NIX | Los Kwan son uno de los linajes mágicos más antiguos y respetados de todo Londres. Conocidos por ser portadores de la maldición Impungushe, cuyo efecto hace presencia durante las largas noches de invierno, bajo las heladas temperaturas...
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— No pintas nada aquí, Potter, vete—escupió un irritado Draco Malfoy.
El azabache lo miró con molestia, ¿quién se creía para echarlo y prohibirle ver a Nix?. Hermione miraba a ambos adolescentes mientras apretaba la mano de la pelirroja, quien aún no había despertado. Tenía varias quemaduras, un largo rasguño en su pómulo izquierdo y el labio partido debido a la caída.
Había sido un completo caos al no verla levantar, el Hocicorto parecía haberse encaprichado con la joven y lanzaba fuego hacia la roca por la que había caído. Afortunadamente, el fuego sólo logró alcanzar una pequeña parte de su pierna y el daño no fue mucho. Había costado bastante sacar al dragón de allí puesto que parecía no querer alejarse del pequeño animal. Nix fue retirada del lugar, inconsciente y con un aspecto horrible, tan mal era su aspecto que el joven Malfoy no se quedó a ver al resto de campeones, tampoco lo hizo Cedric Diggory. Nix fue llevada a la enfermería donde fue atendida con rapidez, centrándose primeramente en las quemaduras. A pesar de lo que aquello debía doler, Nix no despertó en ningún momento y eso preocupó a Diggory, quien había salido corriendo a escribirle una carta al hermano mayor de la Slytherin.
— No eres nadie para echarme de aquí, Malfoy.
Hermione bufó. Habían pasado tres días y la leona había tenido que escuchar a esos dos discutir cada dos minutos, y estaba segura de cómo siguieran así, iba a ser ella quien los echara a ambos.
— Seguro que si me muero, ustedes seguiríais peleando en mi funeral.
La voz ronca, débil y dolorida de Nix llamó la atención de los tres presentes, quienes giraron a verla con sorpresa. Draco y Harry se acercaron con rapidez, quedando de rodillas y apoyando ambos brazos sobre la cama. El último fue empujado por el rubio, cayendo al suelo mientras el otro se acomodaba más cerca de la pelirroja. Hermione, en el otro extremo, aguantó la risa. La castaña se acercó a su amiga y la abrazó con fuerza, Nix se iba a quejar pero dejó que la contraria se desahogara.
— ¡Por Merlín! Estaba muy preocupada por tí, Nix —dijo la mayor—. Pensaba que no despertarías.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó confusa.
— ¿No lo recuerdas? —preguntó esta vez el rubio, preocupado.
La pelirroja miró al portador de la voz con ambas cejas alzadas.
— Perdona pero, ¿quién eres tú?
El azabache y el rubio la miraron con los ojos abiertos, Hermione a su lado supo rápidamente lo que ocurría.
— ¿No...no me recuerdas? —el tono tembloroso en la voz del rubio hizo gracia a la contraria.
— Claro que te recuerdo, idiota —el rubio soltó el aire que había retenido involuntariamente y le dio un suave golpe en la pierna a la menor— Hola, mini Lucius.
