no combinaban con su vestido. Ella se mantenía calmada con tan sólo una media sonrisa mientras observaba la escena. Bartelious había dejado de gritar, ahora sólo se consumía en llamas amarillentas que cambiaron a un color rojo intenso y un tanto verdoso.

Las llamas crecieron incendiando el árbol completo. La tierra y el pavimento que estaba cerca de la raíz del árbol tembló, agrietándose. El tronco de la Ceiba se abrió en dos tensionándose, dejando a un lado el cuerpo de Bartelious. El centro del tronco ahora estaba de manera circular y no dejaba ver lo que había detrás, dentro sólo se veía un abismo negro con sombras que se movían al compás de alaridos y gritos de la gente del pueblo. De dentro comenzaron a salir "bestias" semihumanos con cornamentas y alas. Uno de ellos, un demonio que iba a cuatro patas con una cola enorme de salamandra y una boca con dientes en espiral, se lanzó sobre Andrés. El chico se cubrió la cara pero no sintió nada sobre el, volteo y vio como el demonio destrozada el cuerpo de una niña pequeña, de unos 9 años aproximadamente. Comprendió que solo era un espectador, que está viendo el pasado y no podía cambiarlo, sólo mirarlo.

Las llamas se extendieron como si fueran acuarelas sobre un lienzo en blanco, sin nada que las detuviera. Rápidamente las casas más cercanas ya ardían en llamas, llamas amarillentas distintas a cualquier fuego que alguna vez haya visto. Del centro del árbol seguían saliendo demonios de manera excesiva. Habían varios peleándose por una persona, aun viva, gritando de dolor. Formas extrañas, tentáculos, dientes, garras, zarpas... era un carnaval de horrores, criaturas impensables ni siquiera por la mente más siniestra, criaturas que sobrepasaban las descripciones lovecraftnianas.

De dentro del abismo formado en la ceiba surgió Luci, con elegancia y delicadeza, igual de hermosa y perfecta como sólo ella es. Sus ojos completamente negros miraban en todas direcciones, una sonrisa de placer se dibujaba en su rostro mientras caminaba sobre los cadáveres de los caídos. Por un momento Andrés sintió que Luci lo miraba directamente a él y sólo a él, pero eso era algo imposible, Luci rió de manera coqueta y hizo un ademán con la mano, con esto todo a su alrededor desapareció.

Andrés se encontraba en una habitación de piedra con una mesa grande en medio, alrededor habían siete hombres con cuchillos en sus manos. Un enorme pentagrama hecho a tiza blanca estaba dibujado en la mesa con velas negras y rojas en cada una de sus puntas.

-Si alguien duda de lo que vamos a hacer que lo diga ahora, después no habrá tiempo para arrepentimientos.

El silencio contestó el comentario y el hombre mas viejo -de unos treintaitantos- el mismo que había hablado, alzó el cuchillo y corto la palma de su mano soltando un quejido cuando la hoja se deslizó por la carne. Los otros seis imitaron la acción. Todos llevaron la mano al centro del pentagrama y dejaron caer su sangre dentro que de manera inexplicable corrio por los trazos de tiza blanca formando un pentagrama delineado en sangre.

-Por la sangre de siete será y por la sangre de siete dejara de ser- dijeron todos en unísono

El círculo se encendió en llamas azules verdosas, las mismas que habían consumido al familiar. Una llamarada que casi llegaba al techo se fue extinguiendo poco a poco dejando ver el cuerpo de una mujer completamente desnuda de cabello negro azabache y hermosa figura. Luci miro a Andrés y le guiño un ojo.