Capítulo 14

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•La niñera• 

—¡Sam! ¡Vuelve aquí perro estúpido!

Me refregué los ojos para despertarme completamente. Miré por la ventana de mi cuarto que daba hacia el patio trasero y vi que Tristan tenía en sus manos lo que parecían los restos de alguna prenda desgarrada, mientras probablemente regañaba a Sammie. Solté una carcajada y me puse unas sandalias para salir a ver qué sucedía.

—¿Qué pasa? Supongo que serán las 9 de la mañana y me despertaste—Alegué yo mientras me acercaba. Tristan me miró y su ceño fruncido se fue de su cara, siendo remplazado por un intento de contener la risa, mientras miraba mi pijama.

—Lindo, muy lindo pijama—Murmuró.

—¿No es sexy?—Dije mientras reía y apuntaba mi pijama: eso era todo menos sexy: unos pantalones holgados color rosa con ositos y una sudadera con un unicornio de adorno que me quedaba volando.

—Sí, creo que vi uno igual mientras pasaba frente a una tienda de lencería sexy.

Yo sonreí y acaricié a Sammie, quien aún tenía la prenda desgarrada en la boca. Hacía una semana todo iba tan bien entre nosotros que incluso llegaba a asustarme.

—Así que… ¿Y eso?—Apunté la prenda.

—Es mi playera para dormir, me la saqué en la noche y como estaba medio dormido la tiré a su suerte, ahora Rub le abrió este tonto y lo primero que hizo fue agarrarla del suelo.

—No seas duro con él, es un perro, tú eres el que no debería tirar las cosas.

—¿Estás culpándome?—Negó con la cabeza divertido y tiró de mi cabello. En toda esta semana, me había dado cuenta de que muchas cosas seguían siendo igual que hace 11 años, como por ejemplo el hecho de que odiaba cuando Tristan tiraba de mi cola de caballo cuando era pequeña y aún lo seguía odiando.

—Que no me tires el pelo—Dije como una niña pequeña y él rio.

—Recuerdo que hacía eso cuando tú decías algo que me molestaba, te enojabas muchísimo—Se rio.

—Y me sigue enojando así que ya déjalo—Bufé y me acomodé el cabello en donde él lo había desordenado. Entré a la casa y Rub miraba divertida algún programa para niños, y Oliver solía despertarse a eso de las 11—. Buenas días, princesa, ¿Cómo amaneciste?

—Muy bien, _______(TN)—Respondió con su tierna vocecita y con una sonrisa. Le sonreí de vuelta y me metí en la cocina para preparar el desayuno.

Tristan entró justo antes de regañar a Sam por querer entrar a la casa también, mientras yo servía el desayuno a Rubby que estaba sentada ya en la mesa aún pendiente de la televisión.

—Ruub, debes dejar de dejar entrar al perro—Murmuró y cerró la puerta, obligando a Sam a salir. 

—¿Por qué?—Preguntó ella haciendo una mueca.

—Porque se comió mi pijama—Reí por lo bajo gracias al gracioso tono que empleó al responder.

Cuatro horas después, estaba desperezándome en mi cama luego de haber tomado una larga y reconfortante siesta, me levanté para ir a comer algo pero me detuve a mitad de las escaleras cuando oí unas voces y una risa femenina. Miré a hurtadillas para ver quién era la dueña de esas risas. Era una chica de cabello castaño claro, casi del mismo tono del de Tristan; sus ojos eran de un hermoso color verde eléctrico que jamás había visto antes, hasta parecían lentes de contacto; estaban demasiado cerca y se reían cómplices. El estómago me dio un vuelco pero no supe la razón exactamente, retrocedí con cuidado y sin hacer ruido por las escaleras; le había dicho a Tristan que ‘No chicas en la casa’ pero ahora nos llevábamos bien y yo no quería arruinar eso; aún así no lograba ignorar la sensación que parecía de disgusto, aunque no estaba segura.

