•La niñera•
A la mañana siguiente me desperté con una extraña pero deliciosa sensación embargándome el cuerpo. Un frío me recorrió el cuerpo y me di cuenta de que solo tenía la ropa interior puesta. Me tallé los ojos y mi irrealidad se adaptó a la realidad; los recuerdos de la noche pasada me envolvieron y me cegaron unos breves segundos, hasta que me di cuenta de lo que exactamente había hecho.
Había dejado que Tristan Evans ganara.
Sí, ganar era la palabra adecuada porque ese era el juego que se había propuesto jugar desde que yo había puesto un pie en esta casa, con sus flirteos y galanteos. Nada sorprendente, y aun así había terminado justo como todas esas chicas que de verdad creían que significaban algo para Tristan, ellas no entendían que simplemente Tristan buscaba entretención.
Era increíble que recién levantada hubiera podido pensar todo aquello, porque si no fuera porque Tristan se estaba removiendo a mi lado, no me habría dado cuenta de que estaba al lado mío, más cerca de lo que yo lo quería tener. Me propuse gritarle que lo odiaba y que esto había sido una completa estupidez y que no esperara que sucediera de nuevo, pero las palabras simplemente no lograron salir a la luz.
Tristan abrió los ojos y me miró, había despertado recién y yo no estaba segura de saber qué decir.
—No puedo creer que lo consiguieras—Murmuré, pero estaba tan sorprendida y arrepentida de mí misma que ni siquiera pude decirlo con todo que le dejara saber lo enojada que estaba.
—¿Conseguir qué cosa?—Preguntó sonriendo. No, no era de sus sonrisas burlonas.
—Esto, pues, tonto—Espeté, ahora sí el tono enojado fue claro.
Tristan se sentó en la cama y me miró unos segundos, como analizándome. Yo estaba mirando al frente pero podía verlo de soslayo.
—________(TN)—Me llamó en tono serio, pero no quise voltear, no quería ni siquiera mirarlo, estaba demasiado avergonzada de mí misma como para hacerlo.
Tristan me obligó a mirarlo poniendo su mano en mi mejilla, e hizo lo único que no me esperé que hiciese: me besó.
Sus labios delinearon los míos con esa destreza tan característica de él. Me rodeó con sus brazos firmemente, así que tuve que descartar la idea inexistente de intentar escapar.
—Escucha—Susurró, apenas se había separado un centímetro de mis labios, y nuestras frentes estaban juntas—. De verdad, de verdad que no sé cómo lo hiciste, pero me gustas, mucho.
Procesé las palabras por lo menos tres veces porque sabía que algo estaba fallando y yo no estaba entendiendo el mensaje completamente. ¿Yo, gustarle, de verdad? La idea me atropelló como el más dulce e intenso tornado. Respiré profundamente y lo miré recelosa.
—¿Qué estás diciendo?
—Eso, que no te he perseguido porque no soporte tener amigas o por el mero hecho de hacerlo…—Tristan se calló y se revolvió el cabello, estaba nervioso—. Entenderás que no suelo decirle esto a las chicas y es más complicado de lo que pensé…
—¿Y cómo sé yo que no se lo dices a todas?—Pregunté frunciendo el ceño.
—Por qué se los diría si no me gustan las relaciones formales.
—¿Me estás pidiendo una relación formal?—Pregunté total y completamente anonadada.
Tristan se mordió el labio y se revolvió el pelo que ya estaba bastante revuelto debido a que recién se había despertado.
—¿Es lo que quieres tú?
—Es lo que quiero yo, pero con alguien que lo quiera también.
—¿Con mi declaración basta?