Sofía
La casa se había vuelto bastante silenciosa. Incluso Elena, la hija de Paulo con Antonella, era tímida y hablaba muy bajito. También se aburría al tener que estar sola, su hermanastro solía molestarla y celar mucho a Paulo cuando estaban juntos.
— ¿Estás aburrida? —le preguntó su papá mientras la peinaba.
Ella asintió con su cabeza repetidas veces.
— ¿Jugamos a las escondidas? —le pregunté.
— Chiiii. —respondió la pequeña dando saltitos.
Cuando el ojiverde terminó de peinarla, ella le tironeo la mano y lo sacó del cuarto mientras decía que tenían que buscar un buen escondite.
— ¡Chofia la cuenta! —gritó.
— ¡Bueno, hasta veinte! —respondí desde el cuarto.
Me apoyé en la pared y cerré mis ojos, contando veinte segundos. Una vez que terminé de contar, avisé que iba a buscarlos y directamente bajé las escaleras porque antes había escuchado como bajaban.
Los busqué atrás de los sillones del living, en la cocina y el baño, hasta que escuché unas voces en el lavadero. Me reí al escuchar cómo Paulo hacía callar a Elena, quién no paraba de preguntarle cosas. Me paré frente a la puerta unos segundos y abrí la misma de repente con la idea de sorprenderlos pero Paulo me sorprendió a mi al abrazarme con fuerza.Elena salió corriendo y yo pataleaba en los brazos de Paulo, intentando zafarme de él.
— Perdón pero tiene que ganar ella. —murmuró haciéndome reír.
— Le doy ventaja entonces.
Bastaron unos cuantos segundos para que yo le robará un beso e intensificara el mismo, llevando mis manos a su nuca. Le acaricié la misma con dulzura mientras él tenía sus manos en mi espalda baja, deslizandola aún más abajo con lentitud.
— Está Elena. —dije entre besos.
Jadeó sobre mis labios en modo de queja y se separó sin ganas, mirándome de mal humor. Me reí al verlo de esa forma y le susurré al oído que ya tendríamos tiempo para eso.
Apenas salimos de aquel cuarto y vimos a Elena en el living, el timbre de la casa sonó. Miré a Paulo extrañada, pensando en quién podría ser ya que no esperábamos a nadie.
Al abrir la puerta vi a Rosalía con el bebé en brazos y no me dio tiempo ni de preguntar que hacía ahí, puesto que entró al instante. Me molestaban bastante esas actitudes.
— ¿Qué haces acá? —preguntó Paulo viendo como se sentaba en el sillón.
— Te traje a tu hijo. —respondió con picardía.
— Me vas a disculpar, pero él no es mi hijo hasta que el adn lo demuestre.
— ¿No confías en mi? —preguntó.
— No.
— Pero bien que confiaste cuand..
— No me importa lo que hice antes con vos. —interrumpió elevando la voz.
— Paulo.. —me metí.
— Deja que se exprese como quiera. —habló Rosalía.— ¿Podrías dejarnos solos?
— ¿Que solos? Ella se queda acá. —respondió Paulo con autoridad.
— No te preocupes, no me molesta.—hablé.
Me acerqué hasta él para dejarle un casto beso en los labios y después de eso agarré de la mano a Elena. Antes de irme con ella, vi el bolso de Rosalía a sus espaldas en el sillón y las sospechas que tenía hacía la colombiana me hicieron agarrarlo cuando la noté distraída.
Cargué a Elena en brazos y fue ella quién me ayudó a esconderlo entre las dos, abrazandome del cuello con fuerza.
Una vez que estuvimos en el cuarto de arriba, cerré la puerta con seguro y di vuelta el bolso sobre la cama para que cayera todo lo que había adentro. Papeles, llaves y un celular cayeron sobre el colchón.
Miré a Elena y ella estaba distraída jugando con las muñecas que había dejado anteriormente en el piso.
Agarré el celular, rezando que no tuviera ningún bloqueo de seguridad. Y no, por suerte no tenía ninguno. Con rapidez (y miedo de que me descubriera) empecé a revisar todo lo que podía.
Sentí una fea sensación en el pecho cuando vi que había fotos del día del accidente dónde murió Benicio, cómo si nos hubieran estado siguiendo aquella tarde. Y aparentemente no había sido la única vez, habían más de cuarenta fotos nuestras.
Abrí los mensajes de Whatsapp y busqué entre todos los chats, alguno que llamará la atención. Mis dedos dejaron de bajar en cuanto leí el nombre Marcos y me aseguré de ver bien la foto, tratando de identificar a la persona.
Solo se me ocurrió hacer una cosa en ese momento.
Guardé todo en su lugar menos el celular, para después buscar uno de mis bolsos y guardarlo ahí. Nuevamente necesité la ayuda de Elena, quién escondió el bolso de Rosalía entre las dos hasta llegar a la planta baja. Ella estaba en la cocina con Paulo, hablando muy distraídamente así que no fue tan difícil dejarlo dónde había estado.
Bajé a Elena de mis brazos y le pedí por favor que no le dijera nada a nadie.
— ¡Amor! ¡Me tengo que ir! —grité avisando.
Antes de que pudiera salir, Paulo apareció en la entrada de la casa y me frenó para preguntarme a dónde iba.
— Trata de mantenerla acá un tiempo más, te juro que después no reclamo nada. —Pedí con seriedad.
— ¿Por qué? —preguntó sin entender.
— Encontré algo en el bolso de ella, voy a hablar con el comisario. —susurré para que solo él pudiera escuchar.
Él se quedó con la boca abierta y antes de que pudiera decir algo, le dejé un beso en los labios dispuesta a irme de la casa. Me subí al auto y llamé al comisario que se encargaba del caso de mi hijo, para después arrancar el vehículo.
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un millón como tú {paulo dybala}
Fanfic❝Tú, al final no eres tan especial Nadie te ha visto volar Balas no puedes parar Solo hay que buscar Hay un millón como tú❞ Segunda parte de "Córdoba sin ti"