Cinco minutos después, escuché las risas desaparecer detrás de un portazo casi estruendoso. Ahora sí bajé al primer piso y me preparé unos huevos revueltos, suponía que la desagradable sensación de mi estómago era porque tenía hambre.

Estaba casi segura.

A eso de las 12 de la noche, el timbre sonó y yo bufé porque me despertaron. Bajé y miré por la mirilla de la puerta, era la misma chica de esta tarde, le abrí la puerta. Cuando le abrí se puso pálida, me miró de arriba abajo, y a pesar de que yo estaba con un short de pijama holgado y una sudadera de Bob Esponja que yo había cortado para que dejara al descubierto mis hombros, ella me miró como si estuviera vestida como stripper.

—¿Quién diablos eres tú?—Preguntó con tono enojado.

—Eso mismo podría preguntarte yo, no vienes a la casa de una persona a las 12 de la noche a preguntarle quién es—Dije con tono irónico, esa chica no me caía ni una pizca de bien y no tenía idea el porqué. 

—Fuimos a la feria con Tristan y nos perdimos luego de que yo fuera a comprar algodón de azúcar, pero ya veo la razón—Me miró de arriba a abajo con gesto despreciativo y se arregló bien la cartera en el hombro—. Dile que puede irse bien a la mierda.

—Espera…Tristan y yo no…—Ella no se giró, y yo no pensaba gastar fuerzas en explicarle nada a nadie, menos a ella. Rodé los ojos y cerré la puerta, encendí el televisor y me quedé viéndolo; me había costado un resto quedarme dormida y dudaba que ahora fuera a lograrlo luego de haber dormido tanto.

Salté cuando la puerta se abrió, ya que estaba viendo una película de terror y justo estaba esa música de fondo que ponen cuando algo malo va a pasar.

—Joder, casi me da un infarto—Susurré mientras llevaba la mano a mi pecho. Por la cara de pocos amigos que traía Tristan sabía que no era buena idea preguntarle cómo le había ido en lo que sea que haya ido a hacer con la chica esa, y por alguna razón algo me decía que ese enojo tenía que ver conmigo—. ¿Pasa algo?

Tristan me miró enojado y apagó el televisor, se cruzó de brazos.

—¿Por qué le hiciste creer a Jennie que tú y yo teníamos algo, eh?—Preguntó. Yo me encogí de hombros.

—Ella sacó sus propias conclusiones, yo no le dije nada—Respondí demasiado simple, creo que eso lo hizo enojar más.

—¿Y qué tanto te costaba explicarle?

—No es algo que esté obligada a hacer, tú explícale.

—Dudo que pueda, me la he encontrado justo cuando venía de acá y me ha gritado varias cosas que dudo que le pueda perdonar. ¿Por qué te molesta tanto que traiga chicas a la casa? ¿A caso estás celosa?

Yo me encogí de hombros, despreocupada.

—Sí, estoy demasiado celosa, Tristan, no soporto verte con otras chicas—Dije tan sarcástica que hasta un niño de 4 años lo hubiera notado. Él frunció el ceño—. Además, intenté explicarle pero ella no me dejó hacerlo, no es mi responsabilidad lo que haces con tus conquistas. Supongo que te perdiste un buen sexo esta noche, déjame recompensarte.

—¿Recompensarme?—Preguntó, y una sonrisa se curvó en su rostro.

—Claro—Dije sonriendo y me levanté, abrí la puerta de la calle y grité—: ¡Hey mundo! ¡El gran Tristan Evans se quedó sin sexo esta noche!, ¿alguna voluntaria?

Me reí cuando vi que Miranda y Natalie, las vecinas del frente me miraron, había gritado porque sabía que estaban sentadas en la vereda de su casa y que estaban prendadas por la belleza de Tristan hace años, pero eran demasiado inocentes como para que Tristan incluyera a alguna en su lista de conquistas. Tristan me tapó la boca y me obligó a entrar, yo me estaba riendo.

—Oh, muy graciosa, muy graciosa—Murmuró sarcástico—. Deja de reírte, dios.

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Voten!

La niñera (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora