dieciséis {navidad pt. 2}

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Paulo
25 de diciembre del 2021
00:00

"¡Feliz navidad!" gritó mi familia al unísono.

El sonido de las copas chocar entre si resonó por toda la casa mientras fuegos artificiales adornaban el cielo estrellado, todos nos levantamos de nuestras sillas y nos dispusimos a saludar uno por uno a cada familiar, Sofía iba caminando adelante mío y yo la agarraba de la cintura para seguirla.

Dos minutos después de haber saludado a todos los presentes, casi todos nos metimos adentro de la casa para buscar los regalos. Mis sobrinos y los de Sofía estaban tirados en el piso a un lado del árbol abriendo con emoción las cajas que "Papá Noel" les había dejado.

Mi esposa se hizo la sorprendida cuando vio que había una caja con su nombre y se agachó para poder agarrarla. Con mi ayuda pudo romper el papel de regalo y abrir la caja, la misma estaba llena de papeles pero buscando un poco más abajo había una cajita mucho más chiquita.

Al abrirla vio la cadena de Pandora y el dije en forma de corazón con un diamante en el centro que le había comprado. Ella me miró con la boca abierta totalmente sorprendida y yo me reí por su reacción.

— Mira del otro lado.

Ella hizo lo que pedí y sus ojos se aguaron al instante al leer lo que tenía grabado, me abrazó con mucho amor y yo sentí un alivió increíble al saber que le había gustado el regalo.

"Este corazón nunca va a ser más valioso que el tuyo"

— Que generoso ese Papá Noel che — habló mi hermano Gustavo.

— Tiene suerte, a mi no me trajo ni un par de medias. —dijo Lautaro mirando a su papá.

— Porque vos ya sos grande, no te trae más porque ya sabe Papá Noel. —opinó Benjamín, el sobrinito de Sofía.

— Claro, es para nenes no boludos grandotes. —dije haciendo reír al nene.

— ¿Me la pones? —preguntó Sofía ganándose mi atención.

— Para gorda, están todos acá. —respondí haciéndome el gracioso.

— A la cadenita tarado. —dijo negando con su cabeza.

— Ah, no había entendido. —dije guiñandole el ojo a Gustavo y provocando que él se riera.

Puse la cadenita en su cuello y ella se corrió el pelo para que yo pudiera prendersela por atrás. Al terminar le dejé un beso en el hombro y su cuerpo se estremeció en mis brazos.

Nos quedamos un ratito ahí viendo los regalos de los demás hasta que Sofía quiso ir al baño y yo me fui con los chicos al patio. Formamos un círculo y nos pasamos la jarra de fernet como en los viejos tiempos.

— ¿Todo bien vos? —me preguntó Mariano.

— Sí, hace mucho que no estaba tan bien. —respondí para después darle un sorbo a la jarra.

— ¿Con Sofía todo bien? —preguntó ahora Gustavo.

— Si si, por suerte ahora estamos muy bien. Pero bueno, ya sabes como soy yo y como es ella. A veces siento que el único problema soy yo y que no la merezco.

— Yo creo que todos pensamos eso en algún momento, las inseguridades son inevitables. —opinó mi hermano mayor.

— Y si, pero no es que sea inseguro sino que soy un boludo. —dije pasándole la jarra.

Todos se rieron dándome la razón.

— Tenés que darte cuenta que vos amas a Sofía y que para que el amor de ustedes perdure tenes que poner de tu parte también. No podes pretender que tu matrimonio se base en hacer cagadas y que ella te las viva perdonando.

— Claro rey. —le dio la razón Mariano.

En ese preciso momento Sofía apareció en el patio en compañía de su prima, la miraba y no podía creer el mujerón que tenía al lado. Ella al percatarse que la estaba devorando con la mirada, dio una vueltita a la distancia y me tiró un beso provocando que los chicos gritaran un "oaaa".

A eso de las dos de la madrugada cayó a casa Ana, una de las amigas de Sofía, y aunque eramos un montón saludó a todos uno por uno siendo educada.
Apenas pisó la casa el necesitado de Lautaro le clavó los ojos a la mina y yo lo tuve que codear para que no fuera tan obvio. Si así se puso cuando la vio de lejos no se imaginan lo que fue cuando lo saludó, virgoman.

La boca le quedó por el piso cuando un minuto después entró un tipo con una nena en brazos, resultando ser el marido y la hija de Ana.

Riendo palmeé la espalda de Lautaro y fue motivo de burla de todos los que habíamos sido testigos de la situación.

Me quedé un rato más con los chicos y después me fui a la mesa para acompañar a Sofía. Saludé al marido de Ana y a la nena que estaba sentada sobre sus piernas.

— ¿Cuánto tiene? —pregunté mirándola.

— Dos años. —respondió con una sonrisa la amiga de mi mujer.

— Es muy linda. —halagué.

— Se llama Sofía. —dijo Ana.

— Con razón tanta belleza. —dije mirando a mi esposa.

Ella se rió apoyando su cuerpo en mi y acariciandome la pierna. Si no hubiesemos estado con su amiga presente, estaba seguro que esa acción tendría una consecuencia.

— ¿Vamos a bailar? —preguntó Sofía, a lo que yo asentí.

Nos levantamos de la mesa y su amiga nos siguió hasta el centro del patio. Bailamos al ritmo de "Por lo que yo te quiero" de  Walter Olmos y todos se sumaron formando una pista de baile.

Le di una vueltita a Sofía de modo que quedará de espaldas a mi, su cuerpo estaba pegado al mío y nos movíamos al compás. Mis labios dejaron un camino de besos desde su hombro hasta su cuello, sintiendo como su piel ardía.

Al dejar que quedáramos cara a cara de nuevo, le di un beso en los labios y los chicos silbaron de fondo alentandonos. Cuando nos separamos seguimos bailando y empecé a corear la canción a los gritos.

— ¡Por lo que yo te quiero, he terminado así! —grité señalando el anillo.

Sofía se rió negando y también mostró el anillo en su mano izquierda.

Mamá apareció con el cotillón repartiendo antifaces, lentes y pulseras con luces y gorros de color flúor. Yo me negaba a ponerme de esas cosas pero parecía que estaba casado con mi peor enemigo y me encajó un gorrito en la cabeza de sorpresa.

— Te queda muy lindo. —dijo riéndose y yo le hice montoncito con la mano.— En serio te digo.

— AAAAAAAH, TEMAZO. —gritó Lautaro cuando empezó a sonar "Soy Cordobés".

El loquito bailaba solo con la jarra de fernet en mano pero parecía ser la persona más feliz del mundo.

un millón como tú {paulo dybala}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora