Capítulo 20

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•La niñera• 

Me estoy poniendo el pijama otra vez porque a las exactamente 6 de la mañana estaba en la estación de buses con los Evans, ya que Diane y Bruce se llevarían a los pequeñitos durante una semana con ellos, lo que era una muy buena excusa para alejarme la mayor cantidad posible de metros de Tristan, lo cual no era necesario porque no me ha hablado y ni siquiera se me ha acercado desde nuestra pequeña discusión hace tres días. ¿Me sorprende? ¿Me molesta? ¿Me irrita considerablemente? Sí, todo eso, aunque en el fondo sé que es lo mejor para mí, porque Tristan es todo menos un buen partido.

Me irrita el hecho de que no puedo parar de pensar en él, porque eso me hace aún más patética de lo que ya me siento.

Me desperté a eso de las doce de la tarde, y aún tenía sueño, pero de todos modos me obligué a levantarme. Me puse unos pitillos negros con una sudadera larga y holgada, y con unas converse blancas como calzado. Bostecé y bajé a la cocina a servirme algo para comer, porque si había algo más fuerte que el sueño, ese era el hambre.

Llevaba recorrida media escalera y escuché risas: una femenina y otra masculina que pertenecía a Tristan. Me asomé apenas y los encontré demasiado juntos como para que fuera un simple encuentro amistoso, aunque yo ya sabía que Tristan no tenía amigas. Maldije por lo bajo; a él, a la perfecta morena que tenía de acompañante y a mí por dejar que me afectara a tal punto que se me hiciera un nudo en la garganta. Gruñí y sacudí de la cabeza, alejé todos los pensamientos relacionados con el dolor y terminé por convencerme de que yo estaba bien, que en realidad no me importaba, que Tristan Evans no significaba nada para mí.

Pero al final yo sabía que no servía mentirme a mí misma, aunque si quería evitar el dolor aunque fuera un poco, no tenía de otra.

Me acosté en la cama mirando al techo, y me puse los audífonos a todo volumen para desconectarme del mundo exterior por un momento. Seguía preguntándome por qué mierda seguía desgastando pensamientos en un idiota que no merecía los pensamientos de una chica, ¿Quién sabe cuántas idiotas más desfallecían por él (yo era una idiota)? ¿Cuántas estúpidas chicas haciéndose ilusiones con alguien que nunca en su vida ha tenido una relación estable (al menos yo no me hacía ninguna)?

Suspiré y cerré los ojos, alejé todo pensamiento de mi cabeza y me puse a cantar la canción que escuchaba en el iPod. Sinceramente, ¿Por qué pensar tanto en él? Tenía demasiadas mierdas en la cabeza como para agregar otra más.

Y luego de todo el esfuerzo que me costó dejar de pensar en Tristan, me quedé dormida de nuevo.

Cuando desperté creo que ya habían pasado unas dos horas. Tenía toda la cama tan arrugada que como si hubieran dormido 20 personas en ella, y por alguna extraña razón había un dólar tirado. No era del tipo de chica que dejaba todo tirado, quizás estaba en el bolsillo de mis Jeans y no me di cuenta.

Bostecé unas tres veces antes de agitar la cabeza para despertar completamente, justo cuando estoy a punto de levantarme, Sam se me tira encima y me caigo de la cama.

—¡Sam!-Lo regañé desde el suelo mientras el me besaba toda la cara como pidiendo disculpas, pero baba de perro no era la mejor disculpa del mundo—. Quítate de encima, monstruo.

—Ey Sam—Lo llamó Tristan desde la puerta de mi cuarto y el perro enseguida fue con él—. Perro malo, te dije que no entraras.

Esto ameritaba un buen baño, pero me quedé tirada en el suelo porque no tenía ni si quiera ganas de mirar a Tristan a la cara, me había costado un mundo sacármelo de la cabeza y si lo veía todo ese esfuerzo se iría por la borda.

—¿Estás bien?—Preguntó. Estaba de boca contra el suelo así que no lo veía, pero su voz no estaba a más de 50 centímetros de distancia.

—Sí.

—Déjame ayudarte—Dijo él y me cogió de la cintura, y aunque intenté que mi cuerpo fuera más pesado, me cogió de todas maneras, se rio al ver mi aspecto: recién levantada, babeada por un perro y con el pelo de una bruja—. Estás horrible—Me dijo riendo.

—Ya lo sé—Bufé y me saqué el pelo de la cara, mientras que con la manga de la playera me limpiaba la cara—.

Miré a Tristan y su sonrisa se esfumó.

—_________(TN), tengo que hablar contigo.

—¿Para qué?

—Es importante, aunque te recomendaría arreglarte primero.

—Puedes decirlo ahora.

—No puedo decirlo ahora.

—¿Entonces?

—Te lo digo al rato, pero es importante.

—¿Es malo?

—Quizás.

—¡Tristan!

—Vale, vale, no es malo, pero sí importante, así que espero a que estés lista—Dijo y salió del cuarto, dejándome con la mayor intriga del mundo.

Se fue. Me quedé mirando la puerta durante unos tres minutos preguntándome qué era lo que me quería decir que fuera tan importante. 

Tuve que exigirme no salir corriendo y hacer todo a la velocidad de la luz para hablar con él cuanto antes, me mantuve serena y me tomé mi tiempo para bañarme y cambiarme, aunque en realidad solo quería saber qué era lo que me quería decir, porque que Tristan Evans fuera a decir algo serio e importante, no era algo que sucedía todos los días.

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Voten!

La niñera (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora