once

4.6K 200 8
                                    

Sofía

Estábamos en la casa de campo de mis abuelos, quiénes también vivían en Laguna Larga. El atardecer era hermoso y lo era aún más el tener a Paulo al lado, abrazandome mientras permaneciamos sentados sobre el pasto.

— Sos tan hermosa. murmuró Paulo.

— Deja de mentir. —respondí.

— No estoy mintiendo. —siguió.— Tu mamá es hermosa ¿No?

Benicio apareció atrás mío, asintiendo con su cabeza mientras sonreía tiernamente. Lo miré sin poder creer lo que estaba pasando y lo abracé con todas mis fuerzas, sintiendo la confusa mirada del ojiverde sobre mi.

— ¿Qué pasa? —preguntó el cordobés.

Me levanté con Benicio en brazos, sacudiendome el pantalón con una de mis manos y quise irme de aquel lugar, pero al girarme solamente me encontré con un descampado sin fin.

— No no, nos tenemos que ir Paulo.
hablé desesperada.

— ¿Por qué? Si acá estamos bien.

— Porque le va a pasar algo malo al bebé. —respondí mirando para todos lados.— Sácanos de acá, por favor.

— Bueno, vam..

— Paulo, vos tenés que venir con nosotros. —murmuró Rosalía, asomándose por detrás.

Miré a Paulo sin entender y él simplemente me miró con tristeza para después darse la vuelta, comenzando a hacer su camino lejos de nosotros.

Con miedo empecé a correr sin ningún rumbo y al mirar a Benicio, el tenía sus ojos cerrados.

— ¡Benicio! ¡Benicio!

Grité y grité pero él no reaccionaba, no se movía para nada.

— No, por favor no. —sollocé arrodillándome en el suelo.

Abracé a Benicio con fuerza y una luz me cegó al instante.

Desperté con el corazón latiendome con mucha rapidez y el cuerpo completamente sudado, moviéndome inquieta en la cama. Mi cara estaba hirviendo y de mis ojos caían algunas lágrimas.

Al abrir los ojos vi como Paulo se removía en la cama y se preocupaba por mi.

— ¿Qué pasa? —preguntó, tal como lo había hecho en aquel sueño.

— Tuve una pesadilla. —respondí sentándome en la cama y mirando hacía el frente.

Imaginándose lo que yo había soñado, él me acercó a su cuerpo con sus brazos y me abrazó con dulzura mientras acariciaba mi espalda. Dejó unos cuantos besos en mi coronilla y se apoyó en mi cabeza.

— ¿Querés contarme? —preguntó en la oscuridad. 

Negué con mi cabeza evitando seguir dándole importancia a aquel sueño.

Bastaron unos cuantos minutos para que ambos nos quedáramos dormidos nuevamente y despertaramos horas después, cuando la alarma sonó a todo volumen en la mesita de luz.

Escuché como Paulo se empezaba a despertar y me giré para mirarlo, encontrándome con sus hermosos ojos verdes.

— Buen día hermosa. —murmuró con la voz ronca.

un millón como tú {paulo dybala}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora