•La niñera•
(Voy a volver a mi forma de narración anterior, pero no se quejen si en algunas partes se me enredan los tiempos verbales)
Entré a la casa que tenía un extraño silencio que no era posible con dos niños pequeños jugando, corriendo y saltando por ella. Entré a la cocina a tomar un vaso de bebida o algo, pero cuando abrí el refrigerador, reparé en que en la puerta había una notita colgada; cerré de nuevo la puerta y cogí la notita:
“Fuimos al parque con los niños, esta nota es por si llegan antes que nosotros y no se preocupen”
Arrugué la nota y la tiré a la basura porque supuse que ya no sería necesaria.
Mi cabeza estaba dando mil vueltas y ya no sabía qué pensar exactamente. No tenía idea de cuál era la razón por la que aún sentía un hormigueo en los labios y el delicioso aroma de Tristan impregnado en mi nariz. Tampoco entendía esa sensación de vacío en el pecho, algo complicada de explicar con palabras. Tampoco entendía esa punzada en el pecho al verlo saludar a esa fantástica rubia de top escotado y shorts que parecían bragas. Era una estupidez estar desgastando pensamientos en alguien como Tristan Evans, no los merecía, y yo sabía jodidamente bien que no era una idea sensata ponerse a dar vueltas el tema de Tristan; Tristan era eso, terreno peligroso, podías entrar y no salir nunca más, o quizás entrar y salir con vida, pero no había demasiadas posibilidades de eso.
Ya me había enamorado de Tristan una vez cuando tenía 8 años, y andarse de besos y de flirteos con él no era una muy buena forma de evitar que eso pasara de nuevo.
De repente mis pensamientos me agobiaron y se sintió como si una roca de una tonelada me hubiera caído encima. ¿Estaba poniendo la palabra “Enamorarse” y “Tristan” en la misma oración? ¿Lo había hecho antes y no me había percatado?
Camino de un lado a otro por la sala espaciosa sin saber qué estoy haciendo exactamente. Debía de olvidarme de aquel hecho, últimamente tenía demasiadas cosas en la cabeza como para pensar cosas coherentes y menos cuando se relacionaban con Tristan Evans.
Cuando miré el reloj para comprobar la hora ya son las 4 de la tarde, han pasado dos horas desde que estoy divagando acerca de estupideces, entonces sonó la cerradura de la llave, o era Tristan o eran sus abuelos, sinceramente prefería la segunda opción.
Pero es Tristan, viene con ese aire fresco y con una enorme sonrisa en la cara, entonces me enfurezco sin razón alguna. ¿Por el beso? ¿Por qué me gustó? ¿Por qué quizás esa sonrisa se deba a aquella rubia? ¡Oh dios santo!
—No entraste conmigo al restaurante—Dijo y yo lo evité entrando a la cocina a hacer no sé qué, pero él me siguió así que tuve que responderle.
—Parecías ocupado, tampoco tenía muchas ganas de seguir pasando tiempo contigo.
—Algo me dice que eso último no es cierto—Dijo mientras se acercaba con pasos seguros hacia mí, que no pude evitar retroceder—. De seguro podemos pasar tiempo juntos, como en la playa, estoy seguro de que lo de la playa te encantó, también a las afueras del restaurante.
Yo iba a protestar pero ninguna palabra salió de mi boca.
—Ven aquí—Me dijo antes de agarrarme del bolsillo delantero del pantalón, envolverme en sus brazos y besarme hipnóticamente.
Me dejé llevar por aquellos suaves y cálidos labios mientras me preguntaba por qué yo era tan cabeza hueca, pero todo pensamiento coherente fue desterrado de mi cabeza en cuanto las frías manos de Tristan se colaron entre mi polera y se posaron en la piel desnuda de mis caderas. Conociendo a Tristan yo sabía que esa era una señal de que no se conformaría con simples besos.
Y yo tampoco.
Bien, esto podría considerarse como una de las estupideces más grandes del planeta, porque estoy entrando en el terreno prohibido sabiendo que nada bueno va a salir de ahí y solo quiero entrar para explorar lo desconocido y tener la esperanza de que algo bueno va a salir de eso, aunque yo sé que no va a ser así, pero no importa, ya n importa porque Tristan besa malditamente bien y su boca sabe a pasta de dientes de menta, huele extraordinariamente al jabón que ha en la ducha, un toque de algún perfume con un aroma desconocido y ese olor que es simplemente su marca personal y solo de él, ese aroma a tierra mojada, ese embriagador aroma a tierra mojada que tanto me gustaba.
—¿Te gusta tanto como a mí, verdad?—Murmuró sobre mis labios y volvió a besarme—. Porque amo esto, podría acostumbrarme a besarte todo el día.
¡Oh no! ¿Acostumbrarse? ¡Ni en sus mejores sueños! Él podía acostumbrarse a besarme como ahora pero yo no iba a hacerlo, porque Tristan era peligroso, algo que te gustaría probar una vez y nunca más repetir la experiencia, como la montaña rusa más grande del mundo, me parece una comparación tonta pero así es Tristan, como una montaña rusa: te asusta, sabes que es peligrosa, mortal, pero quieres sentir la adrenalina y vivir la experiencia.
Oh diablos, no se si ha sido mi imaginación pero yo he soltado un pequeño sonido con la boca que no debería haber soltado, dejando en evidencia el enorme placer que sentía al besarlo. Y tal como predije es una mala idea porque Tristan intensifica el beso y me aprieta más contra él.
Este es el momento, este es el momento en que necesito parar esto antes de que pase a más, pero las fuerzas han abandonado mi cuerpo y ni si quiera puedo —o quiero— sacar mis brazos del cuello de Tristan, tampoco quiero separar nuestros labios ni separar nuestros cuerpos. Esta sensación es tan embriagadora como la droga, pero yo sabía que a la larga toda droga en exceso terminaba siendo muy, muy mala.
Me subió a la encimera de y se coló entre mis piernas, y yo como soy tan ocurrente (estúpida), rodeé s cintura con ellas y lo atraje más hacia mí. Mis manos se colaron en su sedoso cabello y cuando Tristan soltó un gemido me sentí tan satisfecha que me desconcertó.
No pude evitar pensar tampoco que en esta posición lo había encontrado con la rubia hace no mucho tiempo atrás, en la misma cocina, en la misma encimera, y eso me molestó profundamente.
Pero no me importa, por alguna razón no me hace querer parar lo que está sucediendo, en realidad, quiero llevarlo a más, quiero tocarlo, quiero explorar su boca como él lo hace con la mía, pero no me siento con la suficiente confianza para hacerlo.
—Vamos guapa, puedes hacerlo mejor que eso—Murmuró como si leyera mis pensamientos, incitándome a ser aún más atrevida de lo que yo podía imaginarme. Vamos, no era la primera vez que pasaba con un hombre más allá de los besos, pero por alguna razón me sentía como una estúpida colegiala, pero lo olvidé y fui descendiendo con mis manos, que primero se detuvieron en su cuello y lo acercaron más a mí, luego tocaron sus hombros y recorrieron los trabajados brazos para optar luego por meterse debajo de la polera y quedarse descansando en su pecho. Tristan me tomó de los muslos y tiró de ellos haciéndome quedar casi colgando de la encimera y por ende, completamente pegada a él, lo suficientemente cerca para que ya no hubieran distancias y fuera imposible juntarnos un milímetro más. Gemí en respuesta y fui más atrevida con mi boca. Mordí su labio inferior y luego lo lamí, Dios, esto se estaba poniendo bueno.
Entre toda aquella ola de placer logré formular mi primer y último pensamiento coherente.
Yo aún amaba a Tristan.
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Voten!