•La niñera•
—¿Qué has dicho?—Preguntó. No sabía realmente lo que sus ojos decían. Tristan luego de mucho tiempo había entrado en un compromiso con alguien, no podía esperar que me dijera que me amaba, tan pronto no.
—Yo... Amm… Olvídalo solo…
—No, has dicho… tú…—Lucía nervioso, cuando la que debería estar nerviosa debería ser yo. Miró hacia al lado y luego volvió a mirarme. Se mordió el labio inferior—. Dijiste que me amabas…
—Lo siento yo no…
—Dilo de nuevo—Murmuró mientras besaba mi cuello. Mi cara de confusión era espantosa.
—¿Qué?
—Que lo digas de nuevo, di que me amas.
Tragué saliva, ¿se estaba él burlando?
—Te amo—Dije, sin que me interesara si se estaba burlando. No esperaba un te amo de regreso, pero tenía que dejarle claro lo que sentía por él.
—De nuevo—Dijo y procedió a besar mis labios.
—Te amo—Obedecí. Tristan sonrió sobre mis labios.
—Última vez…
—Te amo, Tristan.
—Yo también te amo, preciosa—Me susurró al oído. Una sensación tan extraña como placentera me llenó el cuerpo, de pies a cabeza, una sensación que jamás había sentido en mi vida. Tan nueva, tan única; una sonrisa se curvó en mi rostro ante sus palabras, ¿me amaba? ¿En serio lo hacía?
Me besó de nuevo y me obligó a levantarme para deshacerse de mi blusa, Lo mismo hizo con los shorts que llevaba puestos y se sacó los pantalones luego de patear sus zapatos. Se acercó a besarme nuevamente, nuestras bocas no buscaban descanso alguno; acarició suavemente el interior de mi muslo y gemí sin poder evitarlo, ¿cómo lograba eso con una caricia tan simple?
Depositó suaves besos por mi cuello, luego por el escote de mi brasier, y por último en mi vientre para luego regresar a mis labios.
Sin deshacer el beso, llevó sus manos hasta el broche de mi brasier. Me reí cuando él soltó un gruñido ya que no podía desabrocharlo.
—No es gracioso—Bufó.
—Lo es—Dije yo en cambio.
Cuando todas las prendas ya habían dejado de hacer acto de presencia en nuestros cuerpos, nos convertimos en uno de nuevo, y se sintió tan bien, justo como la primera vez. La mejor parte fue cuando Tristan cayó rendido sobre mí y me susurró al oído que me amaba.
—¡Tristan!
Los gritos de la pequeña Ruby llamando a su hermano mayor nos despertaron como una hora después, Tristan volvió a quejarse se dolor de cabeza. Se iba a levantar pero yo lo detuve.
—Deja, yo voy—Le dije y besé su mejilla. Él sonrió en agradecimiento. Cogió su playera y me la puse, ya que mi short y mi blusa estaban esparcidas por toda la pieza, y sinceramente no tenía ganas de jugar a la búsqueda del tesoro.
Fui a mi habitación y saqué unas braguitas para ponérmelas, y ya que la playera de Tristan me cubría, no me puse pantalón, además no había nadie en la casa que fuera a verme a parte de Tristan y sus hermanos, y no tenía que preocuparme por ninguno. Ruby llamó de nuevo a Tristan y yo entré a su pieza.
—¿Qué pasa, dulce?—Le pregunté.
—________(TN), tengo hambre.
—Voy a prepararte la cena, cariño. Te la traeré a tu habitación cuando la tenga lista—Le dije y miré a Oliver—. ¿Tú también quieres cena, encanto?