•La niñera•
No estaba muy segura de poder aguantar los siguientes tres meses si seguían a este ritmo. Sí, se podía decir que Tristan era el idiota más grande que habitaba la tierra; un playboy de cuarta, estúpido; un mal amigo.
Podría seguir eternamente.
Pero de una cosa estaba segura; resistirse a Tristan era una cosa muy diferente a no desearlo, porque lo deseaba. Y aunque no quisiera admitirlo, cada vez que veía su cara de modelo y su sonrisa arrogante, desde que su supuesto amigo con dientes chuecos, se había convertido en un imán atrae chicas sin capacidad máxima, sentía sus piernas flaquear.
No desear a Tristan Evans era una tarea difícil, por no decir que imposible, siempre escuchaba su nombre en boca de las mujeres y tenía que ser por una razón, ¿No? Tentación pura, como si él fuera la manzana y ella la Eva que no tenía que comerla.
Pero al final la había comido, la fruta prohibida.
La historia no era muy diferente en este caso; Tristan era la manzana; delicioso a la vista, deseable, tentativo. Ella era Eva, con la diferencia de que su fuerza de voluntad era mucho más grande, y aquí no había terceros que la indujeran a tirarse a Tristan, cosa que no era ciertamente mejor porque la manzana la seducía por sí sola. En este caso, no había una serpiente para incitarla, porque Tristan sabía cómo incitarla incluso mejor que una serpiente, era tentadora la idea, pero ella no estaba para eso; Tristan la había pisoteado una vez, se había burlado de ella y había cambiado su hermosa amistad por tener amigos varones, y no una chica, que más parecía su hermana molesta, pero la cosa no había terminado ahí, porque una cosa era haberla cambiado por otros, pero la otra cosa, fue que al crecer, se convirtió en el playboy de la academia, y ahora, también el de la universidad.
Francamente él no tendría por qué quejarse de todo lo que tenía. Y ________(TN) sabía que Tristan jamás pensaría cambiar el pasado y quedarse con ella, a diferencia de _________(TN), que a veces, pensaba en retroceder el tiempo, volver a los hermosos momentos que había pasado con él, a pesar de que eran sólo unos niños y ya habían pasado muchos años.
¿Qué había sucedido? ¿Por qué había cambiado?
Antes Tristan la buscaba para conversar o jugar a las escondidas.
Ahora la buscaba para tener sexo.
Se limpió efusivamente la lágrima que estaba recorriendo su mejilla izquierda. Hace mucho tiempo no lloraba por culpa de Tristan, pero sinceramente no podía pasar por alto el hecho de que su amistad no había significado nada para él, y a pesar de todo, él estaba haciendo lo imposible por enredarla en sus sábanas, en su juego.
Suspiró, era suficiente reflexión y tenía que dormirse, aunque luego de la interrupción de Tristan -Y el innecesario sueño que había tenido con él- dudaba que eso fuera posible.
Luego de tres horas de mirar al techo, se durmió.
Sus ojos se abrieron lentamente cuando sintió algo cálido rozando sus labios. La luz la encandiló por un momento y sus ojos volvieron a cerrarse, pero aquel roce en sus labios no cesaba, y era sumamente adictivo. Terminó de abrir completamente los ojos y chilló cuando vio que el roce en sus labios, eran los labios de Tristan. Lo empujó y se sentó rápidamente en la cama, fulminándolo con la mirada.
—¿Qué te creías que estabas haciendo?—.Preguntó enojada y tragándose las ganas de estrangularlo.
—Son las dos de la tarde, bella durmiente, así que pensé en darte ese beso de la película para despertarte—Dijo con tono divertido.
—El beso de la película para despertarte—Replicó con los dientes apretados. Tiró el edredón, destapándose. Se levantó de la cama y le dio un empujón a Tristan antes de voltearse y quedarse en frente de él—. Bien, supongo que no hiciste el almuerzo para tus hermanos.
